Veera Narayana decidió cultivar sandías en su pequeña parcela. Para ello aró la árida tierra roja y encendió fuego en los surcos.
Este cultivador indio explicó que, al surcar la tierra, las larvas quedan expuestas al calor del sol, mientras que el fuego actúa como pesticida.
En cierto punto, además deberá mezclar semillas de nim (árbol originario de India y Birmania) con chile verde, pasta de ajo y queroseno, una combinación que también protege a las plantaciones de enfermedades, explicó.
Asimismo, usa pastas hechas con estiércol de vaca y "jaggery" (nombre indio para la forma natural del azúcar, y que además de su consumo sirve para atrapar insectos), así como con polvo de nim fermentado en orina de vaca.
"Sin duda es más fácil abrir una lata de pesticida químico mezclado con agua en proporción, desparramarlo y listo", dijo Narayana.
[related_articles]
Pero desde que este agricultor de 42 años decidió que toda su producción sería orgánica, dejó de almacenar pesticidas, y ahora pasa horas mezclando brebajes tradicionales con ingredientes que puede encontrar en su propia parcela.
La producción de Narayana no contiene los tóxicos que se encuentran en cultivos tratados con pesticidas químicos.
No se trata de una decisión aislada. Cada vez más consumidores indios optan por alimentos orgánicos en busca de una vida más sana, y por eso muchos productores procuran adoptar métodos más saludables para el ambiente y para sus propios cuerpos.
Los beneficios del cultivo orgánico son bastante claros. En primer lugar, los pesticidas orgánicos no matan a gusanos de tierra y otros insectos que favorecen las plantaciones. Y por otro, mantienen la superficie blanda y absorbente, así como libre de toxinas que terminan por contaminar los recursos hídricos y la producción misma.
Los químicos también pueden causar problemas respiratorios y de piel en los propios cultivadores.
Pero, como en otros casos, no es fácil romper con los hábitos, aun si estos son dañinos. Los agricultores indios debieron esperar a que se desarrollara un mercado de alimentos orgánicos antes de siquiera considerar cambiar los métodos de cultivo que han heredado de sus abuelos.
Aparna Kumar, propietaria del negocio de venta de alimentos orgánicos por Internet "Adi Naturals", con sede en la sureña ciudad de Bangalore, opinó que ha llegado el momento.
Hace apenas cinco años, ella y su cuñada tenían que regalar los productos orgánicos que no lograban vender. Hoy todavía administra su negocio desde el garaje de su hogar, pero las ventas se han catapultado. "En todo 2009, la facturación de Adi Naturals fue de 650 dólares. Pero solo en estos últimos seis meses se acerca a los 8.700 dólares", señaló.
Aunque habría experimentado un crecimiento de 200 por ciento en los últimos años, todavía se considera que el mercado indio de productos orgánicos está en pañales. Por eso los cultivadores aún no se vuelcan en masa a la agricultura sin químicos.
Por supuesto, están los que, como Narayana, se animan a cambiar. Aunque él trabaja solo, otros optan por asociarse, como los que conforman la Sociedad Cooperativa de Ayuda Mutua Dharani para la Agricultura y el Mercadeo.
La Sociedad Dharani es una de las mayores cooperativas de India y una de las proveedoras de Kumar. Con el apoyo de la organización no gubernamental Colectivo Timbaktu, en el meridional estado de Andhra Pradesh, produce mijo, legumbres y colza oleaginosa.
La cooperativa tiene 1.214 hectáreas destinadas a plantaciones orgánicas en Anantapur, la segunda área más afectada del país por las sequías.
Los 860 pequeños productores que la conforman están decididos a reestablecer prácticas tradicionales, ambientalmente sostenibles y económicamente viables en su seca región, donde los monocultivos y el exceso de aditivos químicos han dejado las tierras estériles y a los agricultores sin ingresos.
Según el presidente de la Sociedad Dharani, B. C. Bommali, sus ventas se dispararon. Solo el año pasado, sumaron 28.000 dólares. En lo que va de este año, los productores han hecho negocios por 72.000 dólares, indicó.
Unos 300 agricultores aguardan su turno para sumarse a la Sociedad Dharani, y están dispuestos dividir los gastos, que no son pocos.
Por ejemplo, la producción orgánica tiene una vida útil más corta que la tratada con químicos. Eso se traduce en una mayor posibilidad de pérdidas, que sólo se pueden reducir con una red de comercialización rápida como la que provee Dharani.
Además, como señaló el jefe ejecutivo de la cooperativa, Brahmeshwar Rao, "la certificación institucional para los productos orgánicos también es costosa para el pequeño productor, pero los consumidores la demandan".
Sin embargo, la Sociedad Dharani opta por un menos costoso sistema de certificación que se basa en la inspección realizada por los propios agricultores.
En los primeros tres años, la producción de un cultivador es tratada como "en conversión a orgánica". A partir del cuarto año, recibe certificación de orgánica.
Narayana dijo que la agricultura sin químicos es más intensiva y exigente. Pero, hasta ahora, los resultados económicos demuestran que vale la pena.
Su campo produjo un camión entero de sandías. Vendió toda la carga a 1.000 dólares. Para cultivarlas invirtió nada más que 130.