Conocido en el pasado como «el país del fútbol», Brasil busca hoy otro título: ser reconocido como una potencia económica y política, aunque sin renegar de la identidad que lo hizo famoso.
El museo del estadio carioca Maracaná lo sintetiza artísticamente en una de sus obras expuestas. "Patria das chuteiras (Patria de los botines)" muestra un mapa de este gigante sudamericano esbozado a través de la forma de cientos de zapatos de fútbol dorados.
Más de un siglo después del primer partido jugado en tierras brasileñas entre empleados de empresas inglesas, el 15 de abril de 1895, y de aquellos tiempos en que el fútbol era un juego de elite que excluía a los negros, la camiseta "verde amarela" (verde amarilla) logró trascender fuera de los estadios.
En palabras del ministro de Deportes, Orlando Silva, Brasil es "hoy es conocido como democrático, que produce energía limpia, con una economía diversificada y como un gran destino turístico", pero que debe al fútbol su visibilidad inicial.
"Cincuenta años atrás, este país era muy poco conocido en el mundo y esos grandes nombres del fútbol brasileño, y sus grandes conquistas, fueron fundamentales para nuestra presentación" en el exterior, dijo Silva a IPS.
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La justificación del ministro, que algunos consideran una demagogia electoral cuando se realiza un nueva Copa Mundial de Fútbol y otros un acto de justicia, fue para referirse a un proyecto de ley propuesto por el gobierno para compensar económicamente a los responsables de esos triunfos.
La iniciativa, actualmente en discusión en el Congreso legislativo, busca dar una pensión a los jugadores campeones mundiales de 1958, 1962 y 1970, cuando el fútbol, si bien ya era profesional, todavía no rendía los frutos económicos de hoy en día.
"Lo que esos hombres hicieron por nuestro país es impagable", arguyó Silva.
"Es más que un reconocimiento para aquellos que hicieron que Brasil sea reconocido", agregó Jair Ventura Filho, conocido como Jairzinho, una de las figuras del equipo campeón de la Copa del Mundo de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) jugada en 1970 en México.
"Brasil era considerado nada en el mundo y gracias al fútbol es hoy visto como una de las mayores potencias en todos sus segmentos", planteó a IPS Jairzinho, también llamado "Huracán".
La iniciativa del gobierno se basa en el análisis de que el fútbol es "uno de los principales componentes de la identidad nacional" y "del modo de vivir" de los brasileños, según el ministro, quien se refirió a este popular deporte como un elemento "integrador social".
"No hay pedazo de nuestro país, sea en el campo o en la ciudad o en los suburbios, donde no haya niños jugando al fútbol, divirtiéndose e integrándose a través" de él, sostuvo.
Estos factores, coincidió el analista político Fernando Lattman-Weltman, son importantes para el brasileño porque "consiguieron crear una identidad y establecer una marca".
"El fútbol es un patrimonio de nuestra cultura, nos caracteriza como pueblo y es admirado en el mundo entero", añadió en entrevista con IPS Lattman-Weltman, profesor del Centro de Investigación y Documentación de Historia Contemporánea de Brasil de la Fundación Getulio Vargas (FGV).
Para ilustrar ese concepto, el analista se refiere a un hecho singular de esta "Patria das chuteiras".
Cuando se trata de un campeonato interno de fútbol, lo importante es ganar, no importa cómo. En cambio, cuando se trata de un torneo mundial no basta que la selección gane sino que además lo haga "con nuestro juego bonito", el famoso "fútbol arte", comparó. Lattman-Weltman va más allá en el análisis y da otra razón de la importancia de esta pasión importada que se nacionalizó a través de los años.
El fútbol tiene reglas claras que todos conocen y tiene una noción de mérito y de victoria. Gana el mejor, destacó. "En el fútbol, todo el mundo sabe cuándo se ganó limpio y cuándo se ganó robando", agregó.
Estos "valores meritocráticos del fútbol", según el analista, "hacen realidad en la cancha una cierta demanda brasileña" de justicia, mérito y respeto, explicó.
Según el analista, se trata de un modelo de fácil identificación popular porque el pueblo brasileño, fruto de una gran mezcla étnica entre descendientes de europeos, indígenas y africanos, también tiene un "mérito democrático".
"Para jugar al fútbol no es necesario ser ni muy alto ni muy bajo ni negro, ni blanco ni mulato. Cualquiera puede ser jugador", reflexionó.
Por otro lado, es un juego colectivo que guarda un lugar para el individuo. "Un jugador que pierde o hace un gol o que defiende un penalti es tan importante como el juego grupal", destacó.
"El fútbol es importante para la autoestima del brasileño porque por lo menos en eso somos los mejores", añadió.
Estas definiciones de país y de cultura tampoco escapan a los políticos.
Como recuerda Lattman-Weltman, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, es conocido por su capacidad de comunicación con el pueblo, muchas veces a través de metáforas futbolísticas hasta en las más complejas cuestiones económicas.
"Es un lenguaje popular que todo el mundo entiende. Y la política tiene mucho que ver con el fútbol", opinó.
"Cada jugador tiene que ser un patriota para jugar por su país", dijo el director técnico de la selección brasileña, Carlos Caetano Bledorn Verri, conocido como Dunga, al definir el espíritu mundialista, que comenzó a develarse este martes con el primer partido de Brasil, frente a Corea del Norte, en el mundial que se juega en Sudáfrica.
Y al explicar por qué no convocó a jugadores reconocidos mundialmente, como Ronaldinho y Adriano, señaló: "en toda guerra hay siempre bajas".