África será una de las regiones más golpeadas por el cambio climático, lo cual amenazará la seguridad alimentaria del continente, advierte un estudio que se publicará el mes próximo.
Se prevé que, ya en 2035, si las temperaturas mundiales aumentan dos grados, África austral podrá llegar a un incremento promedio de 3,5.
El Centro Hadley de la británica Oficina Meteorológica alertó que las temperaturas mundiales promedio pueden alcanzar un aumento de cuatro grados para 2060 si no se frenan las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero.
«La prognosis para la agricultura y la seguridad alimentaria en África subsahariana» en un mundo cuatro grados más caliente «es funesta», escriben los autores de una edición especial del Philosophical Transactions of the Royal Society, a publicarse en enero.
«Un aumento de cuatro grados será horrendo, y debe evitarse a toda costa», dijo Philip Thornton, del Instituto Internacional de Investigación en Ganadería de Nairobi y coautor de un informe para esa publicación especial titulado «Four Degrees and Beyond: The Potential for a Global Temperature Increase of Four Degrees and its Implications» (Cuatro grados y más: El potencial de un aumento de cuatro grados en las temperaturas mundiales y sus implicaciones).
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«Esta edición especial es un llamado a la acción, para que podamos evitar semejante futuro», dijo Thornton a IPS/TerraViva.
Aunque surja un nuevo tratado climático de la 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 16), que se realiza hasta el 10 de este mes en Cancún, un aumento de dos grados parece inevitable, sostuvo.
Desde una perspectiva realista, nadie espera un tratado climático exhaustivo por varios años. Esto significa que África austral podrá ser 3,5 grados más caliente y mucho más seca en el futuro, dijo Thornton.
«Las cosas serán muy difíciles para la agricultura que se alimenta de lluvias en esta región», advirtió Thornton.
Incluso un aumento de dos grados sería devastador para Sudáfrica, Zimbabwe, Botswana y otros países vecinos, dijo Lance Greyling, integrante del parlamento sudafricano.
«No podemos tener (un aumento de) más de 1,5 grados en el mundo, y ésa ha sido la posición de África desde la COP de Copenhague», que se realizó hace un año, dijo Greyling en una entrevista realizada en México en el foro sobre cambio climático de la Organización Global de Legisladores para el Equilibrio Ambiental (Globe).
El agua es una enorme limitación que pesa sobre la agricultura y la economía de Sudáfrica, dado que 98 por ciento de los recursos de agua dulce ya están asignados, planteó.
Se necesitará trabajar mucho para ayudar a los agricultores a adaptarse a estas nuevas condiciones, lo que incluirá el desarrollo de variedades resistentes al calor y a las sequías, dijo Thornton.
Aprender de otras regiones con condiciones similares a las esperadas en África austral en los próximos 20 a 30 años, así como traer semillas de esas regiones, tendrá que formar parte de la estrategia de adaptación.
Esto también significa que cultivos que requieren grandes cantidades de agua, como el maíz, tendrán que ser sustituidos por mandioca, mijo y sorgo. Eso implicará un cambio social, dado que la población local prefiere ampliamente el maíz, y la preparación de los demás cultivos es diferente y puede ser más difícil, dijo.
«Es un desafío enorme», opinó Thornton.
Las proyecciones climáticas para el resto de África subsahariana están menos claras en un mundo dos grados más caliente. Los cambios en los patrones que rigen estaciones y lluvias vienen ocurriendo desde hace 20 o 30 años, y se prevé que continuarán.
Temperaturas más elevadas significan que los cultivos necesitarán más agua, y se prevé que las lluvias serán similares o menos abundantes, especialmente en las regiones secas.
Y, lo que es más importante, es probable que las lluvias se produzcan en menos ocasiones y con periodos secos más extensos en el medio, lo que dificultará la actividad agrícola a medida que el planeta se recaliente.
El estudio concluye que, en un mundo dos grados más caliente, el costo de alcanzar el Objetivo de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio sobre seguridad alimentaria, que se propone reducir a la mitad la proporción de personas hambrientas para 2015, será de entre 40.000 y 60.000 millones de dólares anuales.
«Con esta inversión, los serios daños causados por el cambio climático no se evitarán», dice.
Para 2050, los países del Sahel, región ubicada al sur del desierto del Sahara, experimentarán condiciones de cultivo que actualmente no tienen parangón en el mundo, dijo Sonja Vermeulen, subdirectora de investigaciones en el Programa sobre Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria que se lanzó la semana pasada en Cancún.
Se trata de una iniciativa de investigación que insumirá 200 millones de dólares y buscará abordar los impactos del cambio climático sobre la agricultura. Espera reducir 10 por ciento la pobreza en regiones puntuales y disminuir 25 por ciento la cantidad de pobladores rurales desnutridos para el año 2020.
Esas condiciones climáticas sin precedentes vuelven difícil, si no imposible, cultivar alimentos. No hay posibilidad de adaptación sin recursos significativos procedentes del exterior, señaló Vermeulen en un comunicado.
Los crecientes riesgos del cambio climático van más allá del «actual espectro de abordaje» de las comunidades locales o de las instituciones nacionales, dijo Janice Jiggins, de la Universidad y Centro de Investigación de Wageningen, en Holanda.
En teoría, las pérdidas de África podrían compensarse con las ganancias derivadas de la productividad en regiones más norteñas, como Canadá y Rusia. Sin embargo, contar con eso es una estrategia muy riesgosa, sostuvo.
«No podemos confiar en la redistribución de recursos vía comercio como un mecanismo de adaptación», dijo Jiggins a IPS/TerraViva.
Estudios previos mostraron que con un calentamiento inferior a dos grados, los precios mundiales de los granos probablemente se duplicarán para 2050 o antes. Otros 25 millones de niños podrán estar desnutridos, dijo Gerald Nelson, investigador del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, con sede en Washington.
Esos estudios solamente se fijaron en los cambios de temperaturas y precipitaciones, y «las variaciones mes a mes fueron drásticas», dijo Nelson a IPS/TerraViva.
Todavía falta incorporar los impactos sobre el ganado. Si las temperaturas continúan aumentando tres y cuatro grados, será muy difícil hacer algo para adaptarse en muchas partes del mundo, señaló.
Incluso con un mundo dos grados más cálido, la escala real del problema de la seguridad alimentaria en África se ha subestimado mucho y requerirá enormes inversiones, concluyó Thornton.
«Es completamente injusto que, aunque África no es realmente responsable del problema, la mayor carga recae sobre su sector agrícola», dijo.
«Lo último que necesitaba África era el cambio climático», agregó.