Hay gran movimiento y frenesí este mes en Sri Lanka por celebrarse la Copa Mundial de Críquet 2011. Conservacionistas esperan que el torneo sirva para llamar la atención de los medios locales y extranjeros sobre una especie en peligro: los elefantes.
Después de todo, la mascota del campeonato es el elefante azul Stupmby, que encontrará algunos amigos de la vida real cuando se jueguen partidos en ciudades del interior de este país insular de Asia meridional.
Una de esas ciudades es Hambantota, unos 200 kilómetros al sudeste de Colombo, la capital. Aquí, el nuevo estadio de críquet es apenas uno de los tantos grandes proyectos de infraestructura de la región, junto a un flamante puerto. Hay planes también para construir un aeropuerto y extender las líneas ferroviarias.
El rápido desarrollo urbanístico en lugares como Hambantota redujo el hábitat natural de los elefantes, y los colocó en conflicto con los humanos. Solo en 2009, más de 220 de esos animales murieron en incidentes con humanos, y se estima que perecieron 50 personas.
El estadio de Hambantota se ubica en el corazón de la zona más habitada por elefantes, e ilustra cómo el desarrollo ha afectado a la población de esos animales, señaló la conservacionista Manori Gunawardena.
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"El desarrollo debe ser inclusivo de la fauna y flora para ser sostenible", dijo Gunawardena a IPS. "Reubicar a los elefantes en parques nacionales o en otros lugares, sacándolos de áreas de desarrollo no es la respuesta", sostuvo.
Gunawardena dijo que debían aplicarse planes específicos para la crisis causada por el masivo de desarrollo urbanístico iniciado en los años 80 en las regiones del centro y noreste. El Programa de Desarrollo de Mahaweli hizo que la población de elefantes se aislara en la selva mientras crecían los asentamientos humanos.
"Mahaweli creó un paisaje fragmentado sin espacio para que los animales se movieran", indicó.
Tres décadas después de iniciado el programa, el conflicto entre humanos y elefantes continúa.
En Konweva, una aldea en el noroccidental distrito de Kurunegala, a unos 170 kilómetros de Colombo, elefantes salen de la jungla al atardecer y tranquilamente cruzan la carretera frente a un campamento militar.
El agricultor Immihami Mudiyanse, de 50 años, y una joven llamada Shanika Ekenayaka acompañaron a IPS para ver el momento en que se asomaban los animales.
Cuando comenzó a ponerse el sol, una oscura figura apareció entre los árboles. "Ahí están, le dije que vendrían", señaló Ekenayaka a IPS.
Cuando el primer elefante cruzó la carretera y se dirigió a los arrozales, otro más se asomó desde la jungla. "Otra noche sin dormir", lamentó el agricultor.
Conservacionistas señalaron que la situación en aldeas como Konweva se debía a que los lugares tradicionales de pastoreo para los elefantes fueron fragmentados y reducidos.
Pero hay esfuerzos para resolver el problema. Un nuevo proyecto por 11 millones de dólares financiado por el Banco Mundial intenta modificar la forma en que se ha encarado la conservación de los elefantes en Sri Lanka.
Pasar "del conflicto a la coexistencia entre humanos y elefantes, eso es lo que queremos hacer. El cambio fundamental es mirar el problema también desde el punto de vista del animal", explicó Sumith Pilapitiya, especialista ambiental del Banco Mundial.
A mediados de este año serán lanzados nueve proyectos piloto, cinco en las provincias sureñas y cuatro en las noroccidentales. Pilapitiya dijo a IPS que la planificación se basó en años de investigaciones, y destacó que, por primera vez, el Departamento de Fauna y Flora y el Departamento de Silvicultura trabajaron juntos en un proyecto para la conservación de elefantes.
Uno de los cambios más importantes es el lugar donde se colocarán las vallas eléctricas, usadas ampliamente en Sri Lanka para impedir ataques de elefantes. Lo habitual es ubicarlas en los límites de los parques nacionales o en áreas administradas por el Departamento de Fauna y Flora.
Pero funcionarios del Banco Mundial dijeron a IPS que los elefantes rompían esos vallados en busca de comida en áreas cultivadas cercanas a la selva.
"La idea de instalar una valla en la frontera ecológica (y modificarla) dependiendo de los patrones de traslado de los elefantes", explicó Pilapitiya.
Los animales "se mueven a las aldeas cercanas cuando la comida escasea. El nuevo enfoque implica instalar la valla también en torno a las aldeas", señaló.
Los conservacionistas además quieren que las autoridades encargadas de los proyectos de desarrollo asuman los costos de la protección de los poblados.
Tanto Gunawardena como Pilapitiya dijeron a IPS que el conflicto entre humanos y elefantes se agrava en torno a los nuevos asentamientos urbanos. "Donde los pueblos indígenas han vivido por generaciones, difícilmente vemos ese conflicto", señaló Pilapitiya.
Jayantha Jayewardene, del Grupo de Especialistas en Elefante Asiático, realizó una extensa investigación con familias que habían perdido a sus miembros por ataques de esos animales, y concluyó que la mayoría de las muertes se pudieron haber evitado. Descubrió que más de 60 por ciento de los casos fatales se debieron a que hombres borrachos provocaban a los animales.
"Un solo golpe con la trompa del elefante y el hombre muere. Si los aldeanos conocieran la forma de actuar de los elefantes, aprenderían cómo eludirlos de noche y vivirían en armonía con ellos", dijo Jayewardena.