En las zonas rurales de la provincia amazónica de Datem de Marañón, en Perú, los maestros suelen tener aulas de 70 alumnos, verse obligados a viajar entre dos y tres días para dar clases y constatar la pérdida paulatina de valores tradicionales de los estudiantes, indicó Emir Masegkai, relatando los retos de la educación en este país.
"Si la educación está mal en general, en el campo estamos peor. Una cosa es imaginar esa realidad y otra vivir ahí", remarcó Masegkai, maestro de origen awajún de la comunidad Kaupan y alcalde saliente de Datem de Marañón, en la región norteña de Loreto, donde 75 por ciento de la población es indígena.
Masegkai es uno de las 350 personas de 54 organizaciones que participaron en la Conferencia Nacional de Educación y Desarrollo Rural, realizada del miércoles 26 hasta este sábado por el no gubernamental Foro Educativo, en Lima.
Los especialistas enfatizaron que la desigualdad que vive Perú, pese a su crecimiento económico, se reproduce en el sector educativo. Los logros de aprendizaje en el campo siguen postergados en algunas regiones comparados con las ciudades.
Numerosos expertos propusieron elaborar un plan nacional de educación rural que sea ejecutado de manera descentralizada y considere la diversidad poblacional.
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Sólo 12 por ciento de los estudiantes de zonas rurales alcanzaron un nivel aceptable en comprensión lectora, según la evaluación censal 2009, muy por debajo del 29 por ciento registrado en las ciudades. En matemática, los primeros alcanzaron siete por ciento de la meta y los segundos 17 por ciento.
Se registraron algunos avances en relación con las cifras de 2008, pero no fue parejo en todas las regiones.
En Apurímac, hubo una leve mejora de dos puntos porcentuales, pero se mantuvo por debajo del promedio nacional. En 2009 aprobaron 8,2 por ciento de los estudiantes en comprensión lectora, en tanto el año anterior fueron seis por ciento.
En Huánuco, la situación fue similar, con 10,1 por ciento, en 2009, y 6,7, en 2008.
"La brecha entre el mundo rural y urbano es enorme. Perú es el país más desigual en educación en América Latina", aseguró José Rivero, consultor en temas de educación, en referencia a un informe comparativo realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en 2008.
Las 25 regiones del país elaboraron planes educativos regionales, pero la mayoría no adoptó medidas concretas para beneficiar a los estudiantes del campo.
El gobierno central tampoco incorporó en el plan nacional de educación la realidad del campo ni sus desafíos, dijo César Sánchez, del Foro Educativo, a IPS, tras enfatizar que la responsabilidad recae sobre los diversos organismos estatales.
"El proceso de descentralización debe ser una oportunidad para mejorar la calidad educativa en zonas alejadas, pensar en una nueva forma de gestión y considerar los cambios de la ruralidad", señaló Sánchez, quien resaltó la experiencia de la región de San Martín, donde se establecieron planes a mediano plazo y con presupuesto.
Hay 44.480 instituciones educativas en zonas rurales, de las cuales 22.000 son de nivel primario. Una cuarta parte de las escuelas están lejos de las viviendas de los estudiantes. Hasta 2006, 13 por ciento de los centros poblados rurales contaban con locales de educación secundaria.
La población rural de Perú representa 24.1 por ciento de los 29 millones de habitantes, según cifras oficiales, de los cuales 60 por ciento son pobres y 28 por ciento viven en extrema pobreza. La calidad de la educación tiene que ver con las condiciones sociales y económicas.
"El maestro es muchas veces la única presencia del Estado en esas comunidades", aseguró Emir Masegkai.
La importancia del papel del maestro llevó a que en uno de los grupos de discusión de la Conferencia se planteara que ellos integren los consejos de participación regional para que conozcan las necesidades de la población y la visión de sus territorios.
También se propuso elaborar un plan nacional de educación rural articulado con los planes regionales y con una mirada intersectorial. Además se planteó la necesidad de que los pobladores se involucren con el proceso de descentralización y no dejen todo en manos de las autoridades.
Carmen Montero del Instituto de Estudios Peruanos remarcó la necesidad de considerar las diferencias geográficas y culturales de la población rural.
"¿Quién más que las autoridades regionales para saber qué sucede en sus localidades? Hay que hacer que las regiones se miren a sí mismas", señaló Montero.
La definición de lo rural no es estática. En la actualidad, esas zonas alejadas están cada vez más urbanizadas, globalizadas en medio de conflictos por la tierra y el acceso a los recursos naturales, y empoderadas, señaló Carlos Monge, de Propuesta Ciudadana. Con todo eso, el campo sigue siendo pobre, añadió.
"Hay que entender que no somos un país homogéneo que desarrolla comportamientos promedio", subrayó.
PAPEL DEL MAESTRO
Magaly Robalino, responsable del sector educación de UNESCO para la región andina, señaló que en diversos países de América Latina el papel del maestro no está claro y que debe determinarse a partir de un conocimiento de lo rural que supere los "estigmas y la discriminación".
"Es cierto, hay atrasos pero también hay vidas culturales importantes que deben rescatarse" para elaborar planes de educación, agregó Robelino.
Existe una "mirada global de la educación" que exige analizar qué impactos específicos se generan en diversos escenarios y pensar en otras formas de medir los conocimientos en el aula, dijo a IPS.
"Toda cultura se mantiene a través de la educación, pero ahora lo que vemos es que los estudiantes se alejan cada vez más de las tradiciones y pierden su identidad", aseguró Masegkai.
"¿Cuál es el equilibrio para enseñar las tradiciones y las cuestiones de la modernidad en las escuelas de zonas rurales?", preguntó María Amelia Palacios, jefa del proyecto SUMA de educación primaria, ejecutado por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), principalmente en las zonas rurales.
La respuesta a ese desafío está en promover las capacidades innovadoras del maestro para valorar las tradiciones y las herramientas del mundo moderno, y que el sistema educativo reconozca como un aporte las diferencias, explicó la especialista.