Falsas promesas de educación para las niñas liberianas

En una pequeña oficina ubicada detrás de las escaleras del Ministerio de Educación de Liberia, el personal de la Unidad de Educación de Niñas parece derrotado.

Quienes allí trabajan, y que ahora programan un nuevo curso destinado a educar a niñas y mujeres de este país del occidente de África, no cuentan con salarios ni presupuesto, y tienen pocos proyectos en marcha.

"Asistimos a reuniones y talleres. Pero cuando proponemos un proyecto no nos apoyan", suspira la directora de la Unidad, Lorpu G. Mannah.

Pese a que en 2006 fue elegida Ellen Johnson-Sirleaf, primera mujer presidenta en el continente, y a que se introdujo la educación primaria gratuita y obligatoria, muchas niñas liberianas siguen desertando de la escuela para cocinar y limpiar para sus familias, o para ganar un ingreso escaso vendiendo alimentos o agua en las calles.

Enfrentan la discriminación, la violencia sexual, las presiones de sus familias, y también embarazos prematuros, matrimonios forzados y prácticas tradicionales que las perjudican.
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Tres de cada cinco mujeres liberianas no saben leer.

PROMESAS

Cuando Johnson-Sirleaf llegó al poder, esta economista formada en Harvard hizo soñar a las mujeres del país con un futuro mejor.

Con mucho aspaviento, en abril de 2006 lanzó una Política Nacional sobre la Educación de las Niñas, señalándola como la "piedra angular" del desarrollo en Liberia.

Poco después se inauguró la Unidad de Educación de Niñas para implementar esa política.

Más allá de la educación primaria y de la reconstrucción de escuelas destruidas, la política nacional prometió recortar a la mitad las cuotas que por escolaridad pagan las niñas en la enseñanza secundaria. Y también capacitar a más maestras, castigar a los profesores que explotan sexualmente a las estudiantes y brindar orientación psicológica.

Otras medidas prometieron brindar servicios de salud a las niñas en las escuelas, pagar pequeñas becas para cubrir sus clases, uniformes y cuadernos, y realizar una campaña nacional para concientizar a los padres.

También se estipuló que una parte del presupuesto educativo debería destinarse específicamente a ese fin.

PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS

Cuatro años después, el Ministerio de Educación todavía no asignó el presupuesto necesario para implementar esa política.

Las familias liberianas continúan lidiando con los precios cada vez más altos de la enseñanza secundaria. Cada 10 maestros hay una sola mujer. El apoyo psicológico y los servicios de salud casi no existen. Las niñas son obligadas a vender sexo a sus maestros a cambio de buenas calificaciones, o a prostituirse en las calles para obtener dinero.

Estadísticamente, la brecha de género en las escuelas primarias de Liberia se ha reducido. El censo escolar más reciente reveló que entre 2007 y 2008 las niñas constituían 47 por ciento de los estudiantes registrados en la enseñanza primaria, pero apenas 31 por ciento de los centros públicos de enseñanza secundaria.

Mannah atribuyó esto a las clases gratuitas, a los planes implementados por el Programa Mundial de Alimentos y a becas otorgadas por los donantes internacionales para la compra de uniformes y útiles escolares.

Sin embargo, esos números son engañosos. El censo sólo midió las inscripciones al inicio del año escolar, sin considerar la elevada deserción de niñas que tuvo lugar varios meses después, debido a obligaciones familiares, embarazos adolescentes o pobreza.

Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), esas estadísticas muestran que la cantidad de niñas que se inscriben y continúan sus estudios luego del tercer grado es menor.

El especialista en educación John Sumo, de Unicef, culpó al gobierno liberiano por abandonar la política destinada a la educación de sus niñas.

"Hasta donde yo sé, no hubo ningún compromiso del Ministerio de Educación para ver qué puede hacerse en la implementación de la política nacional", dijo Sumo.

Esto hizo que en enero de 2009 Unicef dejara de financiar proyectos educativos para las niñas a través del gobierno liberiano, eligiendo en cambio canalizar ese dinero mediante organizaciones no gubernamentales internacionales. En enero de este año también dejó de aportar fondos para los salarios de la Unidad de Educación de Niñas y para costos operativos.

NUEVO MINISTRO

Este mes fue destituido Joseph Korto, quien durante los últimos cuatro años se desempeñó como ministro de Educación, luego de que su nombre figurara en una auditoría asociado a una presunta malversación de fondos.

El nuevo ministro, Othello Gongar, se comprometió a presionar al Poder Legislativo para aumentar el presupuesto general de educación de ocho a 25 por ciento del presupuesto nacional de 347 millones de dólares.

En la pugna por el presupuesto, las niñas y mujeres liberianas compiten con unas carreteras y una red eléctrica destruidas por la guerra, escasa agua corriente y sistemas de saneamiento, un sistema judicial disfuncional y otros problemas.

"Sí, yo quiero carreteras y electricidad las 24 horas. Pero también quiero vivir en un país donde nueve de cada 10 personas no sean ignorantes. Tenemos que desarrollar las mentes", enfatizó Miatta Fahnbulleh, activista por la educación de las niñas liberianas.

Mientras, Lorpu G. Mannah sigue apareciéndose todas las mañanas en la Unidad de Educación de Niñas. Aunque ya no le pagan, todavía escribe propuestas que envía a organizaciones no gubernamentales internacionales pidiendo dinero para patrocinar escuelas nocturnas para madres adolescentes, centros de apoyo psicológicos en escuelas secundarias o becas para mujeres que quieren ser maestras.

"Para ser franca, lo hago por simpatía hacia las niñas", resumió.

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