Vehículos destruidos, autobuses con las ventanas rotas, basureros ardiendo, calles repletas de balas de acero recubiertas de goma, gases lacrimógenos y un aire denso por el negro hollín de los neumáticos quemados marcaron este lunes el quinto día consecutivo de disturbios en Jerusalén oriental.
Un hombre palestino fue muerto por un guardia de seguridad de un asentamiento israelí en circunstancias confusas, mientras un niño palestino se asfixió con el gas lacrimógeno. Decenas resultaron heridos.
El barrio de Silwan, en Jerusalén oriental, ha sido escenario durante meses de enfrentamientos entre jóvenes manifestantes palestinos y las fuerzas israelíes.
La municipalidad de Jerusalén ha demolido muchas casas palestinas. El hecho de que planee tirar abajo otras decenas, el desalojo ya concretado de muchos residentes palestinos y el que está pendiente, de cientos más, para dejar espacio a colonias ilegales y a un parque temático judío, han potenciado las tensiones.
La chispa que encendió esta bomba de tiempo se desató alrededor de las cinco de la madrugada del día 22, cuando Samer Sarhan, de 31 años y padre de cinco hijos, fue asesinado a balazos luego de una confrontación con guardias de seguridad israelíes fuera del asentamiento judío Ciudad de David.
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Las autoridades israelíes argumentaron que el guardia en cuestión había matado a Sarhan "en defensa propia", ya que su vehículo fue apedreado y su vida estaba en peligro.
Los palestinos sostienen que hubo un altercado verbal y luego una primera pelea, tras la cual Sarhan, que escapaba, fue perseguido por el guardia de seguridad.
El escenario resulta conocido. Una cantidad creciente de palestinos desarmados han sido muertos a balazos por israelíes armados en situación que críticos y organizaciones de derechos humanos señalan como cuestionables en el mejor de los casos, y como ejecuciones deliberadas en el peor.
Además, testigos que observaron la reconstrucción de los hechos para la policía informaron que el guardia paró en varios lugares diferentes a donde presuntamente abrió fuego contra Sarhan.
Poco después estalló la violencia en Silwan, a medida que la noticia del asesinato se difundía en el barrio. Luego los disturbios se extendieron a áreas vecinas de Jerusalén oriental.
IPS asistió al funeral de la víctima, que se realizó el mismo día, junto con unos 1.000 deudos. La indignación era palpable y la atmósfera tensa. Grupos de las fuerzas especiales israelíes, fuertemente armadas, se ubicaron en estado de alerta y observaron los movimientos desde estratégicos miradores.
Colonos israelíes abrieron fuego contra la procesión fúnebre, mientras jóvenes palestinos arrojaban piedras y cocteles Molotov contra sus casas. Dos vehículos de la policía israelí quedaron destruidos por esas bombas caseras, y los deudos rompieron las ventanas de varios autobuses israelíes durante el funeral.
La violencia que persistió en los siguientes cuatro días se propagó a grandes partes de Jerusalén oriental. El niño Mohammad Abu Sneneh, de 14 meses, fue la última víctima, al morir asfixiado por el gas lacrimógeno.
Sus padres acusaron a los israelíes de negligencia, diciendo que soldados y policías habían impedido a las ambulancias llevar al niño al hospital. El pequeño fue tratado en una clínica local, pero falleció en su casa varias horas después.
Algunos sostienen que no fue mera coincidencia el momento en que se produjeron estos enfrentamientos, apenas días antes de la expiración de la moratoria de Israel a la construcción de asentamientos ilegales en Jerusalén oriental y Cisjordania.
Algunos palestinos especulan con que un aumento en las provocaciones de los colonos judíos en Jerusalén oriental son parte de una estrategia del gobierno israelí para desbaratar las conversaciones de paz y para aliviar la presión internacional sobre el primer ministro Benjamín Netanyahu, para que cese la construcción y expansión de los asentamientos.
"Estas provocaciones son actos calculados y violentos con un objetivo político", dijo a IPS Dimitri Diliani, miembro del Consejo Revolucionario del partido secular palestino Fatah.
"Israel usará los enfrentamientos como una excusa para volver a retratarse a sí mismo como la víctima y para argumentar que su seguridad está en peligro. Un alto miembro de las Fuerzas de Defensa de Israel sostuvo que el creciente movimiento de la sociedad civil y la estrategia de no-violencia propugnada por la dirigencia palestina planteaban un problema de relaciones públicas para Israel. Además dijo que para Israel es más fácil defender su argumento ante el mundo cuando civiles israelíes son víctimas de ataques palestinos", agregó Diliani.
Abed Shaludi, miembro del Comité de Bustan Contra las Demoliciones de Casas, coincidió con Diliani, diciendo que los colonos están intentando provocar un levantamiento.
"Estamos hartos de los colonos. Nuestra situación económica es mala, no hay suficientes escuelas para nuestros hijos, los guardias de los colonos caminan en grupos e intimidan a los ciudadanos maldiciéndolos y amenazándolos con armas. Yo sabía que era sólo cuestión de tiempo para que uno de ellos terminara matando a un palestino", dijo Shaludi a IPS.
Pero, al parecer, la política israelí de judaizar Jerusalén oriental y expulsar a los palestinos de sus hogares será contraproducente.
"No nos iremos de nuestras casas bajo ninguna circunstancia", dijo Fakri Abu Diab, portavoz del Comité de Bustan.
"Mi casa también está entre las que planean demoler. Pero primero tendrán que matarme. Prefiero estar muerto antes que ver a mis hijos obligados a vivir en la calle", dijo Abu Diab a IPS.