Ismail Achar nunca pensó que llegaría el día en que su isla se reduciría a un árido segmento de tierra, prácticamente sin una gota de agua que beber. Luego llegó la solución.
La aldea donde vive, Jat Mohammad, se ubica en la sudoriental provincia pakistaní de Sindh, a lo largo del delta del Indo, considerado uno de los ríos más largos del mundo.
"Estábamos muriendo una muerte lenta", dijo este hombre de 52 años a propósito de la severa escasez hídrica que él y sus vecinos tuvieron que soportar desde comienzos de los años 90.
Hasta hace tres meses, Karmi Qasim, de 32 años, tenía que comprar 10 litros diarios de agua para su familia, de 10 integrantes. Y los adquiría en Kharo Chaan, uno de los tres pueblos cercanos.
Cada litro cuesta entre 30 y 40 rupias pakistaníes (entre 35 y 47 centavos de dólar). Además, "nos cuesta 1.000 rupias (unos 12 dólares) alquilar un bote para llegar a Kharo Chaan y volver con el agua", dijo Achar.
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El delta del Indo, que otrora cubrió unas 600.000 hectáreas de arroyos, bosques y marismas, ahora se ha reducido a apenas 10 por ciento de su tamaño original, dijo Tahir Qureshi, asesor de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
La cuenca del Indo se origina en la meseta tibetana y fluye a través del norte de India y luego se dirige al sudoccidente, pasando por Pakistán, hacia el mar Arábigo.
Achar dijo que en vez del agua dulce del río, su aldea —cuyos alrededor de 1.500 habitantes figuran entre los más pobres del país— ahora está rodeada por agua del mar Arábigo.
La construcción de represas, junto con otros factores, ha reducido el flujo del río, causando una mayor intrusión del agua salada, que a su vez elevó la salinidad general.
La alta salinidad afecta la productividad del suelo, lo que perjudica la seguridad alimentaria y conduce a una escasez de agua potable, así como a la pérdida de biodiversidad, según los expertos.
"El agua salada ha destruido mucha tierra agrícola de buena calidad, eliminado flora y fauna, y contaminado a entre uno y dos millones de personas que viven a lo largo de la costa del mar Arábigo desde principios de los 90", dijo Nasir Ali Panhwar.
Panhwar es coordinador del Programa Indo para Todos, una iniciativa del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y el gobierno de Sindh prevista para el plazo 2006-2056, que aspira a hacer frente a la pobreza y la degradación de recursos naturales en el área.
En marzo, la aldea de Achar y Qasim finalmente vio una luz de esperanza, cuando la no gubernamental Sindh Radiant Organisation (SRO), en colaboración con WWF, instaló una planta solar de desalinización en su comunidad, como parte del programa.
"Para tener agua potable, esto es una bendición", dijo Qasim.
La planta, alimentada a energía solar, tiene la capacidad de convertir diariamente unos 150 litros de agua salada en agua dulce.
La central está compuesta por 16 unidades desalinizadoras, cada una de 2,4 por 1,2 metros. La tecnología que emplea fue desarrollada por el privado Consejo de Investigaciones Científicas e Industriales de Pakistán, con sede en la meridional ciudad de Karachi.
El agua bombeada a la destilería se calienta bajo el sol hasta que se convierte en vapor.
Luego ese vapor se condensa y se transforma en líquido en la superficie interior de vidrio de la destilería, que luego fluye hacia canales de aluminio antes de ser depositada en tanques de almacenamiento, explicó el ingeniero Nisar Pandhyani, quien diseñó la planta. "Es una tecnología limpia y no plantea ninguna amenaza al ambiente", dijo Saeed Hussain, subdirector del gubernamental Consejo de Energía y Tecnología Renovable de Pakistán.
La planta costó 500.000 rupias (5.952 dólares) y se espera que dure 20 años, dijo Pandhyani. Los aldeanos aportaron la mano de obra.
La central ha renovado las esperanzas de agua limpia entre los habitantes de Jat Mohammad. Sin ella, habrían padecido el destino de las aldeas vecinas, cuya población se vio obligada a emigrar hacia lugares donde había agua potable.
La escasez de agua a lo largo del río Indo ha promovido migraciones masivas entre muchos de sus habitantes.
Según Ghulam Hussain Khwaja, director de la SRO, unos 3.000 residentes de tres aldeas han migrado a comunidades adyacentes en los últimos dos años.
"La mayoría de ellos se han mudado a los cercanos pueblos de Chihar Jamali, Jati y Gharo", dijo Qasim.
Se ganan la vida trabajando en la extracción de piedras o en la minería, "dado que todos son iletrados", agregó.
Aparte de Jat Mohammad, cientos de otras pequeñas comunidades que salpican el delta del Indo también enfrentan la intrusión del agua salada del mar Arábigo, dijo Qureshi.
Para Khwaja, el agua que se genera en la planta "no es suficiente" para la aldea de Jat Mohammad. Sus habitantes necesitan por lo menos tres centrales desalinizadoras más, señaló.
La población del lugar intenta conseguir que instalen otra haciendo una colecta en base a sus magros recursos, añadió. Sin embargo, admitió que les llevará años juntar la suma necesaria. Mientras, el Ministerio de Ciencia y los funcionarios locales ya han mostrado interés en replicar la experiencia de la planta de desalinización en otras aldeas.
Incluso organizaciones no gubernamentales locales han visitado Jat Mohammad para evaluar si la central es una opción viable para otras comunidades pakistaníes con escasez hídrica.