Las últimas semanas han visto el surgimiento de un caos monetario, que representa una nueva amenaza para las perspectivas de recuperación económica mundial.
Algunos de los países más importantes están tomando medidas para devaluar sus monedas a fin de ganar ventajas comerciales. Si el valor de la moneda de un país desciende, sus productos de exportación resultarán más baratos y aumentará la demanda internacional. Por otro lado, se encarecerán las importaciones en el mismo país, lo que fomentará la producción local y mejorará la balanza comercial.
Pero los países que sufren a causa de estas políticas pueden desquitarse, devaluando también sus monedas o colocando barreras o altos aranceles a las importaciones..
Esto puede llevar a una sucesión de devaluaciones competitivas como ocurrió en los años 30, precipitando una contracción del comercio mundial y una prolongada recesión.
La situación actual es compleja y comprende por lo menos tres cuestiones interrelacionadas.
Primero, Estados Unidos acusa a Pekín de mantener al yuan a un nivel artificialmente bajo, lo que asevera Washington- está causando su enorme déficit comercial con China. Un proyecto de ley estadounidense está solicitando la aplicación de aranceles extra a los productos chinos, mientras China asegura que esto sería contrario a las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y que una fuerte apreciación del yuan sería desastrosa para su economía y no lograría corregir el déficit estadounidense.
Segundo, Washington está tratando de devaluar el dólar mediante nueva ronda de expansión cuantitativa en la cual el Banco Central gastará 600.000 millones de dólares para comprar bonos del gobierno y otras deudas. Esto incrementará la liquidez en el mercado, reduciendo las tasas de interés a largo plazo y, según se espera, contribuiría a la recuperación económica.
Esto coloca a Estados Unidos en la situación de ser acusado de provocar una devaluación competitiva. Además, la nueva liquidez se agregaría a una oleada de capitales que emigran de Estados Unidos, donde los rendimientos son muy bajos, hacia países algunos países en desarrollo y emergentes. En el pasado, tales oleadas de dinero caliente fueron bienvenidas por los países receptores. Pero los países del Sur han aprendido de malas experiencias anteriores, cuando repentinas entradas y salidas de ingentes capitales causaron serios problemas, por ejemplo:
-La afluencia de capital conducirá a un exceso de dinero en el país que lo recibe, incrementando la presión sobre los precios al consumidor y alimentará las burbujas de activos o aumentos en los precios de las casas y en el mercado de valores. Esas burbujas tarde o temprano explotarán y causarán un gran daño.
-La afluencia de capitales extranjeros hará que la moneda del país receptor se aprecie significativamente con respecto a otras monedas. En ese caso las autoridades financieras deberían intervenir en el mercado para contrarrestar la apreciación, que encarecería las exportaciones nacionales.
-Las repentinas entradas de capital también se pueden convertir en igualmente repentinas salidas de capital cuando las condiciones globales cambian, como se vio en la crisis asiática de 1997. Esto puede causar un desorden económico, incluyendo una fuerte depreciación monetaria, restricción crediticia, dificultades en la balanza de pagos y recesión.
Recientemente, el International Herald Tribune advirtió que Wall Street está comprando con avidez los activos de economías emergentes y pidió a los países en desarrollo que presten mucha atención y que consideren el control de capitales para reducir su afluencia.
Tercero, algunos países ya han introducido controles de capitales. El Instituto de Finanzas Internacionales estima que una suma de 825.000 millones de dólares fluirá hacia los países en desarrollo este año, un incremento del 42% con respecto al año pasado.
Brasil ha triplicado el impuesto a los extranjeros que compren bonos locales, Tailandia fijó un impuesto del 15% sobre los intereses y los rendimientos del capital sobre los bonos tailandeses, Corea del Sur ha anunciado que establecerá nuevos límites en el mercado futuro y solicitó a los bancos que no otorguen préstamos en moneda extranjera.
Finalmente, existen temores de que si el caos monetario o la guerra de divisas no se soluciona pronto el mundo deba enfrentar una oleada proteccionista, sea elevando barreras aduaneras, sea mediante depreciaciones competitivas. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Martin Khor es el Director Ejecutivo del South Centre (director@southcentre.org).