El tren ligero que se instalará en Jerusalén promete descongestionar el tránsito, pero los beneficios que traerá para está antigua ciudad pueden convertirse en un obstáculo para la paz entre israelíes y palestinos.
Las pruebas técnicas ya comenzaron ya que está previsto que comience a operar en la primavera boreal. Los autobuses que circulan por el centro de la ciudad ya son desviados al mercado de Mahane Yehuda.
Los peatones tienen que andar con cuidado.
"Mira qué desastre", exclamó un comerciante contrariado. "Me voy a haber muerto y esto seguirá siendo una pesadilla", añadió.
Para otros, la campana que anuncia el pasaje del tren es motivo de orgullo nacional.
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"Es el primer tren ligero de Israel", exclamó otro hombre. "Dios quiera que Jerusalén se unifique", añadió.
El nuevo sistema de transporte público, que funcionará en barrios israelíes y palestinos, podría contribuir a facilitar una solución pacífica al conflicto palestino-israelí. Pero los responsables de la compañía CityPass, que ganó la licitación, tienen una visión más prosaica del asunto.
"El servicio atenderá a 120.000 pasajeros al día. El objetivo es crear un marco normativo y operativo para promover iniciativas comerciales", señaló el responsable técnico, Alex Kroskin.
"Es tranquilo y limpio. Se retirarán de circulación unos 300 autobuses. Además es seguro", remarcó. Habrá personal de seguridad en cada estación y un circuito cerrado de cámaras de 360 grados, añadió.
El carácter sagrado de Jerusalén ha hecho que los proyectos urbanos pasaran a un segundo plan, pero la infraestructura, más que los sitios religiosos, necesitan toda la concentración de las autoridades.
La controversia se creó en torno a la Ciudad Vieja, en el límite entre Jerusalén oriental, ocupada por Israel, y la porción occidental.
El tren recorre 14 kilómetros a lo largo de una tierra de nadie que solía dividir la ciudad entre el sector judío y el árabe, antes de que Israel ocupara Jerusalén oriental tras la guerra de 1967. La vieja línea de cese del fuego es ahora una gran vía pública.
Hasta el final de la ruta número uno, el tren se dirige al este hacia el territorio ocupado para llegar al asentamiento judío de Pisgat Zeev.
"Por el bien de la ciudad capital", reza una publicidad que anuncia el tren ligero.
La denominación no es menor cuando la soberanía de Jerusalén oriental es uno de los mayores obstáculos para sellar la paz entre palestinos e israelíes. La línea sólo llegará hasta un barrio palestino.
"Es para los israelíes", se lamentó un palestino consultado en la calle. "Quedamos afuera, como siempre. Ojalá destinaran a la paz lo que invirtieron en el tren", opinó otro que pasaba por allí.
De las 23 estaciones de la línea única, tres servirán a los palestinos, pese a que constituyen un tercio de los 750.000 habitantes. Con eso no se resolverán las décadas que llevan descuidados.
"Lo que más se necesita son caminos adecuados, vivienda y escuelas", explicó un hombre del barrio palestino de Shufat, que tendrá el servicio.
En Jerusalén y Cisjordania, el estado de los caminos sirve para identificar y delinear las zonas israelíes de las palestinas, qué tienen y qué no.
El tren es otra de las facetas de la política de anexión de Israel, indicó Ziad Hamouri, director del Centro Jerusalén de Derechos Socioeconómicos. "Su objetivo es conectar Jerusalén occidental con los asentamientos judíos de la parte oriental", remarcó.
"El tren es ilegal al igual que los asentamientos",
Los judíos que viven en Jerusalén oriental podrán llegar al centro de la ciudad en 20 minutos. "El desplazamiento será mucho más fácil, no sólo para musulmanes, sino para cristianos y judíos", indicó Nadav Meroz, de la municipalidad israelí.
Viven más de 180.000 judíos en el este de la ciudad.
"No unificará a las dos naciones, sino a las dos ciudades", subrayó Hamouri. "Creará más obstáculos con vistas a una solución pacífica".
El primer ministro Benjamín Netanyhau declaró que no renunciará a ninguna zona de Jerusalén, y cuenta con respaldo de la mayoría de los judíos.
La Autoridad Nacional Palestina trató de presionar para que las dos multinacionales de origen francés, el operador Veolia y el constructor Alstom, se retiraran del proyecto. También urgió a los países árabes a que cancelaran sus contratos con ambas compañías.
Veolia se retiró en noviembre, al menos oficialmente. Pero en la práctica, ateniéndose a su ética empresarial de que "negocios son negocios y trabajo realizado", se pueden ver empleados de mantenimiento con la indumentaria característica de la corporación.
Israelíes y palestinos podrán mantener la ilusión de una ciudad sin fronteras. Pero sus sueños rara vez se cruzan, la mayor parte de las veces sólo chocan.