Los líderes indígenas deben tener voz y participación directa en los procesos políticos, pues representan a los pueblos más afectados por el desarrollo invasivo, dijo a IPS el cineasta canadiense James Cameron, director de la taquillera «Avatar».
El filme, que sigue rompiendo récords en ventas y distribución, cuenta cómo el ecosistema de un lejano satélite natural es saqueado por intereses corporativos indiferentes a la población local, un escenario muy similar al que sufren muchas comunidades aborígenes en la Tierra.
IPS dialogó con el director en el marco de la presentación de la película en Nueva York durante la novena sesión del Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas de la Organización de las Naciones Unidas.
IPS: ¿Piensa que observar los cambios en la naturaleza a lo largo de los años lo impactó para crear Avatar?
JAMES CAMERON: Creo que cuando uno tiene un sentido de conexión con la naturaleza, y ve lo que estamos haciendo como sociedad, se siente una obligación. Y para mí es una obligación como artista decir algo.
Yo trabajo en el entretenimiento comercial. No es habitualmente la plataforma usada para este tipo de comunicación. Normalmente, sería el cine documental, pero lo que sucede con éste es que por lo general es visto por personas que ya entienden el problema, a diferencia de una obra de entretenimiento masivo, que alcanzará a todos.
[related_articles]
Por tanto, la intención con Avatar, sin ser un sermón y dentro del contexto de una historia de aventura, fue tratar esos temas y darle a la gente no sólo una reacción intelectual, sino un filme poderoso, emotivo y catártico.
IPS: ¿Cómo podemos reconciliar un sistema que valora la ciencia, el desarrollo, el progreso y el descubrimiento con el respeto a los derechos de los pueblos indígenas?
JC: Es el desarrollo el que invade, son los proyectos de infraestructura como las represas y las carreteras y los gasoductos. Sus efluentes, su contaminación, las aguas servidas de las instalaciones de refinamiento de petróleo, etcétera.
Somos nosotros como consumidores y nuestra sociedad consumista que, a través de las fuerzas del mercado, expandimos nuestra presencia industrial, de nuestras industrias de extracción.
No son los científicos. Creo que los científicos ahora acompañan de forma muy discreta, causando un mínimo impacto, estudiando y aprendiendo sobre la biodiversidad de los bosques tropicales. Los antropólogos aprenden sobre las culturas y los pueblos indígenas de una forma no intrusiva.
Pero las industrias extractivas, las grandes empresas, personas como esas, no se preocupan. Si pudieran hacerlo sin ninguna conciencia, creo que lo harían.
Ahora hay algunos frenos a ese proceso gracias a que derechos indígenas han sido establecidos constitucionalmente, reconocidos en varias declaraciones, pero, en su mayor parte, no tienen fuerza. No se aplican mucho, y esos pueblos se ven obligados a usar su propio dinero y sus propios recursos para librar batallas legales y para defenderse.
IPS: ¿Qué opina sobre utilizar el conocimiento indígena para buscar una salida a nuestros problemas?
JC: Creo que la gente tiende a prestar atención sólo a ciertas prácticas chamánicas que nos permiten llegar a determinados compuestos farmacéuticos en los bosques tropicales, que albergan una gran diversidad biológica, y eso es válido.
Existe un conocimiento aborigen específico que es casi una propiedad intelectual de la que ellos se deberían beneficiar, y de la que nosotros también nos podríamos beneficiar. En otras palabras, los indígenas tendrían que sacar provecho económico de la utilización de ese conocimiento, pero no creo que sea el punto central.
Lo más importante es que ellos poseen naturalmente un sistema de valores que les ha permitido vivir en armonía con la naturaleza por mucho tiempo, y esos principios, esa sabiduría, esa conexión espiritual con el mundo, ese sentido de responsabilidad unos con otros, eso es lo que necesitamos aprender.
Es una completa reversión de cómo vemos las cosas. Ni siquiera estoy seguro si podemos lograrlo, pero si hay esperanza, depende de nuestra capacidad de realizar un cambio radical en nuestra conciencia: no tomar más de la naturaleza de lo que damos.
IPS: Algunos han criticado la película por tener a un hombre blanco como protagonista y héroe que salva a los Navi, la población aborigen que habita el ficticio satélite de Pandora. ¿Cómo responde a esa crítica contra el "Mesías blanco"?
JC: No me convence y, dicho sea de paso, no creo que ninguno de los indígenas que vean reflejada su realidad en el filme sientan eso, para nada, ni que sea un impedimento para que disfruten de la película.
IPS: ¿Ha tenido alguna reacción de la comunidad indígena?
JC: Sí, y abrumadoramente positiva, abrumadoramente. Quizás me baso en las personas que se me acercan y me hablan, pero nadie ha venido a criticarme a los gritos por algún tema relacionado con el "Mesías blanco".
Para mí, el punto está en que la gente debe hacer una distinción. Una cosa son los temas afroamericanos de este país (Estados Unidos), temas socioeconómicos relacionados con la pobreza y con la necesidad de tener una voz en el sistema político, y otra cosa es sobrevivir cuando topadoras están arrasando tu bosque y enfrentas una fuerza altamente industrializada que está destruyendo tu mundo.
Cuando todo lo que tienes para defenderte son arcos y flechas, tiene que haber una intervención de la comunidad internacional. Por tanto, no me preocupo de qué raza sean los Mesías, sino de que todos debemos ser esos Mesías, tenemos que ayudar a esas personas porque no se puede detener a una topadora con arcos y flechas.
Habiendo dicho esto, es absolutamente fundamental que los líderes indígenas tengan voz. Son los que deben ser llevados a los procesos políticos. Eso es fundamental. No quiero hablar por ellos.
IPS: Al parecer el proyecto de la represa de Belo Monte, en Brasil, que usted ha criticado varias veces, sigue adelante
JC: Es difícil decirlo. Todavía no han construido nada. Hubo una directiva en contra y por tanto fue retrasado en varias ocasiones, y creo que hubo una tercera orden judicial contra el remate, aunque fue desechada por la Suprema Corte sobre la base de que no existía una amenaza directa inmediata para los indígenas, ya que las obras todavía no habían comenzado.
Lo que he escuchado es que hay otros pasos que tienen que ser discutidos antes de que efectivamente comiencen las obras de construcción. Hasta lo que puedo ver, la batalla está por empezar. Y de hecho no esperábamos ganar en esta etapa. Sólo esperábamos lo que sucedió, que se generara conciencia tanto dentro de Brasil como en la comunidad internacional. Salió en la tapa del New York Times. Hoy hay mucha prensa sobre eso.
Ahora está en manos de las organizaciones no gubernamentales y de las acciones legales en Brasil, así como de los líderes indígenas, que recibieron un poco más de atención para poder hablar por ellos mismos.