Treinta hombres de distintas edades están hacinados en una habitación. Quienes antes eran sastre, camionero, dueño de un comercio de computación o vendedor de automóviles son ahora reclusos de la Cárcel Central de Karachi unidos por el arte.
"Yo les tenía un poco de miedo al principio", admite Sikander Ali Jogi, su maestro.
"Pero en apenas 10 días de interacción me di cuenta de que todos eran como usted y como yo", agregó.
No es difícil entender el motivo de su temor inicial. Después de todo, entre los reclusos hay convictos célebres, como el asesino del periodista Daniel Pearl, de The Wall Street Journal, y extremistas que en 2006 atacaron el consulado de Estados Unidos en esta sureña ciudad portuaria de Pakistán.
La prisión en la que se encuentran es también la más grande de las 18 que existen en la provincia de Sindh, con una capacidad máxima para 1.800 presos. E incluso ahora tiene hacinados a unos 3.400.
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Sin embargo, es precisamente por esto que el superintendente de la cárcel, Nusrat Mangan, pensó en brindarles una vía de escape a pesar de estar tras las rejas: el arte, junto con un programa de rehabilitación llamado "Criminon".
El objetivo de Criminon es "restablecer el respeto de la persona hacia sí misma", explica el instructor Wasim Akhlaq.
Además de mejores habilidades de comunicación, se enseña a los reclusos a manejar la ira y a tener pensamiento positivo, entre otras técnicas de autoayuda.
Los cursos son un gran complemento para las clases creativas, que antes también incluían música. Mangan cree firmemente que el arte es terapéutico, y que puede "convertir a un convicto en un hombre".
"Mientras algunos prisioneros recurren a los rezos, otros se ventilan a través del arte, y nosotros les brindamos el espacio para que lo hagan", dice.
Mangan considera que la mayoría de sus reclusos necesitan ser "tratados", no castigados. Y sostiene que la música, la pintura y el dibujo sacan a relucir "las mejores cualidades de una persona".
"Se vuelven sensibles a las relaciones y más tolerantes hacia la humanidad", dice.
Lamentablemente, las clases de música duraron apenas tres meses. Algunos prisioneros irrumpieron en la sala de música y destruyeron todos los instrumentos.
"La excusa que dieron (los perpetradores) fue que el Islam no permite la música", declara un recluso a IPS.
Otro prisionero, que se encuentra entre los estudiantes de arte, dice: "En nuestros barracones hay algunos elementos extremistas a los que no les gusta que pintemos figuras humanas".
Según Mangan, "la cárcel es un microcosmos de nuestra sociedad y nuestra ciudad".
Él reconoce la presencia de extremistas en esa prisión. "Estas personas se han mezclado en nuestra sociedad. Lo mismo ocurre aquí. (Pero) no podemos excomulgarlas porque necesitarán reintegrarse a la sociedad cuando las liberen", opina.
Mangan destaca que estos reclusos son precisamente quienes más necesitan esta suerte de terapia que él ofrece. En vez de aislarlos, es mejor "matar su idea con otra idea", dice.
Pero para aquellos cuyos delitos no están guiados por la ideología, la idea es que el arte, y especialmente Criminon, reduzcan el riesgo de que vuelvan a cometer un acto ilegal cuando los liberen.
"Una vez que una persona ingresa a la prisión, las posibilidades de que reincida en comportamientos indeseables se multiplica", dice Saleem Khan, director ejecutivo de la Sociedad para la Promoción de la Educación Sanitaria y el Ambiente, que inició Criminon.
Las autoridades carcelarias señalan que Criminon ayuda a reducir entre 10 y 15 por ciento la reincidencia, según el instructor Akhlaq.
Ghaffar Alavi, a quien le conmutaron la sentencia de pena de muerte a una de cadena perpetua, dice: "Fue mi ira la que me trajo a la cárcel". Ahora está "más en paz" consigo mismo, agrega.
El maestro de arte Jogi también sostiene que, en sus dos años de trabajo en la cárcel, ha notado una gran diferencia en el comportamiento y la apariencia física de sus estudiantes. Y atribuye esto al arte, dado que, afirma, "trajo paz y solaz" a estos reclusos.
Los alumnos de Jogi han creado una amplia gama de obras artísticas, desde bocetos hechos con bolígrafos hasta vívidos paisajes y retratos en acuarela y óleo. Un prisionero del valle de Swat, en Khyber Pakhtunkhwa (ex Provincia de la Frontera Noroccidental) incluso dibuja a mujeres oprimidas.
Mientras, el superintendente Mangan está abocado a restablecer las clases de música "a cualquier costo", y busca que individuos u organizaciones benéficas donen los instrumentos musicales.