«Salgo con un carrito y recojo botellas de plástico, cartones, papeles, bolsas; este es mi trabajo», dijo Laura Cardozo, integrante de una agrupación de personas dedicadas al reciclaje por las calles de la capital de Paraguay.
Poco antes de emprender la tarea nocturna, los integrantes de la comisión directiva de la Asociación de Carreros, Carritos y Recicladores de Asunción, inician la evaluación semanal en la que IPS participó antes de acompañar a algunos de ellos durante su jornada.
"Decidimos organizarnos para que nuestros reclamos fueran más fuertes, porque siempre somos los más olvidados", resaltó Karen Ríos, coordinadora del grupo.
El lugar de reunión es una capilla ubicada en el barrio Banco San Miguel, en la orilla del río Paraguay, un área residencial y recreativa de Asunción, donde viven unas 300 familias, conocida como Bañado Norte por ser una zona inundable y donde la asociación nació hace dos años.
Comenzó con 17 personas y ahora cuenta con 40, de las que 35 son mujeres. El predominio femenino se refleja en la directiva, donde hay un solo varón, el síndico.
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Uno de los motivos principales para organizarse fue la explotación de los intermediarios, que son las empresas que adquieren los materiales reciclados para su venta a gran escala.
"No teníamos un precio fijo y desde que nos organizamos exigimos que se respete un costo definido por nuestros productos", explicó Ríos.
Pero las ganancias siguen siendo exiguas.
Actualmente, por un kilogramo de material plástico reciben el equivalente a 31 centavos de dólar, en tanto que por uno de cartón, el pago es menor aún: unos siete centavos de dólar.
La cooperación mutua fue otra razón para agruparse. Ante eventualidades como problemas con los carritos donde transportan sus materiales, los socios perciben una ayuda económica que les permite salir del aprieto.
"La asociación cubre el costo total de la reparación, pero la persona está comprometida a la devolución del 50 por ciento de dicho monto, aunque en cuotas", señaló la tesorera, Benita Falcón.
Según sus estatutos, los propietarios de carros a tracción animal aportan mensualmente un dólar, a tracción humana 30 centavos y los que realizan la tarea con bolsas 20 centavos.
Para la coordinadora, ante todo la asociación responde a un objetivo clave y fundamental: mejorar la calidad de vida de cada uno de sus miembros.
Ríos, de 27 años, madre de dos niños de 5 y 7 años a los que cría sola confió mientras separaba con rapidez y destreza botellas, cajas y cartones, que su aspiración más inmediata es que ella y sus hijos "podamos pasar unas fiestas dignas" de fin de año.
No aspira a dejar su trabajo, pero sí a que a ella y a sus colegas "la gente deje de tratarnos como nada, que no nos discriminen y dejen de llamarnos callejeros".
"Ojalá cuando lleguemos a sus casas no se escondan y no nos nieguen un vaso de agua, porque somos seres humanos que en vez de estar robando, nos sacrificamos para dar de comer a nuestras familias", reflexionó mientras sus manos no paraban.
"Todos tenemos sueños y esperanzas, en el día a día lucho porque mis hijos no pasen por lo mismo que yo, que tengan un futuro digno y peleo por ello", recalcó, antes de dejar de lado las confidencias y destacar que todos sienten que el trabajo de la agrupación está dando sus frutos.
A mediados de este año y tras varias reuniones con autoridades de la Municipalidad de la capital, lograron definir un programa que los beneficiará para trabajar de manera organizada durante la celebración de diferentes eventos públicos, para encargarse de recolectar los residuos reciclables.
Asunción, con una población de poco más de medio millón de habitantes, genera aproximadamente 1.000 toneladas de residuos diarios, de los que 95 por ciento se almacenan en el vertedero municipal de Cateura.
De acuerdo a datos de la gubernamental Secretaría Técnica de Planificación, la tasa promedio de generación de residuos sólidos urbanos en el país era en 2002 de alrededor de un kilogramo por persona al día.
La presencia de los recicladores paraguayos por las calles y vertederos va en aumento y se calcula que alrededor de Cateura viven y laboran unos 1.000 "gancheros", como se les llama por los ganchos que usan para manejar los desechos y que sobreviven en situación de alta vulnerabilidad sanitaria.
En Paraguay, uno de los países con mayor nivel de pobreza y desigualdad de América, se calcula que 40 por ciento de sus 6,3 millones de habitantes viven en situación de pobreza extrema o relativa.
"El trabajo de los recicladores en las calles es importante porque reduce un cinco por ciento el volumen de los residuos destinados al vertedero", dijo a IPS Carlos Galarza, concejal municipal de Asunción.
Calculó que gracias a esta labor no se desperdicien materiales que pueden ser reutilizados y que podrían alcanzarse 10 por ciento de reducción de desechos si el municipio contase con una planta de reciclaje.
Pero la administración de Asunción mantiene como proyecto esa planta desde hace tanto tiempo que Galarza no duda de hablar de "desidia" ante el problema.
"No existe un acompañamiento de la institución municipal. Hubo intentos esporádicos de programas de reciclaje en los últimos años, pero no prosperaron", subrayó el edil.
A esto se añade la carencia de un marco jurídico normativo que regule el oficio de reciclador y garantice los derechos y las obligaciones de las personas que lo ejercen.
Para paliar sus privaciones y presionar por garantías institucionales, los recicladores de Banco San Miguel buscan unir esfuerzos con otras agrupaciones similares que ejercen la tarea en otras zonas residenciales asentadas en la ribera del río.
Este proceso de fortalecimiento de la organización cuenta con el acompañamiento de la no gubernamental Servicio de Paz y Justicia Paraguay, que desarrolla un programa de capacitación y asesoramiento jurídico para la asociación.
En los talleres se imparte conocimientos sobre derechos humanos, igualdad de género, formación de defensores comunitarios y otros temas que promueven su autoestima y les ayuda a reconocerse como sujetos con los mismos derechos al resto de los paraguayos.
"Las autoridades tienen la obligación de escuchar y dar solución a nuestros reclamos", sostuvo Falcón, quien también recordó con pena el rechazo que todavía reciben por parte de algunos sectores de la ciudadanía.
Pero la tesorera canalizó esa pena, convirtiéndola en una canción de motivación para sus colegas. Con dotes de cantautora, se animó a retratar el día a día, o la noche a noche, detrás del carrito, en una letra aderezada por un ritmo lento y algo melancólico.
"Amaneciendo está/ va saliendo el sol/ voy caminando; voy despacito con mi carrito/ voy reciclando todo lo que encuentro, mis cartones y mis plásticos/ recicladora soy/ voy reciclando el desprecio y la mirada extraña de la gente ", canta decidido el grupo antes de dispersarse para iniciar su jornada.