Albertine Yahwah mece a su bebé sentada en un banco de madera en este pequeño pueblo liberiano, en la frontera norte con Costa de Marfil, desde donde llegó con su marido y otro hijo escapando de la difícil situación en su país.
La familia evitó las rutas principales de Costa de Marfil. La mujer de 20 años debió atravesar la selva en chancletas y cruzar puentes rotos. Todos llegaron exhaustos y hambrientos tras la caminata de tres días.
"La gente de (Laurent) Gbagbo nos obligó a votar por él y la de (Allasane) Ouattara igual", relató la joven refiriéndose a los candidatos que participaron en la segunda vuelta electoral del 28 de noviembre. "Por eso me asusté y me fui", añadió.
Albertine es originaria de Danane, una localidad en pleno norte de Costa de Marfil, controlado por los rebeldes que apoyan a Ouattara. El ex primer ministro fue declarado triunfador de los comicios, pero no pudo asumir la presidencia porque el resultado terminó siendo invalidado.
El presidente en ejercicio, Gbagbo, respaldado por el sur cristiano, se declaró victorioso. Pero el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) emitió una resolución reconociendo formalmente a Ouattara como presidente.
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Costa de Marfil quedó partido al medio con dos personas reclamando la presidencia. El ejército y las fuerzas de seguridad responden a Gbagbo, en tanto los rebeldes, la ONU, numerosos gobernantes africanos y Occidente, a Ouattara.
"Si votas por Gbagbo y no gana, te agreden, y si lo haces por Alassane y pierde, lo mismo", se lamentó Albertine.
La joven y su familia saben muy bien cómo es una guerra. Hace ocho años, miles de personas murieron en el conflicto que enfrentó a los rebeldes musulmanes del norte con el gobierno, controlado por el sur cristiano.
Partes de su pueblo quedaron totalmente destruidas por los bombardeos. La gente escapa por miedo a que se repitan los violentos combates de 2002.
Ya murieron por lo menos 20 personas en Abidjan, lo que hace temer por una nueva guerra civil.
"Tenía miedo de caminar por la ruta principal", relató Albertine. "Estuvimos tres días sin comer. Al cruzar la frontera, a la gente le dio lástima y nos ofrecieron alimentos", añadió.
Alrededor de 4.500 marfileños cruzaron la frontera, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), pero la cifra va en aumento.
Desde el comienzo de los enfrentamientos, tras las elecciones de noviembre, la guardia fronteriza se vio invadida por los marfileños que emigraban a Liberia, coinciden las organizaciones Consejo Danés para los Refugiados y Equip Liberia.
La mayoría de las más de 5.000 personas que huyen son mujeres, niños, niñas y ancianos y ancianas. No se alojan en campamentos para refugiados, sino en la casa de familias liberianas.
"Desde que vienen los marfileños, la situación se ha vuelto muy difícil", señaló Samuel Woleh, jefe de una familia de 10 personas, que viven en el pueblo cercano de Karnplay.
Woleh aloja a cinco marfileños en la pequeña choza de su madre. "El año pasado no cultivamos y ahora la cosa se pone muy difícil. Antes cocinábamos seis tazas de arroz y ahora 10", añadió.
Liberia todavía se recupera de una guerra civil de 14 años. Este país no produce suficientes alimentos para cubrir la demanda local, por lo que la llegada de refugiados, en especial en la temporada festiva, somete a un gran estrés a las aldeas y los pueblos fronterizos.
"La política de Liberia no es tener campamentos", señaló George Francis Iwa, del Consejo Danés para los Refugiados.
"Al principio habrá capacidad de absorber a los familiares y amigos que vengan de Costa de Marfil, pero es limitada", remarcó.
Acnur y el Programa Mundial de Alimentos comunicaron que tienen suficientes insumos para más de 10.000 personas.
La población de Kissiplay, una pequeña aldea cerca de Karnplay donde hay una escuela y ninguna clínica, se duplicó con la llegada de refugiados marfileños.
"No hay suficiente alimento aquí", señaló Peter Duo, jefe de la aldea. "Lo poco que tenemos lo estamos compartiendo. No tenemos baños ni agua potable. La gente está hambrienta", añadió.
Más de 1.000 refugiados marfileños se concentran en pequeñas chozas de barro. La población local les da todo el espacio que puede a sus desesperados vecinos, pues sufrieron una situación similar durante la guerra civil.
Hay suficientes alimentos y suministros, pero no agua potable ni personal de salud.
"Informamos a Acnur de la mayor cantidad de pacientes y de que necesitamos asistencia adicional", señaló J. Romaz Zizi, responsable del centro de salud.
"La mayoría de los pacientes consultan por paludismo e infecciones respiratorias graves", añadió.
Equip Liberia, responsable de varias clínicas fronterizas, también denunció un aumento de la cantidad de pacientes.
El gobierno de Liberia informó que no rechazará a la gente de Costa de Marfil y que tiene pensado hacer frente a la situación si se intensifica.
Pero si la violencia recrudece en ese país, el impacto será cada vez más difícil de absorber para los países vecinos.