La prisión libanesa de Roumieh, escenario de un conflicto este mes entre prisioneros y guardias, tiene ya antecedentes en materia de disturbios, escapes, corrupción y abusos.
Las últimas revueltas se habrían desatado tras la imposición de restricciones a la visita de familiares, y fueron protagonizadas por reclusos de la organización islamista Fatah al-Islam, que luchó contra el ejército libanés en 2007.
"Otro motín se había producido en octubre pasado", señaló Hannah Nassif, directora de la organización no gubernamental AJEM, que trabaja con presos libaneses.
También se reportaron disturbios en los meses de agosto y septiembre de 2009, mientras que un recluso de Fatah al-Islam logró escapar, aunque fue detenido por las fuerzas especiales del ejército tras una persecución de 24 horas.
En abril de 2008, siete guardias fueron tomados como rehenes por los presos. Recuperaron su libertad tras nueve horas de negociaciones entre altos funcionarios policiales y representantes de la población carcelaria.
"Esta penitenciaría, construida en 1964, fue inicialmente proyectada como una cárcel modelo. Con capacidad para 1.400, alberga actualmente a 3.700 convictos", dijo Nassif.
Una de las causas de la superpoblación, explicó, es la lentitud del sistema judicial. Las demoras en los fallos por lo general hacen que los procesados cumplan más tiempo en prisión de lo que finalmente establecen sus condenas. "Los prisioneros tienen acceso a actividades muy limitadas, en su mayoría provistas por varias organizaciones no gubernamentales. Algunas celdas albergan a por lo menos 150 prisioneros, y los jóvenes que han recibido su primer sentencia están junto a criminales con experiencia", añadió Nassif.
Otro factor problemático es el tráfico y consumo de drogas. Esto afecta particularmente a quienes cumplen su primera condena, ya que es un elemento que influye en su recaída y no en su recuperación.
Nassif estima que entre julio y octubre de 2009 hubo al menos un incidente reportado cada semana.
Según una fuente de seguridad, que habló a condición de mantener el anonimato, los prisioneros están gran parte del tiempo bajo los efectos de las drogas. "El consumo de estupefacientes y el tráfico de armas y celulares se han incrementado últimamente", señaló.
"El tráfico de narcóticos incluye la venta de medicamentos como Rivotril (sedante usado para aliviar la ansiedad y tratar epilepsia), Tramal (fuerte analgésico) y Benzhexol (antiespasmódico usado contra el mal de Parkinson)", detalló.
Las drogas son habitualmente intercambiadas por cigarros, y por lo general contrabandeadas por los guardias. "En Roumieh puede encontrase hachís y cocaína, pero esto es por lo general ingresado por las familias de los presos", añadió la fuente.
Existen jerarquías entre los reclusos. Se hacen distinciones entre los que tienen y los que no. Muchos narcotraficantes y delincuentes con dinero compran pequeños objetos de lujo a través del personal de seguridad.
Según la misma fuente, la corrupción ha prosperado en la prisión gracias a los bajos salarios que cobran los guardias de seguridad.
Por su parte, Nassif dijo que otro de los problemas es que muchos vigilantes y presos tienen vínculos entre sí, como ser originarios de la misma región de Líbano.
Otra preocupación es la división de la cárcel en líneas políticas y sectarias. El creciente número de reclusos del Fatah al-Islam, todos miembros de la comunidad minoritaria islámica sunita, agravó la ya volátil atmósfera penitenciaria.
"Cuando aumentan las tensiones en el escenario político general, se ve afectada la prisión, y observamos más peleas entre los reclusos de las diferentes sectas", dijo la fuente.
Es suficiente que otros reclusos perciban como indulgente el trato de los guardias a los presos del Fatah al-Islam para que se desaten enfrentamientos.
Según la fuente, algunos miembros de la organización islamista tienen su propio surtidor de agua, y venden el líquido a otros reclusos. Gozan de más flexibilidad en las horas de visita, tienen dietas especiales y son visitados por figuras religiosas, de las que se sospecha por el tráfico de equipos electrónicos.
Los actos de violencia son a veces instigados por personal de seguridad. "En 2007, cuando se avecinaba la Guerra de Nahr el-Bared, vimos a guardias instando a presos para que golpearan a un adolescente acusado de integrar el Fatah al-Islam", señaló.
"Lo mismo pasa cuando prisioneros acusados de colaborar con Israel son transferidos a Roumieh", añadió.