La mitad de las mujeres embarazadas o que amamantan en la noroccidental región keniata de Turkana están desnutridas. Y además están solas pues, siguiendo una costumbre ancestral, los hombres se alejan por dos años cuando sus esposas dan a luz.
La mayoría de los niños y niñas también carecen de alimentación adecuada, muchas veces al punto de necesitar atención médica especializada.
Varias mujeres cansadas esperan fuera del dispensario de Kangatotha, al que han llegado tras caminar 50 kilómetros, esperando recibir comida. Sus "kangas" (vestidos tradicionales) y sus collares son los únicos colores en el paisaje árido.
"Cuando hay alimentos, venimos por ellos", dijo Regina Ekwar, de 34 años, madre de cinco niños. "Pero por lo general vivimos con frutas silvestres, raíces, leche de camello, carne de cabra o incluso de burro, lo que haya".
Según Gilchrist Lokoel, director del Hospital del distrito de Lodwar, en Turkana central, "las duras condiciones de vida han motivado una muy alta mortalidad infantil, que llega a 66 por cada 100.000 nacidos vivos".
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A pesar de las últimas inundaciones, que ahogaron gran parte del ganado, la única vegetación evidente es el verde oscuro del "mathenge", una agresiva especie invasora, espinosa y no comestible, ni para el ganado ni para los seres humanos.
Las erráticas lluvias amenazan a los animales y a las plantas nativas, así como a los estilos de vida tradicionales.
"Se supone que un hombre debe permanecer alejado de su esposa durante alrededor de dos años después del parto, a fin de darle tiempo para que críe al hijo o hija", dijo Francis Ekatapan, de la aldea de Napucho, cerca del lago Turkana.
"Si ella es la primera esposa, se acostumbra que él lleve a los animales a pastar a varios kilómetros de distancia, donde pueda casarse con otra mujer. Y si ya tiene otra esposa, habitualmente es bueno que se reubique" y se quede con ella, explicó.
Ekwar es la segunda esposa de su marido. Su hijo menor tiene dos años y está embarazada de otro. La mayor parte de la manada de él sucumbió a la sequía en 2009, relató a IPS.
Él rara vez vuelve a su casa, y Ekwar tiene poco con qué alimentar a su familia. Depende de los suministros que le brindan las organizaciones humanitarias.
Al maestro de escuela Brian Ekai le preocupa que la costumbre de que el esposo se mude no se haya adaptado a las nuevas circunstancias.
"Esto funcionó bien en el pasado, cuando las lluvias llegaban con frecuencia y las pasturas eran abundantes. Incluso cuando las mujeres quedaban solas en el hogar tenían camellos que ordeñar. Pero éste ya no es el caso", dijo.
"Las actuales condiciones de vida exigen familias manejables, apoyo de ambos padres y frecuentes revisaciones médicas, a causa de las enfermedades emergentes que nunca surgían aquí", agregó.
Las organizaciones humanitarias intentan abordar las necesidad urgentes de mujeres y niños desnutridos, así como promover la planificación familiar.
"No es posible corregir todo de una sola vez", dijo Nick Wasunna, asesor del capítulo keniata de la organización humanitaria cristiana World Vision.
"Por el momento nos estamos concentrando en los más vulnerables, que son los niños menores de cinco años, las madres que amamantan y las embarazadas desnutridas", señaló.
"World Vision administra varios programas que abordan tanto las necesidades urgentes como a largo plazo de mujeres y niños desnutridos", añadió.
"Les prescribimos dietas especiales a quienes están moderadamente desnutridos, mientras que el resto de los miembros de la familia reciben otras dietas diferentes, en el marco del programa de Distribución General de Alimentos. Los niños, embarazadas y madres en etapa de lactancia que padecen una desnutrición severa son remitidos a centros de salud avanzada para recibir cuidados especializados", dijo Wasunna.
Junto con la distribución de alimentos, se enseña a las mujeres métodos de planificación familiar, explicó el enfermero Julius Ekure, funcionario a cargo del dispensario de Kangatotha.
"Pero debido al analfabetismo, la mayoría de ellas creen que los métodos cuyo uso alentamos, como las píldoras y los inyectables, las volverán estériles, mientras que el uso de condones se asocia con la inmoralidad", dijo Ekure.
Las cifras del gobierno muestran que el uso de anticonceptivos en Turkana es de apenas tres por ciento, muy por debajo del promedio nacional, de 46 por ciento. Aquí la familia promedio tiene seis hijos, mientras que el objetivo nacional fijado por el gobierno es de cuatro.
El apoyo adicional que brindan a la salud pública organizaciones como World Vision, Oxfam, la Cruz Roja y otras es un paso vital, pero se necesitan más.
Lokoel sostuvo que se requiere una campaña para crear conciencia en base a imágenes para convencer a los habitantes de Turkana de tomarse en serio la planificación familiar y la atención médica.
Esto "podría implicar el uso de afiches, dibujos, o incluso obras de teatro hechas en el idioma local, pero vinculadas a su estilo de vida. En algunos casos, invitamos a los ancianos de la aldea, a quienes hemos entrenado para conversar con ellos sobre la importancia de la medicación, porque ellos son los individuos en los que más se confía", dijo.