El indio Hanumantha Nayak, de 50 años, no se había internado demasiado en el bosque para buscar leña. Pero mientras intentaba arrancar bambú seco, una tigresa se abalanzó sobre su espalda, le mordió el antebrazo y luego su garganta. No pudo salvarse.
Desde entonces, los funcionarios dicen que el incidente del 13 de marzo fue «un hecho aislado aparentemente provocado por las circunstancias».
Después de todo, Nayak era un intruso en la Reserva de Tigres de Bandipur, ubicada unos 290 kilómetros al sudoccidente de la meridional ciudad india de Bangalore, y la tigresa que lo atacó «probablemente estaba cuidando a sus cachorros», dijo K T Hanumanthappa, subencargado de conservación de bosques en la reserva.
De hecho, ésta es la primera vez que un tigre mata a un ser humano en el sur de India desde 1947. Y también es el primer caso que se registra en la reserva de Bandipur, según Hanumanthappa.
Hasta ahora, la tigresa en cuestión no ha atacado a otra persona, lo que ha llevado a los funcionarios de la reserva a descartar la idea de declararla «come-humanos».
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También se han negado a compensar a la familia de Nayak, argumentando que él no tenía que estar dentro de la reserva. Sin embargo, su muerte subraya una vez más la importancia de abordar las necesidades de la población que vive junto a las reservas naturales.
Esto exige «una innovación que reduzca riesgos y pérdidas para aquellos (que viven) al borde del conflicto», escribió en el Deccan Chronicle el historiador ambiental Mahesh Rangarajan.
Nayak residía en Bairambadi, una de las 200 aldeas que rodean la reserva de Bandipur.
Bairambadi tiene 2.887 habitantes, o alrededor de 348 hogares, la mitad de los cuales no poseen conexiones de gas, señaló la organización World Vision. Las cifras del gobierno son levemente más altas, pero nadie discute que demasiados aldeanos siguen necesitando leña para poder cocinar.
Muchos habitantes de Bairambadi también son demasiado pobres para comprar leña, y por lo tanto tienen que juntarla donde pueden. Talan árboles para fabricar implementos agrícolas. El personal encargado de proteger los bosques tolera esto siempre y cuando no afecte a especies como el palisandro y la teca, cuya tala se considera un delito. Otros residentes del lugar llevan a su ganado a pastar en el bosque.
Quienes se dedican a cultivar a menudo lo hacen en tierra ajena, y tienen que pagar una renta a los propietarios ausentes.
La familia de Nayak parece tener un terreno propio, pero es demasiado pequeño —una hectárea— para mantener a todos sus sobrevivientes.
Durante la temporada de cosecha, los aldeanos recogen granos de café en el vecino estado de Kerala o pelan semillas de pimienta para otros cultivadores. Durante el resto del año, muchos hombres de Bairambadi se emplean en la construcción en pueblos distantes o fabrican herramientas agrícolas. A duras penas ganan lo suficiente para mantener a sus familias.
Todo esto parece haber impulsado a los aldeanos a probar suerte en la reserva cercana, en busca de leña y de todo lo que puedan usar o vender.
«Lamentablemente, los aldeanos de Bairambadi no sólo dependen de los bosques para conseguir leña, sino que también son conocidos por contrabandear árboles del bosque y estar en connivencia con la mafia de la caza furtiva», dijo Manikanta, un nativo del lugar que trabaja en un centro gubernamental de ecoturismo y prefirió no dar su nombre completo.
«Cada semana se registran por lo menos cuatro o cinco delitos forestales perpetrados por aldeanos de Bairambadi», agregó.
Según el funcionario forestal Hanumanthappa, «los parques nacionales y las reservas de tigres son áreas protegidas para nutrir la riqueza de la historia natural y los ecosistemas», y de allí no se puede sacar «ni una hoja».
Creada como tal en 1973, la Reserva de Tigres de Bandipur es una de las 38 de India y ocupa unos 900 kilómetros cuadrados. En 2008 se estimaba que allí había unos 280 tigres. En enero de este año, las autoridades de la reserva dijeron que esta cifra aumentó, pero todavía no hicieron un anuncio formal.
En tanto especie amenazada, los tigres ocupan actualmente siete por ciento de su hábitat histórico en todo el mundo, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Sin embargo, las reservas de estos felinos buscan protegerlos no sólo a ellos, sino también a todo un espectro de fauna y al ecosistema en general. En la reserva de Bandipur también hay elefantes, antílopes, ciervos, osos perezosos, pavos reales y perros salvajes.
La reserva de Bandipur está rodeada por asentamientos humanos. Al norte y al este hay vastas áreas habitadas carentes de bosques, mientras que una espesa jungla linda con ella al sur y al oeste. Bosques de arbustos ubicados antes de la línea de demarcación funcionan como zona de exclusión entre la reserva y el mundo exterior. Pronto esa zona se ampliará 300 kilómetros cuadrados.
Desde que se estableció la reserva no se ha registrado ningún caso de tigre que se haya aventurado fuera de la misma. Pero pese a las advertencias, la gente hace lo inverso, internándose en el bosque para cazar furtivamente, incluso elefantes.
Ese fatídico día de marzo, el propio Nayak fue unos cuatro kilómetros más allá de la línea y se introdujo en el bosque de bambúes, donde encontró la muerte.
«Que los tigres coman seres humanos es un comportamiento que puede ser causado por una variedad de circunstancias. Es necesario ejercer una precaución extrema para impedir conflictos antropogénicos entre seres humanos y animales», dijo V B Mathur, del Wildlife Institute de India.
«No pueden perderse más vidas humanas, así que es mejor mantener la esterilidad de la reserva de tigres. Es un ecosistema donde los animales salvajes tienen que prosperar sin conflicto antropogénico, porque en estos tiempos de crisis de tigres es muy importante salvar cada gen», agregó.
* Este artículo es parte de una serie de reportajes sobre biodiversidad producida por IPS, CGIAR/Bioversity International, IFEJ y PNUMA/CDB, miembros de la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org).