La noche está húmeda y varios hombres vestidos de traje se emborrachan en una cervecería de la capital camboyana. Uno de ellos coloca su mano sobre el muslo de una esbelta mujer de minifalda, que no logra disimular su incomodidad. Sobre la mesa, un cartel exhorta: «Sea responsable. Use condón».
"Los clientes juguetean con nosotras todo el tiempo", dice Neang, observando la escena que se desarrolla en la mesa de al lado.
"Me tocan los senos o los muslos. No me gusta, pero no tengo más opción", explica.
Promotoras de cerveza como ella y otras, trabajan en lugares donde se afianza la industria camboyana del sexo informal.
Esto constituye una creciente preocupación para los expertos en salud de este país de Asia sudoriental, dado que el trabajo sexual cambió de escenario, pasando de entornos tradicionales como los burdeles a otros, más informales, como los centros de esparcimiento.
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Las mujeres que trabajan en bares con karaoke o cervecerías como ésta pueden no identificarse como trabajadoras sexuales, pero algunas venden sexo ocasionalmente para complementar sus magros ingresos.
Neang, quien pide que no se revele su nombre completo, dice que luego de casarse decidió no mantener relaciones sexuales con sus clientes. Sin embargo, muchos de los hombres que se lo propusieron en el pasado se negaron a usar preservativo.
"Las organizaciones no gubernamentales nos dicen que usemos adecuadamente los condones para evitar contagiarnos el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida). Pero en el pasado, cuando yo dormía con clientes, algunos insistían en que no era necesario. Es difícil negarse", declara.
Se considera que Camboya es un caso exitoso en la prevención del VIH. Se las ha arreglado para reducir su prevalencia del virus entre adultos de dos por ciento en 1998 a 0,7 por ciento el año pasado.
Si esta tendencia continúa, Camboya estará en el camino indicado para cumplir con el Objetivo de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio que se propone "haber detenido y comenzado a reducir la propagación del VIH/sida en 2015".
Esos Objetivos, definidos en 2000 por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), incluyen también reducir a la mitad la proporción de personas que padecen pobreza y hambre (en relación a 1990), garantizar la educación primaria universal, promover la igualdad de género, y reducir la mortalidad infantil y la materna.
Pero los críticos sostienen que la campaña del gobierno para erradicar el tráfico humano en realidad ha exacerbado el riesgo de VIH en las trabajadoras sexuales, porque está empujando a muchas a la informalidad.
Sin un énfasis renovado para llegar a quienes operan en el comercio sexual informal, Camboya puede enfrentar un escollo en el cumplimiento de su Objetivo del Milenio relativo al sida (síndrome de inmunodeficiencia humana).
Las autoridades han arremetido contra presuntos burdeles como parte de su campaña contra el tráfico de personas. Pero algunos activistas sostienen que las redadas sólo sirvieron para arrestar prostitutas, muchas de las cuales se volcaron a esa actividad por culpa de la pobreza, no del tráfico.
El resultado final ha creado un mercado negro que hace que las meretrices estén fuera del alcance de los programas de prevención del VIH.
"Cuantas más medidas se tomen, más personas serán empujadas a la informalidad", dice Tea Phauly, del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida) en Camboya.
"Y es muy difícil estructurar una respuesta para llegar a estas personas", agrega.
Estudios del gobierno han mostrado que es más probable que usen preservativos las meretrices que trabajan en burdeles que las mujeres que venden sexo ocasionalmente en centros de esparcimiento.
Pero los activistas sostienen que les resulta difícil llegar a las trabajadoras sexuales, muchas de las cuales han terminado en cervecerías y bares con karaoke.
"Podemos acercarnos a ellas, pero no como antes. Están ocultas", según Ly Pisey, de la organización Womens Network for Unity (Red de Mujeres por la Unidad).
Ly señala que antes las voluntarias podían acceder fácilmente a los burdeles y hablar con ellas sobre la prevención del VIH y otros cuidados sanitarios. "Pero ahora, si vamos y preguntamos ¿eres una trabajadora sexual?, responden no", dice.
En marzo, el primer ministro camboyano Hun Sen pronunció un discurso que la policía interpretó como una orden de intensificar la ofensiva contra el tráfico humano. En dos semanas, las redadas contra presuntos burdeles hicieron que más de 280 prostitutas pasaran a la clandestinidad, según una organización no gubernamental local que realizó un seguimiento de esa campaña.
Las acciones policiales amainaron en las últimas semanas, pero las redadas son recurrentes en una tendencia a más largo plazo que ha ayudado a cambiar la naturaleza de la industria del sexo en Camboya.
"Clausuramos clubes relacionados con el tráfico sexual. Queremos eliminar el dicho de que Camboya es un centro de turismo sexual", dice Bith Kimhong, director de la oficina contra el tráfico en el Ministerio del Interior.
Según él, las prostitutas no son el blanco de esas medidas. "Cuando cerramos esos establecimientos sabemos que hay más personas que pierden sus trabajos. (Pero) no podemos evitarlo. El beneficio es que queremos garantizar la seguridad de nuestro país", plantea.
Onusida y las autoridades camboyanas desarrollan un plan para asegurar que las meretrices —especialmente las que operan en centros de esparcimiento como la cervecería donde trabaja Neang— puedan acceder a educación sobre el VIH y la salud en general.
"Lo que no queremos ver es una segunda epidemia" de VIH, declara Tony Lisle, coordinador de Onusida en Camboya.
En 1996, la prevalencia del VIH entre las prostitutas superó el 40 por ciento. Diez años después, había caído a alrededor de 14 por ciento, según el último estudio nacional.
"Se realizó un enorme trabajo para reducir tanto la incidencia como la prevalencia del VIH", según Lisle.
"Pero tenemos que ser conscientes de que si no continuamos desarrollando programas preventivos innovadores y efectivos y normalizando el uso de condones, si no mantenemos el ritmo y la intensidad con las poblaciones de riesgo, bien podemos ver un resurgimiento de la epidemia, y no lo queremos", agrega.
Lejos de allí, en Viena, los presentes en la XVIII Conferencia Internacional sobre Sida evalúan cómo potenciar el combate a esta enfermedad.