Al jardinero no le zumban los oídos

El secreto peor guardado del mundo es la desaparición de las abejas, uno de los polinizadores más beneficiosos de la naturaleza, lo que preocupa a agricultores y jardineros.

Los girasoles son muy atractivos para las abejas. Crédito: Enrique Gili/IPS.
Los girasoles son muy atractivos para las abejas. Crédito: Enrique Gili/IPS.

Motivada por el desconcertante problema del colapso de colonias, Gretchen LeBuhn, bióloga de la Universidad del Estado de San Francisco, reunió a miles de aficionados para tratar de comprender el fenómeno.

El objetivo es restablecer la población de abejas con ayuda de los llamados «ciudadanos científicos».

Los apicultores comerciales descubrieron en 2006 que sus colmenas desaparecían. Entre 50 y 60 por ciento de sus abejas morían o las obreras abandonaban las larvas.

No se sabe con exactitud cuál es la causa de la desaparición de las colonias, pero hay indicios de que las abejas son víctimas de las vicisitudes de la vida moderna. El estrés ambiental puede interferir con la disciplinada vida de las colmenas, combinado con químicos nocivos.
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Las abejas de criadero están sometidas a una fuerte presión, pese a su imagen bucólica y a ser muy queridas. Cultivadas por su comportamiento no agresivo y gran producción de miel, se espera que ayuden a polinizar decenas de miles de hectáreas de cultivos florales en granjas de Estados Unidos y Europa.

En cambio, poco se sabe de las silvestres que colonizan ciudades y zonas suburbanas.

El Great Sunflower Project (proyecto girasol) surgió de la frustración de LeBuhn por la falta de abejas en su jardín, en las afueras de la occidental ciudad estadounidense de San Francisco. La especialista se propuso mejorar el equilibrio biológico de su casa y contribuir a la ciencia.

«Me sorprendió la cantidad de gente que quiso participar», observó.

LeBuhn envía paquetes de semillas de girasol a personas interesadas en cultivarlos. Es una planta resistente que crece en América del Norte y, lo más importante, es «muy atractiva para las abejas», explicó.

Los voluntarios realizan observaciones de su jardín o de su huerta y de la actividad de las abejas cuando las plantas florecen. Luego envían sus registros a LeBuhn.

Unas 55.000 personas en todo el país y de provincias canadienses participaron en 2009. Este año se espera que aumente la cantidad de voluntarios.

Hay unas 1.500 especies de abejas autóctonas en California, y quizá unas 2.500 más en el resto del continente. Pueden ser de varios milímetros o llegar a tener el tamaño de los abejorros.

El propósito del estudio es conocer la vida de las abejas mediante un mapeo de la variedad de especies en Canadá y Estados Unidos, una tarea imposible sin ayuda de ciudadanos aficionados. Es importante saber cuál es su hábitat preferido.

El inconveniente es que la «gente teme señalar que no hay abejas», explicó LeBuhn. «Los voluntarios creen que hicieron algo mal porque no entienden la importancia del cero en la ciencia», explicó.

Economistas especializados en agricultura y ecologistas estiman que la contribución de los polinizadores silvestres de Estados Unidos asciende a entre 4.000 y 6.000 millones de dólares al año. La acción polinizadora de las abejas de criadero equivale a otros 18.000 millones de dólares.

La producción agrícola aumenta cuando las abejas van de una planta a otra, lo que suministra un servicio invalorable para agricultores y hortelanos, y se dificultaría, o imposibilitaría, si el principal polinizador sigue desapareciendo.

Los datos del estudio servirán para implementar una estrategia efectiva que contribuya a preservar a las abejas autóctonas y fomentar la propagación de plantas polinizadoras que son beneficiosas para ellas.

No es la primera vez que desaparecen abejas y las causas siempre son una incógnita. Es importante llenar el vacío en el conocimiento, señaló Victoria Wojcik, de la organización sin fines de lucro Pollinator Partnership, con sede en San Francisco.

«Nadie estudió bien el fenómeno», apuntó, refiriéndose a las especies autóctonas.

La desaparición se observa desde los años 70, independiente del problema del colapso de las colonias. Muchas amenazas se ciernen sobre ellas, como la densidad de las poblaciones urbanas y la fragmentación del campo.

Se descubrió que ácaros parasitarios habían diezmado las colmenas pero es difícil encontrar un culpable, dada la cantidad de pesticidas utilizados.

El Congreso legislativo de Estados Unidos modificó en 2008 el proyecto de ley de haciendas para mejorar el hábitat de las abejas polinizadoras. Se destinaron varios millones de dólares para investigar más el problema.

El proyecto también permitió introducir prácticas agrícolas alternativas, como la gestión integral de plagas, para disminuir la dependencia de los químicos.

Numerosos jardineros decidieron tomar medidas inmediatas, cultivar plantas y árboles frutales autóctonos, atractivos para las abejas. Son conscientes de que los jardines silenciosos no presagian nada bueno.

* Este artículo es parte de una serie de reportajes sobre biodiversidad producida por IPS, CGIAR/Bioversity International, IFEJ y PNUMA/CDB, miembros de la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org).

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