El Foro Social Mundial (FSM), que cumplió 10 años en enero, está realizando a lo largo del 2010 una serie de foros inspirados en su conocido lema «Otro mundo es posible».
En su secuencia de creación de «espacios abiertos» y de redes de organizaciones de la sociedad civil desde el nivel local al planetario, el proceso del FSM se desenvuelve en tres niveles.
En el primero se experimentan prácticas de una nueva manera de hacer política tendiente a la unión de los que luchan por «otro mundo posible».
En el segundo se busca superar la fragmentación de la sociedad civil para que actúe de forma articulada pero autónoma en relación a los partidos y los gobiernos, como un nuevo actor político.
En el tercero se proponen y organizan acciones políticas -para quienes decidan llevarlas a cabo- para alcanzar el objetivo final de los foros: substituir la lógica de búsqueda insaciable de lucro que domina el planeta, por una lógica de satisfacción de las necesidades humanas.
En los dos primeros niveles se están asentando los principios que moldearán la nueva cultura política indispensable para que «otro mundo» sea posible
La nueva cultura política contradice e invierte la certeza de que la condición previa para construir otro mundo es la toma del poder y cuestiona la postura de que para ese fin todos los medios son válidos. En el FSM se afirma que es preciso construir antes -o simultáneamente- la base de una sociedad formada por ciudadanos concientes, libres, activos, solidarios y corresponsables de lo que sucede en nuestro entorno y en el planeta Tierra.
El esfuerzo por la construcción de esta cultura es la gran contribución del decenal proceso del Foro para infundir una acción política transformadora.
La discusión sobre el carácter del FSM -¿es un espacio o un movimiento?- continuará largo tiempo. Y es evidente que estamos muy lejos de que esa nueva cultura esté presente en la acción de los actores políticos.
El primer nivel parte de la certeza casi unánime de que siempre es preciso buscar la unión de los que participan en la misma lucha. Es simplemente la adopción del viejo proverbio popular que dice «la unión hace la fuerza». Verdaderamente, frente al poder descomunal del sistema dominante la lucha para cambiarlo requiere una fuerza inmensa.
El camino experimentado en el primer nivel en pro de la unión, consistió en organizar los foros con una metodología que nos liberase de la cultura de la competencia estimulando su contraveneno, que es un elemento básico de un sistema no-capitalista: la cooperación.
El segundo nivel se asienta en una convicción más directamente política, la creencia de que para cambiar el mundo en profundidad y duraderamente es imperativo el empeño de toda la sociedad. Es decir, que no basta la acción de los partidos y gobiernos -constituidos por vía electoral o revolucionaria-. Para que haya cambios y sean perdurables toda la sociedad debe asumirlos como una necesidad e impulsarlos.
Los partidos y los gobiernos tienen estructuras y ocasiones para organizar su fuerza política en todos los niveles. No es así con los sectores de las sociedades que se organizan, aún menos a escala mundial. Por ello, en la Carta de Principios del FSM se estableció que es un espacio reservado para la articulación de la sociedad civil y se enfatiza que, aunque miembros de partidos y gobiernos pueden participar en los foros, en cuanto tales no pueden proponer u organizar actividades propias.
Esta reserva de espacio es contestada por quienes no comparten la convicción de que no puede haber transformación sin la participación de toda la sociedad y sostienen que los partidos deberían entrar en los foros con plenos derechos y que se podría pasar del primer nivel al tercero, que debate sobre la lucha por una nueva lógica económica y social. Pero esto colocaría en un segundo plano el objetivo de articular la sociedad civil como actor político autónomo y subordinaría a los participantes de los foros a los partidos y gobiernos
En el seminario de enero pasado no se consideró necesario evaluar detalladamente las iniciativas conducentes a los dos primeros niveles y se abrió un debate sobre los temas vinculados al contenido de la lucha, que corresponde al tercer nivel: ¿qué acciones políticas transformadoras pueden conducir al objetivo final de los foros, una lógica de satisfacción de las necesidades humanas?
En el tercer nivel el proceso del FSM se encuentra con el altermundialismo, que actúa teniendo en vista, directamente, los cambios a escala mundial. Es importante considerar que entre las características del altermundialismo figuran -como en el FSM- la multiplicidad y la diversidad de sus componentes, la participación masiva de la sociedad civil y el uso de las redes como forma de organización; pero a diferencia del FSM puede incluir partidos en sus filas y recoger la adhesión de gobiernos.
Al encontrarse con el altermundialismo en el tercer nivel el proceso del FSM no puede pretender sustituirlo ni competir con él. Lo que corresponde entonces en el marco del proceso del FSM es reforzar al altermundialismo con nuevas articulaciones, redes y movimientos que nacen de los foros. Y continuar su papel instrumental para las organizaciones que lo integran, asociadas unas a las otras en su acción concreta -en el ámbito o no del altermundialismo- para cambiar el mundo. En ese plano el altermundialismo puede y debe utilizar la experimentación realizada en los dos primeros niveles. Así como puede y debe utilizar las reflexiones sobre la acción política que surgen del tercer nivel, al servicio de «pensar» antes, durante y después de la acción. Para concluir, nada impide que el proceso del FSM tenga esa misma utilidad para los partidos políticos a través del altermundialismo. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Chico Whitaker es miembro de la Comisión Brasileña Justicia y Paz, que representa en la Comisión del Consejo Internacional del Foro Social Mundial (FSM).