Las lluvias monzónicas empaparon la tierra debajo del hogar de Mon Hol, en Camboya, hasta que se convirtió en lodo que le llegaba a los tobillos. El deteriorado techo de paja de su choza apenas le ofrece protección.
A pesar de estas difíciles condiciones, él y su esposa estaban saludables, y sus tres hijos tenían suficiente para comer todos los días. Pero las cosas cambiaron.
Hace apenas tres años, el mundo de Mon Hol se fue de control: un examen de VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) le dio positivo, al igual que a su esposa Roun Ry. Él apenas podía comprender lo que eso significaba.
Sus vecinos en esta pequeña aldea rural camboyana se enteraron, y la noticia corrió rápido. La familia comenzó a ser víctima de burlas y discriminación. Cuando recorría la aldea en su bicicleta, Mon era señalado por todos. Nadie se le acercaba ni hablaba con él por infundados temores a contagiarse del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
Pronto comenzó a deteriorarse su salud. Los médicos le ordenaron tomar medicamentos todos los días, pero la clínica más cercana se encontraba a una hora de distancia. Apenas podía darle de comer a su familia, así que le era imposible pagar transporte para recibir los fármacos.
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"Tenía miedo. Ni siquiera conocía a otro que tuviera VIH", contó Mon.
Su caso ejemplifica las dificultades que afronta esta nación del sudeste asiático para reducir la prevalencia del VIH y ofrecer tratamiento antirretroviral a todos los infectados, como se comprometió en los Objetivos de Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas para el Milenio.
En la Camboya rural, muy lejos de la atención médica más básica, las mejores intenciones se enfrentan en forma abrupta con la realidad diaria.
Hace tres años había escasas opciones para Mon. Sabía muy poco del virus que tomó control de su cuerpo. En su aldea no había servicios médicos ni consejeros ni nadie con quién hablar de la enfermedad. El sistema de salud del país no llegaba hasta su zona, y pocas organizaciones no gubernamentales operaban allí.
El hospital en la capital provincial estaba a una hora de viaje. Para los agricultores pobres, trasladarse allí es casi como viajar a otro país.
Pero, en 2009, una organización liderada por monjes, la Asociación para el Budismo y el Desarrollo de la Sociedad (BSDA), lanzó un programa que cambió la vida de Mon.
La iniciativa vincula a personas infectadas y les ofrece consejería y educación sobre salud, así como a sus vecinos. También le permitió a Mon recibir medicamentos en forma regular. La BSDA también ofrece apoyo económico mensual para que Mon viaje a la clínica más cercana para su tratamiento. "Los que viven en la aldea son muy pobres", señaló Pheaktra Lansamrith, coordinador del proyecto de BSDA. "Si no tienen dinero, algunos simplemente no recibirán lo que necesitan".
Camboya ofrece tratamiento antirretroviral gratuito a personas sin recursos como Mon. En áreas rurales y aisladas como ésta, el apoyo puede salvarles la vida.
"El VIH y el sida son el gran tema, el gran desafío en Camboya, especialmente en áreas rurales como Kampong Cham", dijo el director ejecutivo de BSDA, el monje Thorn Vandong.
Thorn señaló que, si bien las autoridades reconocen la importancia de enfrentar el sida, muchos habitantes de las zonas urbanas pobres tienen poco conocimiento sobre la enfermedad.
"No piensan que el VIH/Sida sea el mayor problema. Pueden tener sexo sin condones, no les importa", dijo Thorn. "En (idioma) jemer, decimos: No le tienen medio al sida, sino a no tener sexo", añadió.
No obstante, para tratarse de un país sumido en la pobreza tras décadas de conflicto, Camboya ha dado grandes pasos contra el sida, según revelan estadísticas. El gobierno camboyano se comprometió a reducir la tasa de prevalencia del VIH entre adultos a 1,8 por ciento para 2015, pero ya superó con creces esa meta. Estimaciones actuales ubican la tasa en torno a 0,7 por ciento.
Este país también logró un rápido crecimiento en la proporción de infectados que reciben tratamiento. En 2002, sólo tres por ciento de los que necesitaban antirretrovirales accedían a ellos, y sólo dos instalaciones médicas ofrecían terapias.
El gobierno señala que más de 40.000 personas ahora tienen acceso a antirretrovirales, lo que representa una cobertura de alrededor de 86 por ciento.
Para fines de 2009, se ofrecía tratamiento antirretorviral en clínicas u hospitales de 20 de las 24 provincias, pero esto representaba apenas la mitad de los 78 distritos médicos del país.
Kampong Cham es una de las provincias más populosas, y su capital está relativamente cerca de Phnom Penh, a 125 kilómetros de distancia. Pero todavía hay áreas que no han sido alcanzadas por los programas contra el VIH.
"Apenas comenzamos nuestro programa el año pasado", dijo Thorn. "Así que pueden imaginar lo que pasó aquí en 20 años de no contar con programas contra el VIH en la comunidad".
Hace un par de años, a Hon, el hermano mayor de Mon, quien vivía en el otro extremo del país, se le diagnosticó el VIH. Decidió mudarse a Kampong Chan porque Mon le dijo que podría recibir ayuda.
Hoy se encuentra bien de salud y recibe su medicación con regularidad. "Aprendí mucho de mis consejeros, no sólo sobre el virus. Me dieron la motivación para seguir adelante", dijo Hon. "Hay esperanza para el futuro, y hay esperanza para el futuro de mis hijos también".