«La xenofobia es parte de la vida diaria. No la pasamos fácil aquí. Sólo sobrevivimos», dijo el comerciante somalí Abdinasir Shaikh Aden, algo tenso.
Su pequeño comercio se encuentra entre dos grandes negocios en una calle de esta ciudad. Aunque los ataques y las amenazas xenófobas que resurgieron durante la Copa Mundial de Fútbol en junio y julio han disminuido, los somalíes siguen en guardia.
Aden fue amenazado de muerte durante el torneo. Lo sacaron de su pequeña tienda de comestibles y le dijeron que los extranjeros no tendrían futuro en Sudáfrica cuando se fueran todos los turistas.
El miedo llevó a cientos de extranjeros radicados en este país, en especial zimbabwenses, a tomar sus pertenencias y dirigirse a la frontera.
Irse parecía la mejor opción, sobre todo teniendo aún en la memoria la ola de ataques xenófobos de mayo de 2008, que causaron la muerte de 66 extranjeros y el desplazamiento de otros 6.000.
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En la provincia del Cabo Occidental se registraron 55 incidentes de xenofobia entre mayo y julio, derivando en 40 arrestos.
Miranda Madikane, directora del Centro Scalabrini de asistencia a inmigrantes, señaló que 68 por ciento de los extranjeros que ha consultado recibieron amenazas poco antes de la Copa Mundial.
"La policía, el gobierno y la sociedad civil se encontraban en alerta máxima. Todo estaba listo para responder, y eso sirvió para sofocar las llamas", dijo.
Organizaciones no gubernamentales, la policía y los propios extranjeros dijeron que las amenazas se disiparon y la vida retornó a una tensa calma.
La semana pasada, la policía dijo a IPS que no había recibido ninguna denuncia de xenofobia recientemente, pero que seguía buscando a los que habían intimidado a extranjeros en los meses anteriores. Los uniformados trabajan con la sociedad civil y residentes.
La policía "apunta a este enfoque de colaboración. Si aparece alguna actividad criminal, actuaremos en forma decisiva", dijo a IPS el director de comunicaciones de los Servicios Policiales Sudafricanos, Zweli Mnisi.
"Necesitamos estar en alerta máxima porque la amenaza de ataques está llegando a su punto de ebullición", señaló Madikane.
La combinación de las dificultades económicas con la falta de trabajo es peligrosa para los inmigrantes. La recesión y el creciente desempleo en Sudáfrica están agravando la presión en las comunidades pobres.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) señaló que unas 357.000 personas tienen estatus de solicitantes de asilo o de refugiados en este país. Pero no hay estadísticas oficiales de las que se estima son varios millones de personas que llegaron a Sudáfrica en busca de empleo.
"Hay muchos indocumentados por ahí. Los sudafricanos tienen derecho a estar molestos. Hay una sobrepoblación. El gobierno necesita presentar todo un nuevo sistema para lidiar" con ese problema", sostuvo Madikane.
Para personas como Liliane Mukangwa, quien se instaló hace ocho años en Sudáfrica con su esposo y cinco hijos, volver a la República Democrática del Congo no es una opción.
"Es difícil para nosotros que no tenemos a dónde ir. No queremos regresar a casa. Es demasiado peligroso allí", dijo. Mukangwa vende curiosidades y tejidos especialmente para turistas en la Greenmarket Square de Ciudad del Cabo.
Mukangwa señaló que los extranjeros todavía sufren la presión. "La vida es difícil aquí. Los sudafricanos nos dicen que venimos a sacarles las esposas, los esposos, sus empleos", contó.
Ella comparte espacio con otros sudafricanos en el mercado, pero cuando vuelve a su casa se asegura de hacerlo a la luz del día acompañada de familiares u otros amigos congoleños. Tiene miedo de viajar sola en el transporte público. "Por lo general hay tensión en los trenes".
Sin embargo, en asentamientos informales como el de Masiphumelele, en las afueras del suburbio Hout Bay, sudafricanos y extranjeros trabajan por la paz. La comunidad recibió un importante premio por frenar las tensiones hace unos años.
El reverendo Mzuvukile Nikelo, de Masiphumelele, contó que muchos extranjeros inundaron el asentamiento cuando vieron que era seguro.
Nikelo calcula que alrededor de 20 por ciento de la comunidad, unas 40.000 personas, son inmigrantes.
A pesar de las dificultades, impulsa iniciativas para estimular la unidad. Su Movimiento de Cohesión Social logró atraer personas de diferentes nacionalidades a actividades deportivas, musicales y religiosas.
También promueve un programa para que comerciantes somalíes capaciten a potenciales empresarios locales.
La superpoblación en las áreas económicamente más afectadas supone un riesgo.
No obstante, algunas personas con las que habló IPS en el centro de la ciudad dijeron que sus vidas continuaban normalmente.
Mohammed Ahmed, vendedor de dulces, chocolates y cigarros en un negocio cerca de la sede del parlamento, dijo que los clientes son amables y no ha tenido problemas.
Mientras, su colega somalí, Aden, apeló a la solidaridad de los sudafricanos: "Recíbannos como hermanos".