Protestar con fuego

Angustiado por no poder comprar alimentos subsidiados, el egipcio Abdou Abdel Moneim viajó a El Cairo con la esperanza de que algún parlamentario lo ayudara. Cuando le impidieron acceder a los legisladores se empapó con combustible y maldijo al régimen mientras lo envolvían las llamas.

Sin embargo, y pese a severas quemaduras en sus piernas y rostro, este hombre de 49 años, dueño de un restaurante, sobrevivió.

Al final del mismo día, incidentes similares habían ocurrido en tres países del norte de África.

La semana pasada casi una veintena intentaron autoinmolarse en el mundo árabe, tres con resultados fatales.

Los horrendos intentos de suicidio en público reiteran el acto emblemático de Mohammad Bouazizi, un tunecino de 26 años que se prendió fuego a mediados de diciembre luego de que la policía confiscó el carro que usaba para ganarse la vida, transportando verduras.
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Bouazizi falleció semanas después a raíz de las quemaduras, pero su acto desesperado desató protestas que finalmente hicieron que el presidente de Túnez, Zine Al-Abdine Ben Ali, huyera del país que había gobernado con mano de hierro durante 23 años.

Algunos analistas sostienen que la revuelta tunecina repercutió en millones de árabes que viven bajo regímenes opresivos y que se sienten frustrados por sus difíciles condiciones económicas y sus limitadas oportunidades de mejorar. Muchos establecen paralelos con la situación que se vive en sus propios países y se preguntan si ocurrirá un levantamiento similar.

No resulta sorprendente, entonces, que la historia heroica de un verdulero cuya muerte horrenda y espectacular hizo caer a un tirano haya adquirido ribetes casi legendarios. Pero también puede estar inspirando más historias trágicas.

El 15 de este mes, un día después del derrocamiento de Ben Ali, un argelino de 37 años falleció tras prenderse fuego. Desde entonces, por lo menos 22 intentos de autoinmolaciones se reportaron en Argelia, Mauritania, Marruecos, Arabia Saudita y Egipto.

Son variados los motivos que se presumen en cada caso. Un hombre protestó contra la corrupción y la injusticia, otro porque no podía acceder a vivienda barata, y dos obreros textiles objetaron la decisión de su empleador de transferirlos a otros departamentos.

"Las autoinmolaciones parecen ser actos políticos", dijo el sociólogo Michael Biggs, de la Universidad de Oxford.

"Estas personas pueden tener problemas personales, pero claramente están atribuyéndoselos al sistema político. Pueden estar pensando: ‘Si Bouazizi pudo prenderse fuego y precipitar un levantamiento popular masivo, ¿por qué yo no puedo resolver mi problema?’", agregó.

Según Biggs, los casos en los que manifestantes se incineraron deliberadamente son extremadamente raros, "pero mucho menos raros de lo que la gente cree".

Desde los años 60 se registraron unas 1.000 autoinmolaciones en más de 25 países. A menudo ocurren en serie y son más prevalentes en India, Vietnam y Corea del Sur, que representan más de la mitad de todos los casos.

Hay ejemplos que datan de los años 90 en que nacionalistas kurdos se prendían fuego durante protestas en Europa, pero hasta ahora la práctica no ha sido común en el mundo musulmán, posiblemente debido a que el Islam prohíbe tanto el suicidio como la cremación.

"Es una práctica principalmente oriental. En el budismo y el hinduísmo, la incineración tiene un carácter más sagrado y constituye una forma aceptada de deshacerse de los cadáveres, así que no es tan terrible como pensamos en las tradiciones religiosas cristiana y musulmana", dijo Biggs a IPS.

El espectáculo de una muerte de este tipo puede resultar muy efectivo a la hora de centrar la atención mundial en una causa o injusticia. El anciano monje budista que en 1963 se inmoló en medio de un transitado cruce en Saigón se convirtió en una de las imágenes emblemáticas de la Guerra de Vietnam. Y también fue crucial para revertir la marea de la opinión pública estadounidense contra la guerra.

El acto brutal de prenderse fuego habitualmente suscita reacciones de conmoción y horror, pero también compasión, explicó Biggs. Fue utilizado como forma de protesta por sindicalistas sudcoreanos, checos opositores a la ocupación soviética e indios de las castas superiores, entre otros.

"Probablemente el de Bouazizi sea el ejemplo más exitoso", dijo Biggs.

"El gobierno tunecino cayó muy rápidamente porque su acción inspiró a muchas otras personas a salir a las calles. (Esta práctica) también tuvo éxito en el sur de Vietnam en los años 60, pero derrocar al régimen llevó cinco meses y seis monjes y una monja muertos", añadió.

La eficacia histórica de la autoinmolación como medida de protesta puede ser un motivo por el que funcionarios y medios estatales árabes han intentado retratar esta serie de intentos de suicidio como actos no-políticos de individuos oportunistas y mentalmente inestables.

"El suicidio se ha convertido en una moda pasajera y se está usando para chantajear", declaró el periódico estatal egipcio Al-Akhbar, ridiculizando al hombre que presuntamente amenazó con incinerarse luego de que le rechazaran varias veces su reclamo de una vivienda pública.

Los gobiernos árabes han apelado a líderes religiosos para que enfaticen los mandamientos del Islam contra el suicidio, a fin de desalentar a los jóvenes musulmanes que buscan quitarse la vida.

"El Islam prohíbe categóricamente el suicidio por el motivo que sea, y no acepta la separación del alma del cuerpo como expresión de estrés, ira o protesta", dijo el portavoz de Al-Azhar, máxima autoridad del Islam sunita.

El jeque Yusuf Al-Qaradawi, líder espiritual de la Hermandad Musulmana, que es ilegal en Egipto, urgió en un comunicado a la juventud árabe a honrar la santidad de la vida, culpando a los regímenes represores de las condiciones que los han sumido en la desesperación.

"Queridos hombres jóvenes, cuiden su vida porque es un gran obsequio de Alá, y no se incineren porque son los tiranos quienes deberían arder. Sean pacientes, soporten y sean firmes. Mañana llegará pronto", expresó.

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