El reclamo del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu de que los palestinos reconozcan a Israel e incluso lo acepten como «Estado judío» ha hecho resurgir el debate sobre la identidad, en medio de los renovados esfuerzos por construir una paz duradera en Medio Oriente.
Tanto la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, como el enviado del presidente Barack Obama para Medio Oriente, senador George Mitchell, han manifestado un cauto optimismo sobre la reanudación de las negociaciones entre israelíes y palestinos.
Sin embargo, ya desde que declaró su apoyo, con reticencias, a la solución de dos estados, Netanyahu condicionó cualquier acuerdo a que los palestinos no sólo reconozcan a Israel (como en realidad ya hicieron en los acuerdos de Oslo de 1993), sino que también lo acepten como "Estado judío".
Algunos ven este reclamo como una manera de que Netanyahu evite adaptarse a las demandas palestinas en cuanto a que los refugiados tengan "derecho a regresar" a lo que ahora es el Estado de Israel.
Sin embargo, algunos señalan que habría que tomarse en serio a Netanyahu. Y esto porque, según la mayoría de los judíos israelíes, si se permite que cientos de miles de palestinos vuelvan a sus hogares originales, entonces Israel no continuará contando con una abrumadora mayoría de ciudadanos judíos (80 por ciento de los israelíes), lo que pondría en riesgo la identidad misma de su Estado.
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Para Netanyahu, la identidad judía de Israel es tan crucial como la cuestión de los refugiados lo es para los palestinos. En esencia, el líder israelí está convirtiendo al tema del "Estado judío" en otro punto central en la mesa de negociaciones, junto con los asuntos fundamentales de las fronteras y las colonias, Jerusalén, la seguridad y los refugiados.
Pero, a cambio, estos planteos vuelven a generar una profunda preocupación entre los árabes israelíes, que constituyen 20 por ciento de los 7,6 millones de habitantes de Israel.
En anteriores intentos de paz, los árabes israelíes fueron vistos como un puente para la reconciliación con los palestinos. Ahora, algunos los ven como una futura carga. Por lo tanto, el nuevo enfoque de Netanyahu en relación a la paz no sólo resulta crítico para el destino de los refugiados palestinos, sino también para el lugar que ocupa la minoría árabe dentro del "Estado judío".
Quien declara esto sin ambages es el ministro israelí de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman.
Su partido ultranacionalista Israel Beiteinu —componente clave del gobierno de Netanyahu— hizo campaña bajo el eslogan "sin lealtad no hay ciudadanía". Ese concepto fue crucial en su agenda política, reclamando que todos los israelíes (incluidos los árabes) juraran lealtad al Estado.
Ahora Lieberman vuelve a insistir en que las conversaciones de paz aborden directamente la cuestión de la "lealtad" de los ciudadanos árabes israelíes.
"Con los palestinos negándose a reconocer a Israel como Estado judío, las negociaciones deben re-evaluar todo el tema de los derechos de ciudadanía de la población árabe", dijo.
Los árabes israelíes que sean desleales deberían llevar la ciudadanía palestina, sugirió.
El reclamo de Netanyahu de que se reconozca a su país como únicamente judío también disparó un acalorado debate entre los intelectuales israelíes, tanto judíos como árabes, sobre qué debería encarnar el concepto de "israelí".
El cientista político Shlomo Avineri, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, retrató un futuro casi apocalíptico para Israel. En un artículo similar a una parábola insistió en que Israel debe continuar preservando su carácter y sus símbolos tradicionales judíos, y resistirse a las demandas de algunos intelectuales árabes israelíes por enmendar la calidad de judío del Estado, creando en su lugar una sola identidad nacional "israelí" que no sea ni judía ni árabe.
Avineri pronosticó que, si los judíos israelíes acceden, Israel inevitablemente se convertirá en una segunda "Palestina".
En sustancia, Avineri advierte que los árabes israelíes están abusando de sus derechos democráticos como ciudadanos plenos al intentar negarle a la mayoría el derecho de autodeterminación como judíos.
Según Avineri, si los israelíes judíos consienten eso, en esencia estarían accediendo a abandonar el principal motivo por el que se creó su Estado: la autodeterminación del pueblo judío en su "patria nacional".
Dos conferencistas de la Universidad de Haifa se oponen con vehemencia a la tesis de Avineri. Se trata de Asad Ghanem e Ilan Saban.
Ambos sostienen que los argumentos de Avineri representan "un patrón de pensamiento entre los israelíes que está haciendo que Israel se coloque a sí mismo al borde de un abismo".
"Para Avineri, la principal amenaza que enfrenta Israel no es en absoluto el crecimiento de las fuerzas antidemocráticas en su interior, ni lo que Israel ha estado haciendo durante 43 años de ocupación y colonización. Tampoco es la severa discriminación ni las políticas de exclusión del Estado contra sus ciudadanos árabes. No. La principal amenaza que él ve es que los judíos israelíes se comprometan con derechos igualitarios plenos para los ciudadanos árabes", escribieron con sarcasmo.
La interrogante de cómo confrontar los reclamos en conflicto en materia de filiación étnica, identidad nacional, igualdad, aceptación mutua y democracia han acompañado a Israel desde su creación, en 1948.
Lo que se vuelve cada vez más claro es que, aunque resulte exitosa, la paz entre israelíes y palestinos puede no resolver realmente esa interrogante. Simplemente puede complicar aún más los ancestrales problemas de la identidad.