Las inundaciones de julio en Pakistán preocuparon y abrumaron a muchas personas, pero los indígenas de las marismas del delta del río Indo tuvieron una reacción totalmente diferente.
"Con tanta agua dulce, nuestra tierra reverdecerá", señaló Ayub Dablo, de unos 70 años, con una sonrisa roja de masticar "ghutka" (mejunje de tabaco, betel y esencias) durante años.
Dablo vive con su familia extensa en Trippin, una pequeña aldea en las marismas del arroyo Hajamro, donde el río Indo de 3.200 kilómetros de largo desemboca en el mar Arábigo.
La aldea de esta occidental provincia de Sindh, donde viven 50 personas, tiene una gran franja de tierra que permanece árida.
Tras las lluvias torrenciales registradas a fines de julio, la quinta parte de Pakistán quedó bajo agua y 18 millones de personas sufrieron las consecuencias de las inundaciones.
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El gobierno se esfuerza por ayudar a los cientos de miles de personas que siguen sin hogar.
Este país tiene 15 por ciento de indígenas en una población de 126 millones de habitantes. Las comunidades aborígenes están entre las más marginadas y excluidas de la sociedad. Pero en esta región, la situación es totalmente distinta.
"Por fin Dios nos escuchó", señaló Ismail Janyaro, residente de Trippin, sonriendo a los visitantes con su rostro surcado de arrugas y señalando las tierras resecas que lo rodean. "Hace una década que esperamos esta invasión de agua dulce", añadió.
"No hay duda de que las inundaciones hicieron sufrir a mucha gente", señaló Tahir Qureshi, asesor del programa marino y costero de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
"Pero como ambientalista pienso que es una bendición disfrazada", apuntó. La agricultura y la pesca ribereña despegarán, añadió.
"La recarga de las napas freáticas en la zona costera impedirá que el mar avance", coincidió Bakhshal Lashari, director del Instituto de Irrigación y Drenaje, de la Universidad Mehran de Ingeniería, en Jamshoro. Las inundaciones mejorarán la situación del delta durante dos o tres años, añadió.
Según el pescador Mohammad Hassan Jaskehli, si el río regara la zona de forma permanente, Pakistán nunca más tendría que importar granos.
El delta del Indo, que concentra uno de los mayores manglares del mundo, abarca 600.000 hectáreas en la zona costera de la provincia de Sindh. Tiene 17 arroyos grandes y muchísimos más pequeños, así como marismas.
El área fue declarada sitio Ramsar, nombre con que se conoce a la Convención relativa a los humedales de importancia internacional, especialmente como hábitat de aves acuáticas, y tiene una reserva de vida silvestre.
Los manglares solían abarcar un área de 26.000 kilómetros cuadrados, según el Ministerio de Ambiente. Pero causas naturales y actividades humanas redujeron el ingreso de agua dejando sólo 2.600 kilómetros cuadrados.
"El delta solía ser muy fértil y exuberante", recordó Janyaro, de 74 años. "Había varias hectáreas con plantaciones de banana, arrozales de grano rojo, olivos y cocoteros", añadió.
En esa época también llegaban montones de aves migratorias al delta, señaló el periodista Iqbal Jwaja. La degradación de los manglares, el ingreso de menos agua dulce y los cambios climáticos perturbaron la reproducción de pájaros, que, de hecho, cambiaron por completo su ruta.
"La deteriorada ecología revivió", señaló Mohammad Ali Shah, director del no gubernamental Foro de Pescadores de Pakistán. "A partir de principios de los años 90 comenzó a llegar un hilito de agua o a veces ni eso. El diluvio llenó el acuífero y repuso la población de peces", añadió.
Pero lo que realmente se necesita es un "ingreso constante de agua dulce", alertó.
Para controlar el avance del mar, es necesario garantizar un mínimo de agua dulce de forma continua, coincidió el ingeniero Lashari.
Obras de irrigación y represas fueron agotando el río Indo, disminuyeron el caudal que desembocaba en el mar Arábigo, lo que facilitó el avance del mar.
"Cuando el agua dulce se junta con la salada se nutre el delta", señaló Dablo.
"El agua de las inundaciones trajo grandes cantidades de sedimentos con ricos nutrientes", indicó Lashari. "El cieno no sólo hace retroceder al mar, sino que aumenta la fertilidad del suelo, muy importante para los organismos marinos", añadió.