FILIPINAS: Subsidios permiten regresar a la escuela

Gracias al programa filipino de alivio de la pobreza mediante el cual se realizan transferencias de dinero sujetas a condiciones, uno de los cuatro hijos de Marilyn Vargas pudo volver a la escuela luego de dos años.

Y debido a las condiciones que acompañan el programa (CCT, por sus siglas en inglés), Vargas, de 42 años, se considera una madre más sabia.

Sin el subsidio mensual del gobierno, de 32 dólares en efectivo, enviar a sus hijos a la escuela habría resultado una carga aún más pesada para la familia de Vargas.

Ella y su esposo enfermo se ganan la vida vendiendo verduras en Pasay, una ciudad muy congestionada del área metropolitana de Manila.

El programa CCT extiende ayuda en efectivo por cinco años a las familias filipinas más pobres, siempre y cuando sus hijos vayan a la escuela, se realicen exámenes médicos preventivos, las embarazadas reciban atención pre y post-natal, y los padres asistan a sesiones mensuales de desarrollo familiar.
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El plan aspira a llegar este año a un millón de los hogares más pobres de este país del sudeste asiático de 94 millones de habitantes.

Pero no por estar abarcados en el programa CCT Vargas y sus vecinos de la aldea de Barangay 184 —en Maricaban, Pasay— se han cruzado de brazos.

Al comienzo no tenían ni idea de cuáles eran sus obligaciones, además de usar el efectivo, admitió Vargas, líder de un grupo de mujeres beneficiarias de su comunidad, una de varias organizadas por el gobierno municipal junto con el Departamento de Bienestar Social y Desarrollo, que está al frente de la implementación del CCT en el país.

Actualmente participan en otros programas de alivio de la pobreza orquestados por el gobierno de la ciudad, lo que incluye un plan comunitario basado en el ahorro.

Antes "simplemente me quedaba en casa, atendiendo a mis (tres) hijos", recordó Anna Liza, una madre soltera de 28 años. Ahora participa en las reuniones de su grupo, lideradas por Vargas, para discutir sus actividades como beneficiarios del CCT.

Esto incluye recolectar sus ahorros semanales individuales de 46 centavos de dólar, con la esperanza de iniciar un negocio que les brinde el sustento cuando termine la concesión de fondos.

En el subsidio mensual máximo en efectivo por hogar figura una asistencia para educación de siete dólares por hasta tres hijos de hasta 14 años.

Esa ayuda también incluye 11 dólares para satisfacer las necesidades de salud y nutrición de la familia, particularmente de mujeres y niños.

Aunque la educación básica es gratuita, muchas familias pobres no pueden costear sus necesidades más básicas. Siete de cada 10 filipinos intentan cubrir alimentos, vivienda, vestimenta, atención médica y educación con apenas dos dólares diarios, según la no gubernamental Fundación IBON.

"No alcanza con que las escuelas sean gratuitas", dijo Mary Grace Agcaoili, experta en políticas sociales del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), una de las agencias internacionales que apoya el programa CCT de Filipinas.

En la ciudad de Cebu, unos 600 kilómetros al sudeste de Manila, quedaron atrás las épocas en que era común que los padres maltrataran a sus hijos, dijo a IPS Maria Baswa, cuya familia es una de las 324 beneficiarias de ese plan.

El país lanzó en 2008 su programa CCT, titulado "Construyendo puentes para la familia filipina". Para 2011 se propone llegar a 2,3 millones de hogares con un presupuesto de 77 millones de dólares, y para 2016 aspira a abarcar unos cuatro millones de familias.

La mensualidad de 32 dólares puede aumentar 52 por ciento los ingresos de las familias filipinas más pobres, según un estudio de la Fundación IBON titulado "Transferencias condicionales de efectivo y la persistencia de la pobreza".

La fundación considera que aunque el CCT brinde alivio a corto plazo implica un dádiva, "porque los beneficiarios reciben dinero a cambio de algo que no está relacionado con su trabajo como individuos productivos".

Sin embargo, Agcaoili se preguntó por qué considerar que se trata de una dádiva en lo relativo a los pobres, agregando que la clase media y trabajadora tienen mecanismos de protección social a los que los pobres no siempre tienen acceso.

"La mayoría de nuestros pobres quieren salir de la pobreza, y ya estaban haciendo algo al respecto", incluso antes de todos estos programas, dijo a IPS la secretaria de Bienestar Social, Corazón Soliman, durante una visita a beneficiarios del CCT en Cebu.

El CCT es un "gran impulso" a esos esfuerzos, opinó.

*Este artículo fue producido por IPS Asia-Pacífico como parte de una serie sobre el impacto de la crisis económica mundial sobre niños y jóvenes, en colaboración con Unicef de Asia oriental y el Pacífico.

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