Brasil pretende ser un gran productor mundial de aceite de palma, expandiendo un nuevo monocultivo exótico en la Amazonia oriental, donde también se multiplican las plantaciones de eucalipto en extensas áreas ya deforestadas.
Pará se consolida como la tierra brasileña de la palma africana (Elaeis guineensis), después de destacarse como el estado amazónico que más bosques nativos perdió por causa del avance de la agricultura, la ganadería, la industria maderera y la extracción del carbón vegetal usado en la siderurgia local.
Con dos proyectos en ese estado norteño, la empresa Petrobras Biocombustible tiene como meta producir 420.000 toneladas anuales de aceite de palma, el doble de la producción brasileña actual. Setenta por ciento se destinará a Portugal, donde se convertirá en biodiésel para abastecer a Europa, en una asociación con la empresa local Galp.
Ya se están plantando palmeras en 6.000 hectáreas y preparando otras para totalizar 74.000 hectáreas.
"Nuestro foco es el creciente mercado de biodiésel", pese a los buenos precios que paga la industria de alimentos y de cosméticos, señaló a IPS Janio Rosa, director de Suministro Agrícola de la subsidiaria especializada en biocombustibles de la firma estatal Petrobras.
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Por su parte, la compañía brasileña Vale, la mayor productora y exportadora mundial de mineral de hierro, privatizada en 1997, inauguró el año pasado su proyecto para producir 160.000 toneladas anuales de biodiésel a partir de 2014, para consumo propio en sus máquinas y locomotoras que extraen y transportan sus productos.
Para eso está sembrando 60.000 hectáreas de palma en seis áreas del mismo estado de Pará, donde tiene sus mayores reservas minerales en la Sierra de Carajás.
El gobierno lanzó en mayo el Programa de Producción Sustentable de la Palma Aceitera, con incentivos crediticios y apoyo técnico.
Una zonificación agroecológica identificó 31,8 millones de hectáreas aptas para el cultivo en el país, casi equivalente a la superficie de Alemania, pero autorizó la siembra en solo 4,3 millones de hectáreas, la mayor parte en Pará.
La gran productividad de la palma en tierras ecuatoriales abre la posibilidad de diversificar las materias primas del biodiésel brasileño, hasta ahora hecho de soja en cerca de 85 por ciento, y permitirá convertir a Brasil en un gran exportador del aceite. Actualmente importa la mitad del aceite que consume, unas 450.000 toneladas al año.
La rentabilidad es asegurada por una posible productividad de seis toneladas anuales por hectárea en un cultivo permanente, que dura 25 a 28 años, además del creciente mercado de biocombustibles, señaló Rosa. Eso justifica proyectos de biodiésel, aunque el aceite de palma tenga hoy mejores precios en la industria alimentaria y química.
Pero Agropalma, la única gran productora de aceite de palma en Brasil, dejó de hacer biodiésel "temporalmente", desde agosto, porque sus precios no son competitivos en las subastas públicas de contratos de suministro, aunque aprovechaba, en su producción, residuos del proceso de refino de aceite, también usados en la industria de jabones.
En Colombia, el mayor productor latinoamericano de biodiésel, son necesarios subsidios. El gobierno compra el combustible pagando el precio de mercado del aceite vegetal más los costos de conversión, explicó Jens Mesa, presidente ejecutivo de la Federación Nacional de Cultivadores de Palma de Aceite (Fedepalma) de ese país.
Con más de 800.000 toneladas al año, Colombia también lidera la producción de aceite de palma en esta región, gracias a la persistencia del sector privado que se organizó en Fedepalma desde 1962, recordó Mesa a IPS.
El apoyo gubernamental fue "intermitente" hasta consolidarse durante los dos mandatos presidenciales de Álvaro Uribe (2002-2010), culminando con la adopción de la mezcla de 10 por ciento de biodiésel al combustible de origen fósil a partir de este año.
