BRASIL: Inundaciones, cuando la naturaleza no tiene toda la culpa

Un mes después de las inundaciones que dejaron decenas de muertos y miles de damnificados en el Nordeste de Brasil, organizaciones no gubernamentales de la región se movilizan para abrir un diálogo político sobre las causas y consecuencias de una tragedia que, aseguran, podría haber sido mitigada.

Agrupadas en la Asociación Brasileña de Organizaciones no Gubernamentales (Abong), las entidades se preguntan hasta qué punto fueron "naturales" las causas de la tragedia que causó 57 muertes y dejó sin techo a más de 50.000 personas en los estados de Pernambuco y Alagoas.

"Mirar esos números nos espanta. Ser parte de esos números significa sufrimiento intenso, sufrimiento que atraviesa todas las dimensiones del tiempo, pasado, presente, futuro", dicen en un comunicado conjunto las organizaciones.

Entre ellas se destaca la Articulación SIDA en Pernambuco, la Articulación de Entidades de la Zona de la Mata, el Foro de Mujeres de Pernambuco y el Foro Estatal de Reforma Urbana.

El coordinador del ambientalista Centro Sabiá, Marcelino Lima, admite que el fenómeno de las lluvias siempre va a existir en mayor o menor medida en esta época del año.
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Pero en entrevista con IPS llamó la atención sobre los factores que contribuyen a dar una dimensión mayor a la catástrofe natural.

"Registro de lluvias concentradas —cerca de 400 milímetros en apenas cuatro días—, suelos compactados por el cultivo de caña de azúcar, ciudades mal planificadas y con crecimiento desordenado, falta de infraestructura adecuada para soportar inundaciones y la pobreza, que lleva a las personas con menos recursos a construir ranchos a orilla de los ríos", resumió.

Lima dice que para encontrar respuestas hay que remontarse al Brasil de la época colonial. Primero, a la destrucción de la Mata Atlántica, un bosque tropical húmedo presente hoy en 17 estados brasileños, para la explotación de madera, principalmente la especie conocida como Palo de Brasil.

Otros factores económicos de la catástrofe se remontan también 450 años atrás. Entre ellos, la plantación de la caña de azúcar en la región.

"La explotación agrícola es hecho con la adopción de criterios de conservación del suelo y de la biodiversidad. El monocultivo de la caña de azúcar es para mí la mayor causa de destrucción de los bosques de la Mata Atlántica", afirmó.

La opinión es compartida por Plácido Junior, geógrafo y miembro de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) del Nordeste, y por Renata Albuquerque, del sector de comunicación de esa misma entidad.

En un artículo titulado "La Madre Tierra es quien nos culpa", los miembros de esa pastoral católica dicen que como "en todo escenario de guerra hay siempre enemigos y culpables, escogieron a la Naturaleza como responsable".

Los articulistas tampoco niegan los factores climáticos detrás de la tragedia. La lluvia concentrada es atribuida por los especialistas al calentamiento de las aguas del océano Atlántico.

Pero al mismo tiempo destacan que no es casual que las áreas afectadas "estén marcadas por la concentración de la tierra, por el monocultivo exportador de caña de azúcar, por el trabajo precarizado y análogo al trabajo esclavo, y por la degradación ambiental".

Según la CPT, en los municipios de la zona de "la mata pernambucana" los índices de concentración de la tierra alcanzan un coeficiente de Gini de 0,9, siendo el número más próximo a uno que es la mayor concentración.

"El modelo de desarrollo históricamente y geográficamente implementado en Brasil, y en especial en el Nordeste, ha sacrificado el medio ambiente y empujado a las poblaciones empobrecidas a los lugares menos propicios para la ocupación humana", dicen.

Los números de la Pastoral de la Tierra confirman esa apreciación.

En la Mata de Pernambuco más de 150.000 trabajadores perdieron sus trabajos en el sector de la caña de azúcar en las últimas tres décadas y se estima que más de 40.000 pequeñas propiedades fueron destruidas durante los primeros años del programa de gobierno que estimulaba el alcohol de caña como medio de combustible, conocido como Pro-alcohol y que data de 1975.

Se trata, según el geógrafo, de uno de los mayores períodos de expansión de la caña de azúcar. Los bosques fueron dando lugar a estas plantaciones y las poblaciones sin trabajo, privadas de tierra y sin alternativa económica, "fueron siendo empujadas a las periferias de las ciudades, para las llamadas áreas de riesgo", como las que fueron más afectadas por las inundaciones.

Pernambuco, según recuerda Junior, aparece con el quinto peor Índice de Desarrollo Humano del país y la región de la Mata de Pernambuco concentra uno de los indicadores más bajos de ese estado.

La falta de saneamiento y de distribución domiciliar de agua, entre otros problemas persistentes, fueron agravados por la tragedia.

Según el Sindicato de Productores de Azúcar y Alcohol de Pernambuco, además de los empleos que genera la industria que se perdieron con las inundaciones, los 12.000 pequeños productores rurales que venden caña de azúcar a las industrias vieron sus plantaciones destruidas.

Lima cree que las tragedias podrían ser evitadas a partir de una reconstrucción basada en un plan de "ciudades sostenibles", con edificaciones fuera de las márgenes de los ríos o de áreas inundables. También opina que deben ser respetadas las normas de conservación de los bosques.

"Es necesario comprender que no hay exactamente qué reconstruir. No es un recomienzo porque las personas perdieron no sólo sus bienes materiales que duramente conquistaron. Perdieron sus trayectos, recuerdos, memorias, referencias, no hay lugar para volver", lamentan las organizaciones en su comunicado conjunto.

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