Miriam Toaquiza, de 17 años, es la única ocupante de la sala de madres adolescentes del hospital de esta ciudad andina de Ecuador. En la cama, a su lado, está su bebe recién nacida, que estrena el nombre de Jennifer.
Está tranquila y sonríe todo el tiempo, pese a que ha tenido que quedarse en el centro público más de lo previsto, por una complicación posparto.
"¿Te están atendiendo bien, hijita?", le pregunta Julio Guerrero. "Sí", contesta la joven. "¿Te han cobrado algo por algún medicamento o por algo que te han dado?". "No", responde ella. "¿Alguien te ha pedido algún dinero para algo?", insiste él. "No, todo es gratis, por la maternidad gratuita", dice ufana.
IPS presencia la escena en Latacunga, a 100 kilómetros al sur de Quito y capital de la norcentral provincia de Cotopaxi, una de las más pobres del país.
Los valles interandinos, que a 2.800 metros de altura sobre el nivel del mar rodean la ciudad, producen flores y brócoli para la exportación y tienen alto nivel de empleo.
[related_articles]
Pero en la parte más montañosa de la provincia, comunidades indígenas de lengua quichua marginadas secularmente sobreviven cultivando pequeñas y erosionadas parcelas.
Toaquiza, perfectamente bilingüe, vive en una de esas comunidades del cantón Saquisilí, donde 68 por ciento de sus habitantes sobreviven con menos de dos dólares diarios, 20 puntos más que el promedio provincial.
Quien interroga, Guerrero, preside el Comité Local de Usuarios de la Ley de Maternidad Gratuita y Atención a la Infancia, aprobada en 1994 y codificada en 2006, para integrar las normas sobre su área de acción, reforzar su reglamentación y programas, y darle autonomía financiera.
Ecuador logró así una neta reducción de la mortalidad materna, mientras agencias de las Naciones Unidas ponen la ley como modelo para otros países de América Latina, donde los decesos de mujeres en el parto y posparto o no caen, o suben.
Verónica Rocha, directora de desarrollo institucional del programa de Maternidad Gratuita, explicó a IPS en Quito que la ley "financia las medicinas, insumos, micronutrientes, suministros, exámenes de laboratorio para la atención de las mujeres embarazadas, en el parto y después del parto, así como a los niños y niñas recién nacidos y hasta los cinco años de edad".
En su ejecución participan también el Ministerio de Salud, sus profesionales, instalaciones y equipos. Los logros son "de todo el sistema" de salud pública, afirmó.
De las 188 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos ocurridas anualmente en promedio durante la década de los 70, Ecuador bajó a 142 en los 80, a 75 en los 90 y a 55 entre 2001 y 2007, según cifras avaladas internacionalmente.
El índice latinoamericano promedio de 2007 fue de 130 mujeres muertas por 100.000 nacimientos exitosos, y organismos internacionales y organizaciones feministas alertan que es el indicador con inercia más negativa para las mujeres de la región.
El principio de la ley es simple. "Toda mujer tiene derecho a la atención de salud gratuita y de calidad durante el embarazo, parto y post-parto, así como al acceso a programas de salud sexual y reproductiva", dice el primer artículo de su codificación.
Eulalia Salinas, secretaria del Comité de Usuarias de Latacunga, asegura que la capacitación y supervisión de estos grupos comunitarios sobre el programa ha sido clave para su éxito. La ley establece la conformación de un comité en cada uno de los 221 cantones en que se dividen las 24 provincias ecuatorianas. Pero solo hay 59.
Está satisfecha porque en su provincia en 2009 hubo solo dos muertes maternas, frente a 33 de cuatro años antes.
"Empezamos en 2004, por acción de la Coordinadora Política de Mujeres", recordó Salinas. Esa organización no gubernamental impulsó la creación de los comités, "que hasta entonces eran letra muerta, para que hiciéramos valer nuestros derechos", explicó.
"Nuestro trabajo voluntario es vigilar porque el presupuesto que llega a cada cantón se utilice en la maternidad gratuita, y que las mujeres y los niños sean tratados con calidad y calidez", añadió.
Los comités han logrado reducir el maltrato y la discriminación, con tintes racistas.
"Antes, los médicos nos trataban mal. Nos gritaban al momento del parto ¡India sucia, abres las piernas cuando te da la gana y ahora estás gritando! ¡Cállate ya!", dijo Giovanna Álvarez, presidenta del Comité de Usuarias de Saquisilí, el cantón de la joven Toaquiza.
Allí es donde más se avanzó en el "parto humanizado". Consiguieron que la parturienta tenga una persona de su elección que la acompañe, pueda tomar té caliente de hierbas antes de comenzar y escoja la posición en la que quiere dar a luz.
Todo eso está prohibido en otros hospitales, pero en Saquisilí la presión de las mujeres indígenas y mestizas obtuvo su aceptación, como una muestra del respeto a sus costumbres.
"Antes lo que primaba era la comodidad del médico. Él sentado frente a la parturienta que estaba en posición horizontal y con las piernas abiertas en unos ganchos de metal, totalmente antinatural. No, la manera natural es que la mujer esté o de pie o en cuclillas", para que el bebé baje ayudado por la gravedad, dijo Salinas.
El modelo, que da prioridad a la madre y no al médico o la partera, se extenderá a todo el país, y se continuará insistiendo en que los partos se realicen en centros de salud. "La gran mayoría de las muertes maternas se dan cuando se da a luz en la casa, sin las condiciones adecuadas", reiteró Álvarez.