FILIPINAS: Esperando sentencia en cárcel modelo

«Quedé impresionada cuando vi» el centro de detención, señaló una presa filipina de 18 años, quien se llevó una grata sorpresa al descubrir los búngalos dúplex pintados de colores pasteles, donde aguarda su sentencia.

Una prisión sin celdas en la Cárcel de Mujeres Ciudad de Davao en Filipinas. Crédito: Ana Santos/IPS.
Una prisión sin celdas en la Cárcel de Mujeres Ciudad de Davao en Filipinas. Crédito: Ana Santos/IPS.
No hay celdas en la Cárcel de Mujeres de Ciudad de Davao, en el sur de Filipinas, conocida como Aldea Rayo de Esperanza.

Las casas tienen ventanas por las que entra el sol y una galería en la que algunas mujeres se sientan a conversar mientras otras riegan las plantas. También hay quienes tejen crochet o cosen.

"Es hasta mejor que mi propia casa", señaló Chona, presa desde hace más de ocho meses por posesión de drogas. Es una de las 131 detenidas que aguardan sentencia, un proceso que puede llevar años en este país por la lentitud del proceso judicial.

De día, las mujeres tienen libertad para desplazarse dentro del complejo carcelario de 5.400 metros cuadrados y participan en proyectos de subsistencia. De tarde pueden recibir visitas y, en la noche, se retiran a sus búngalos.
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Cada una de las 20 casas tiene su propio baño y ventanas con mosquitero. Hay entre 11 y 13 mujeres en cada búngalo, donde duermen sobre esteras.

"Tuvimos que eliminar los colochones por las chinches", explicó la jefa del servicio de sanidad, Jasmine Baclay. "Somos una de las pocas cárceles donde no hay ningún caso de tuberculosis", apuntó.

Noventa y tres por ciento de las detenidas son madres, por lo que hay una habitación para amamantar que también oficia de espacio de visitas para los hijos. Los niños y niñas de cero a 15 años pueden quedarse de noche.

"Las visitas están pautadas, pero la dinámica especial del centro permite que las mujeres ejerzan su maternidad", señaló Grace Taculin, inspectora jefa de la prisión.

"Las detenidas no temen que sus hijos se traumen de verlas en prisión", explicó. "Ellos tampoco tienen miedo de venir porque hay mucho espacio", apuntó.

Las condiciones de la Aldea Rayo de Esperanza tuvieron un impacto en la calidad de vida de las presas.

"Las agujas de crochet, las ollas y las piedras del jardín serían consideradas contrabando en otras prisiones. Pero aquí no tenemos problemas de peleas entre internas", indicó Taculin.

"Muchas no son delincuentes habituales. La mayoría ingresó por robo o venta de drogas. Si les preguntas, te dicen que tuvieron que hacerlo para poder mantener a sus hijos", añadió.

Noventa y ocho de las 131 detenidas están acusadas de posesión de droga o tráfico, que se castiga con seis años de cárcel. Algunas permanecen detenidas casi todo ese tiempo a la espera de una sentencia.

Quince mujeres están acusadas de estafa o fraude, 13 de robo o hurto, tres de homicidio y dos de asesinato.

"No se puede fijar una fianza para la mayor parte de los delitos por tráfico de drogas. Aun si fuera una opción, estas mujeres no la podrían pagar", explicó Baclay. Por posesión de alguna sustancia ilícita, el monto a pagar es de unos 4.400 dólares.

La idea de crear Rayo de Esperanza surgió de la inseguridad que sufren las mujeres mientras esperan sentencia y de las necesidades específicas que tienen ellas por ser mujeres y madres, además del hacinamiento habitual de las cárceles.

"La mayoría de los detenidos están obligados a permanecer en prisión porque no pueden pagar la fianza. Literalmente se pudren en prisión", señaló Adoración Avisado, ex jueza que ahora dirige el no gubernamental Instituto de Justicia Transformativa, vinculado a la creación de Rayo de Esperanza.

Antes de ser transferidas a la nueva cárcel, en marzo de 2007, las presas estaban en la vieja Cárcel de Mujeres de Ciudad Davao. Entre 30 y 40 personas compartían una celda y un baño. A veces cuatro internas dormían en una litera.

Estaban en el mismo complejo de la cárcel de hombres, también hacinada. "La capacidad es de entre 300 y 350 internos, pero suelen haber hasta 1.000", explicó Avisado.

La población carcelaria es de 60.423 presos, pero según la superficie por celda, tendrían que haber 20.072. El abarrotamiento en Filipinas es de 292 por ciento, según la Oficina de Criminología y Gestión de Cárceles.

"¿Cómo esperan rehabilitar a alguien en condiciones tan inhumanas? Las mujeres tiene distintas necesidades en cautiverio por su condición de tal y por ser madres", remarcó Avisado.

Ciudad de Davao fue el primer centro en pasar el Código de Desarrollo de las Mujeres, en 1997, una ordenanza que las ayudó a conseguir apoyo para crear la Aldea Rayo de Esperanza.

"No podemos dejar a estas mujeres, la mayoría madres, vivir en tales condiciones. Los familiares tenían vergüenza de visitarlas y las dejaban separadas de sus hijos. Iba contra los objetivos de rehabilitación y de justicia reconstituyente", explicó Avisado.

La colaboración de organizaciones no gubernamentales, instituciones comerciales y privadas ayudó a reunir los 160.000 dólares necesarios para construir un centro de detención apropiado para mujeres.

La vieja cárcel "estaba muy apretada. Apenas había espacio para moverse, incluso para respirar. Estábamos muy irritables y nos peleábamos por la mínima cosa", relató Christina Lim, de 46 años, quien desde hace cuatro espera sentencia por consumir crack.

Lim suele fabricar bolsas con cuerdas, de las que obtiene unos 3,50 dólares por cada una, y con eso ayuda a mantener a sus cinco hijos. "Me gusta el ambiente aquí, pero sueño con la libertad. Además tengo que hacer algo productivo" añadió.

"La aldea y la comunidad de Rayo de Esperanza no las hacen sentir encerradas", dijo a IPS el director regional de Oficina de Criminología y Gestión de Cárceles, Abraham Abella.

El entorno de la cárcel y las nuevas habilidades que adquieren participando en distintos proyectos, les permite incorporarse a la sociedad, pese a haber estado presas.

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