Joven malasio a la horca por 47 gramos de heroína

Yong Vui Kong languidece en un pabellón de la muerte de Singapur tras ser condenado a la horca por poseer 47 gramos de heroína, dijeron a IPS abogados que luchan por salvar su vida.

Activistas de derechos humanos expresan su apoyo al joven malasio condenado a muerte, Yong Vui Kong. Crédito: Ravi Madasamy/IPS.
Activistas de derechos humanos expresan su apoyo al joven malasio condenado a muerte, Yong Vui Kong. Crédito: Ravi Madasamy/IPS.
El joven malasio, de 21 años, nació en el estado oriental de Sabah. En noviembre de 2008 fue sentenciado a muerte por la Alta Corte de Justicia de Singapur cuando tenía 19.

"Movilizaremos a la opinión pública contra la pena de muerte y el intento de matar a Yong por un delito tan insignificante", señaló el abogado de derechos humanos N. Surendran.

"Si es necesario protestaremos fuera de la misión de Singapur aquí y boicotearemos todo lo que proceda de ese país", apuntó. El objetivo es presionar a Singapur para que sea "humano", añadió.

Yong y sus nueve hermanos fueron abandonados por su padre cuando él tenía tres años. De niño dejó su aldea de Sandakan por las luces de Kuala Lumpur y, luego, de Singapur.
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Al igual que cientos de miles de personas que abandonan el campo, Yong perseguía el sueño de trabajar duro, ahorrar y volverse rico.

El pedido de conmutar la pena de muerte por cadena perpetua fue rechazado. La ejecución de la condena se fijó para el 4 de diciembre de 2009, pero fue suspendida 24 horas antes por una gracia sin precedentes concedida por un tribunal de Singapur.

El abogado del joven, especializado en derechos humanos en Singapur, Ravi Ramasamy, corrió al tribunal y alegó que las condenas a muerte obligatorias son inconstitucionales y mencionó numerosas decisiones de magistrados famosos de los miembros de la Mancomunidad de Naciones, incluido India.

Malasia, India y Singapur pertenecen a esa organización

El componente obligatorio de la pena capital elimina la discreción de los jueces y la concede al Estado y es inconstitucional, dijo Madasamy a IPS. "El Estado es juez y verdugo", añadió.

"El poder de ahorcamiento fue concedido al Estado al quitarle la discreción a los jueces. Se ignoran las circunstancias atenuantes", señaló el presidente del Consejo de Abogados de Malasia, Ragunath Kesavan.

Un alto tribunal anuló la suspensión de la ejecución y volvió a fijar la pena de muerte. Yong está otra vez cerca del cadalso.

Madasamy, quien se enfrentó varias veces a la justicia de Singapur, tiene tiempo hasta agosto para salvar la vida del joven.

"Le dije a Yong, a su madre y a sus hermanos que se preparen para lo peor porque el sistema de Singapur es despiadado", indicó Madasamy. "Quieren defender su posición en la horca, no con piedad. Corremos una carrera contra el tiempo para salvarle la vida a Yong", añadió.

Suele haber tres meses tras el rechazo de la solicitud de clemencia y la ejecución de la víctima, explicó el especialista.

Hasta abogados constitucionalistas de Londres tratan de recusar la obligatoriedad del máximo castigo en Singapur, indicaron activistas de ese país y de Malasia.

"Movilizamos a la opinión pública de Malasia para que muestre la injusticia inherente de las sentencias obligatorias. Queremos que nuestro parlamento elimine la disposición de la legislación", señaló Kesavan, y urgió a los singapurenses a hacer lo mismo.

Los dos países tienen sentencias obligatorias para ciertos delitos, en especial por asesinato y posesión de cierta cantidad de drogas ilegales.

Montones de personas de distintas nacionalidades fueron ahorcadas por posesión de droga, que se castiga con la muerte obligatoria. Es una forma primitiva de matar porque implica la agonía y el sufrimiento de la víctima.

"Singapur tiene instalaciones de primera clase, pero no un humanismo acorde", señaló el abogado Surendran. Es tiempo que la ciudad-estado muestre su costado humano dejando vivir a Yong. Además pidió al gobierno de Malasia que intercediera por el joven presionando a Singapur para conmute su pena.

Mientras Yong aguarda puede escuchar cómo otros presos son conducidos al cadalso, llorando, gimiendo y rogando que los suelten y los perdonen, señaló la familia del joven.

Yong tenía 12 años cuando escapó de una "vida de dolor", señaló su hermano Yun Leong. A los 15 se fue a Kuala Lumpur con la esperanza de conseguir un trabajo, pero fue discriminado por su origen "rural". Consiguió trabajo en un restaurante chino, pero le pagaban mucho menos que a sus compañeros.

"Nos decía que el trabajo era duro y la paga poca, pero que siempre había mucho para comer", señaló Yun Leong. "Siempre buscaba trabajos mejores pagos", añadió.

Comenzó a vender piratas en la calle, y luego ayudó a cobrar deudas.

Después apareció un "hermano mayor" por el que Yong se sentía obligado a hacer de todo. Empezó a distribuir pequeños paquetes de heroína en la ciudad. En mayor de 2007 fue atrapado en Singapur con poco más de 47 gramos, según su familia.

"El joven comenzó a aceptar su inminente muerte", indicó Madasamy. "Además se hizo budista, medita temprano y pide consejo a los monjes, quienes lo visitan con regularidad", añadió.

Yong sigue esperando el milagro.

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