Para percibir cómo las asociaciones de mujeres de la República Democrática del Congo están ayudando a mejorar las condiciones de vida de sus integrantes basta con escuchar el barullo que sale de la oficina de Justine Kakesa: está repleta de mercaderías hechas por ellas.
Las mujeres de esta ciudad, la mayor de la provincia sudoccidental de Bandundu, están haciendo un uso cada vez más efectivo de materiales locales y tecnología apropiada para producir bienes para el mercado local: pan, jabones, barnices y más.
"Gracias a la venta de los productos que hacemos en nuestro grupo, estoy en condiciones de hacer frente a las matrículas escolares de mis hijos, comprar ropa, pagar el alquiler y cubrir otras necesidades", dijo Justine Kakesa, presidenta del Grupo de Mujeres Jóvenes Congolesas (DJFC, por sus siglas en francés), con sede en Kikwit.
Por ejemplo, las "samosas", unas empanadas triangulares rellenas de carne y cebolla, son uno de los productos que generan beneficios a la asociación, añadió a IPS la presidenta de la organización no gubernamental.
"Las elaboramos tres veces a la semana. Cada vez llenamos un depósito (
), y esa cantidad de samosas se venden en al menos 60 dólares, unos 180 dólares por tres lotes", apuntó.
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DJFC tiene 238 integrantes en Kikwit y más en otros distritos de Bandundu, explicó Kakesa.
Desde hace más de tres años, las asociaciones de mujeres, como DJFC, han desarrollado una gama de productos y técnicas para ganar dinero y poder cuidar a sus familias.
"A través de una variedad de técnicas, métodos y procedimientos, ellas han sido capaces de transformar o hacer productos con materiales locales", dijo Jean Bosco Kasinga, un técnico en desarrollo de Kikwit.
Un informe de 2009 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo indica que en la República Democrática del Congo (RDC) la mayoría de sus habitantes vive con menos de un dólar al día.
Eso pese a que la RDC es un país rico en minerales, especialmente estaño, tantalio, tungsteno y oro. Pero históricamente ellos no han sido fuente de desarrollo para su población, sino de violencia y sangrientos conflictos internos, el último entre 1993 y 2003.
Ahora, las mujeres de Bandundu están enfrentando el desafío de la pobreza con los limitados medios que poseen.
Cada mañana, entre las 5:00 y las 9:00, se organiza un mercado especial frente a la sede de la comunidad en el barrio Kazamba, donde mujeres y varones ofrecen toda clase de productos.
Los de fabricación local, como jabones o galletas, salen ganando en la comparación con los importados, tanto en precio como en calidad, coinciden comerciantes y clientes.
"Antes de hacer nuestros productos, pasamos por una serie de capacitaciones. Sin eso, los productos no serían de buena calidad", planteó Célestine Lembagusala, presidenta de la Red de Mujeres Activas de Kikwit, conformada por más de 30 grupos femeninos.
"Estas mujeres tienen que ser alentadas. Frecuentemente compro sus productos y los precios son buenos. Esta es la forma en que el país puede desarrollarse", dijo a IPS Sylvain Mwashi, residente de Kazamba, cuando abandonaba el mercado matinal con pan fresco y margarina producida localmente.
"Una vez que consigo mi parte de las ganancias, trato de depositar un porcentaje en una cooperativa de ahorro donde abrí una cuenta el año pasado. Entonces cuando tenga alguna necesidad puedo retirar el dinero", dijo Jeanne Mpilinkwomo, del Grupo de Mujeres de Bandundu. Otras mujeres pertenecen a asociaciones de ahorro informal.
"Sólo puedo felicitar a las mujeres por los esfuerzos que ellas hacen", dijo Brigitte Mukwa, jefa de servicios de género, familia y niños en Kikwit. "Ellas son actoras de desarrollo", aseguró.