Después de 50 años, la población de focas grises, casi exterminada, se multiplicó en la costa polaca del mar Báltico. Un hecho que genera inquietud entre pescadores y algunos científicos.
Voluntarios del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) identificaron 12 animales en la reserva costera de Mewia Lacha a fines de octubre y las fotografiaron. El tamaño del grupo hizo que la imagen fuera calificada de «sensacional».
Una escena que, al parecer, será cada vez más habitual. En los últimos 20 años, la población de focas grises, la Halichoerus grypus, aumentó en la zona del mar Báltico de 4.500 a 20.000 individuos.
«Las focas son embajadoras de la vida en el Báltico», dijo a IPS el jefe de la estación marina Hel, del Instituto de Oceanografía de la Universidad de Gdansk, profesor Krzysztof Skora.
Los ejemplares «están mucho más flacos, pero su salud mejoró. Detectamos menos metales pesados y sustancias tóxicas en su organismo, lo que quiere decir que el mar está menos contaminado que antes», explicó el profesor.
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La población actual está muy por debajo de los 100.000 ejemplares estimados a principios del siglo XIX. Los pescadores consideraban a las focas un «fastidio» porque rompían sus precarias redes de pesca y comenzaron a exterminarlas.
Las agarraban con trampas y jaulas y tras presentar una mandíbula como trofeo a la Oficina de Pesca Marina, recibían compensación económica.
Pero la suerte de las focas comenzó a cambiar a fines de los años 80, cuando los países del mar Báltico, que habían querido reducir la cantidad de individuos, comenzaron a protegerlos al concluir que sin ese animal el ya deteriorado ecosistema marino sería aún más frágil y que su coexistencia con humanos es perfectamente posible.
Suecia encabezó los esfuerzos para reintroducir las focas grises.
En Polonia se creó en 2000 un centro de cría y rehabilitación. Desde entonces, todos los años, se ponen en libertad nuevos ejemplares. El último verano boreal fueron tres recién nacidos y cinco rescatados.
«Cada ejemplar lleva un microchip, pero es necesario estar cerca para leerlo», señaló Marcin Gawdzik, de la estación marina Hel. «Algunos tienen transmisores de sistema de posicionamiento global, GPS, pero funcionan unos pocos meses, lo que le dura la batería o hasta que mudan de piel», explicó.
El sistema de control consiste de patrullas a pie y fotografías aéreas.
A los científicos les preocupa la cantidad de animales muertos que aparecen todos los años en las playas. Una razón podría ser el crecimiento de la población, aunque también consideran otros factores como virus, contaminación del agua o la actividad humana.
«Algunas focas estaban heridas», señaló Gawdzik. «Pero las causas de la muerte sólo podrán saberse después de hacer una autopsia a cada animal», añadió.
Pero no todo el mundo festeja la reinserción de las focas. Los pescadores se quejan de que les roban la captura.
«Las focas son un desastre», señaló Zbigniew Pyra, presidente de la Cooperativa de Pescadores de Stegna, una comunidad en la costa de la bahía de Gdansk. «No podemos ganarnos el pan» se lamentó.
«Hace dos meses que no atrapo ni un salmón, dijo Pyra a IPS. «Cerca de cada una de nuestras redes rondan entre cuatro y cinco focas a la vez. Tratamos de espantarlas tirándoles piedras, pero no se inmutan. Luego encontramos sólo cabezas y esqueletos de peces.
Los pescadores quieren recibir compensaciones del gobierno, como los agricultores que son indemnizados por los destrozos causados por animales salvajes. Pero por ahora no está previsto.
El profesor Skora considera que los pescadores exageran. «Tratamos de acopiar esos datos, pero recibimos pocas denuncias. Si quieren una compensación deben probar su pérdida», indicó.
La población no debe asustarse de los programas de protección de focas, indicó Skora. Por el contrario, les ayudará a pasar de la actividad pesquera a la turística.
«Alguna gente cree que basta con construir infraestructura, pero los turistas no vienen porque haya un hotel. Los atraen las focas y otros valores naturales», añadió.
La estación marina Hel y WWF comenzaron el año pasado una campaña de información sobre cómo comportarse frente a una foca.
Antes de comenzado el programa, 40 por ciento de las personas entrevistadas para un estudio de opinión dijeron que no sabían que las focas vivían en el mar Báltico. Una de cada tres tenía el concepto erróneo de que si encontraba una en la playa, debía echarle agua.
«Lo que más necesitan es tranquilidad», indicó Gawdzik. «Llegan a la costa para descansar y pueden quedarse varias semanas, en especial en la temporada de cría y muda de piel», explicó. La campaña generó un sorpresivo ataque de biólogos marinos que la consideraron el «peor ejemplo de comercialización primitiva».
La foca gris no es una especie en peligro, dijeron los científicos Jan Marcin Weslawski, Lech Stempniewicz y Tomasz Linkowski al diario Gazeta Wyborcza.
El hábitat natural de la foca son las rocas y las islas escandinavas, indicaron, no las playas polacas, poco apropiadas ahora que hay más gente y menos hielo que hace un siglo.
Pero el profesor Skora discrepa con ellos.
«Las focas del Báltico son una especie en peligro protegida por la legislación polaca e internacional. En las islas escandinavas suelen estar más seguras por las reservas especiales. Lo que tenemos que hacer en Polonia es evitar abusar de su confianza y no entrar en contacto directo», explicó.
* Este artículo es parte de una serie de reportajes sobre biodiversidad producida por IPS, CGIAR/Bioversity International, IFEJ y PNUMA/CDB, miembros de la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org).