En Brasil la mezcla es de cinco por ciento desde enero, porcentaje que se preveía alcanzar en 2013.
Colombia dispone de "tres millones de hectáreas con buenas condiciones para el cultivo", además de las 365.000 hectáreas ya sembradas, según Mesa.
La palma es "la única actividad rural a la cual se exige licencia ambiental" en ese país y beneficia a 6.000 familias de pequeños agricultores, arguyó contra las críticas ambientalistas.
América del Sur y Central aparecen como nuevas fronteras de la palma africana, ante el crecimiento de la demanda. Pero se busca evitar la deforestación y los daños sociales registrados en Indonesia y Malasia, que concentran 85 por ciento de la producción mundial del aceite de palma.
La Mesa Redonda sobre Aceite de Palma Sustentable (RSPO, por sus siglas en inglés), creada en 2002 por empresas productoras y consumidoras, así como por organizaciones ecologistas, establece compromisos ambientales, sociales y legales que descartan la deforestación, limitando la expansión a áreas ya degradadas.
Petrobrás Biocombustible prioriza también la inclusión social, fijando como meta contratar 2.250 agricultores familiares para producir mitad de la materia prima en un proyecto y 20 por ciento en el otro volcado a la exportación.
Adhesión a las leyes, reforestación con frutas nativas, educación e investigación ambiental harán parte de los proyectos, anunció Rosa. "La diversidad construye", dijo para señalar el compromiso de cooperar con pequeños y grandes agricultores, y de restaurar los bosques donde se deforestó más que el permitido.
La legislación brasileña exige para la Amazonia la preservación de los bosques en 80 por ciento de cada predio, en la llamada reserva legal.
Tantos cuidados no impiden el rechazo de ambientalistas y activistas sociales. "Estamos contra cualquier monocultivo en gran escala, incluso de árboles", en defensa de la biodiversidad y un clima más equilibrado, afirmó João Pedro Stédile, uno de los coordinadores del Movimiento de los Sin Tierra y de la internacional Vía Campesina.
Los bosques nativos de Pará son vitales para el clima sudamericano, porque en la Amazonia oriental se recicla la humedad de los vientos del Atlántico, asegurando buena parte de las lluvias amazónicas, según científicos.
Además, la evaporación forestal amazónica, desviada al sur por la cordillera de los Andes, irriga las áreas agrícolas más productivas de Brasil, Argentina y Paraguay.
Otro riesgo es fitosanitario. Convertir Pará en "un mar de palma", hará muy difícil controlar las plagas, advirtió José Stanley de Oliveira, gerente de Fitosanidad de Agropalma, que con algunos asistentes ha logrado hasta ahora contener los numerosos enemigos de las palmeras.
Dos insectos son los más peligrosos y mortales: el Eupalamides cyparissias, que perfora varias partes de la planta, y el Rhynchophorus palmarum, que provoca la enfermedad del anillo rojo, "incurable". El control biológico se impone por razones ambientales y porque "solo hay dos insecticidas" registrados para cultivo de palma en Brasil, sostuvo.
Brasil llevará muchos años para disputar mercados externos. Tiene hoy una participación irrelevante, de 0,5 por ciento, en la producción mundial de aceite de palma, que alcanzó 46 millones de toneladas este año y las palmeras solo fructifican a los tres años, alcanzando su plenitud a los ocho, dependiendo de las condiciones de cultivo. Pero la demanda por aceites vegetales seguirá creciendo más que la población y la economía mundial, y para atenderla hacia 2050 serían necesarios 13 millones de hectáreas adicionales de palma, según proyecciones de Timothy Killeen, investigador de Conservación Internacional. La soja exigiría 93 millones de hectáreas más.
Su gran productividad oleícola y la ventaja de no contener ácidos grasos trans, rechazados por razones de salud, explican el crecimiento vertiginoso de la producción de aceite de palma, que se multiplicó por nueve desde 1980. Aún así será difícil disponer de excedentes para el biodiésel.