Lo que fortalece a Líbano lo debilita

La dimensión sectaria que adoptó una disputa callejera con armas de fuego en un populoso barrio de la capital de Líbano realza la tensión existente entre sunitas y chiitas que desde hace cuatro años divide al país.

El barrio Bourj Abi Haider, compartido por ambas comunidades, se vio sacudido el mes pasado por un enfrentamiento, con armas automáticas y granadas propulsadas por cohetes, entre partidarios del chiita Partido de Dios (Hezbolá) y de Al-Ahbash, una organización radical sunita.

El episodio, en el que murieron tres personas, siguió a una disputa por un lugar en un estacionamiento.

"Un sistema de gobierno basado sobre el consenso entre agrupaciones religiosas enfrentadas no puede funcionar por mucho más tiempo en un contexto regional de inestabilidad", sostuvo Nadim Mohsen, profesor de filosofía y ciencias políticas de la Universidad Americana de Líbano.

"El país tendrá que definir su identidad y ponerse de acuerdo sobre quienes son sus enemigos", apuntó.
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Desde 2008, las organizaciones religiosas y políticas están representadas en el llamado gobierno de unidad, creado tras las profundas divisiones y la inestabilidad política que siguieron al asesinato en 2005 del ex primer ministro Rafik Hariri.

La coalición gobernante 14 de Marzo, por la masiva manifestación contra Siria realizada en esa fecha de 2005, reclama que se investigue lo ocurrido. Poco después de la muerte de Hariri se creó un tribunal internacional con ese fin.

La agrupación, dominada por el sunita Movimiento Futuro, está encabezada por el hijo menor del ex primer ministro, Saad al-Hariri.

El opositor 8 de Marzo, considerado favorable a Siria, está encabezado por Hezbolá. El Partido de Dios critica al tribunal, que considera una herramienta política debido a los rumores del posible procesamiento de algunos de sus miembros.

También se niega a negociar la entrega de armas porque sostiene que es una forma de debilitar al partido.

El episodio ocurrido a fines de agosto puso en peligro la precaria paz de Líbano.

"Los enfrentamientos callejeros no tuvieron nada que ver con el tribunal", señaló el propietario sunita de una joyería de Bourj Abi Haidar, quien pidió no ser identificado. "Todo el mundo está de acuerdo en que se conozca la verdad sobre el asesinato de Hariri", apuntó.

"En cambio, si tiene relación con Hezbolá, la única organización armada de Líbano. Ya no me siento seguro. La semana pasada, mi vecino le disparó al cartel de la tienda", se quejó, y señaló la funda de la pistola que empezó a usar este mes.

Muchos vecinos coinciden con él. "Las armas de ambos partidos son un peligro", indicó Ariss, otro comerciante sunita.

Del otro lado de la calle, integrantes de la comunidad chiita rechazan la dimensión sectaria del incidente violento. Muchos creen que se exageró lo ocurrido para obligar al desarme de Hezbolá.

"El verdadero problema es que el gobierno sufre presiones para respaldar el tribunal a cualquier costo", señaló Mohammad, un chiita de la zona. "Es muy peligroso para nosotros y, en especial, para Hezbolá", remarcó.

Su vecino, Naim Rizk, presidente de la Asociación de Joyeros, señaló que la disputa no tuvo nada que ver con cuestiones religiosas ni políticas. Fue un choque entre aliados políticos, pues ambos son favorables a Siria, subrayó.

"La gente de Beirut no comprende la importancia de las armas de la resistencia para nosotros los del sur. Nunca nos sentimos seguros hasta 2000, cuando Hezbolá terminó con la ocupación israelí en el sur de Líbano", explicó.

La historia de Líbano está salpicada con esas dicotomías, contradicciones que dejaron al país surcando aguas peligrosas, explicó Mohsen.

La primera disputa estalló con la independencia, en 1943, y el motivo fue si este país debía integrarse, o no, a Siria. Cuando la guerra civil de 1975 a 1990, el país volvió a quedar dividido en dos, y fue por la causa palestina.

"La coexistencia de varias comunidades religiosas siempre fue considerada una fortaleza de Líbano por la naturaleza multiconfesional y la apertura que eso generó", indicó el sociólogo Talal Atrissi. "Pero también es vista como una debilidad", reconoció.

Significa que las comunidades tienden a reagruparse en torno a sus líderes, sin importar la validez de sus decisiones políticas, explicó.

"Eso quiere decir que cada comunidad tiene diferentes enemigos. Es fundamental que nos pongamos de acuerdo en uno", insistió.

Mohsen, por su parte, sostuvo que es muy difícil que las dos fuerzas enfrentadas lleguen a un consenso, cuando no imposible. "Para que la paz sea duradera, tendrá que prevalecer una visión sobre la otra", añadió.

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