El directorio político y empresarial de las mayores economías emergentes se reúne esta semana en Brasil. ¿Es una reunión de los campeones de una incipiente y más justa economía mundial, o de los nuevos aspirantes a un viejo trono?
Este jueves 15, Brasilia aloja las cumbres del Diálogo Trilateral India, Brasil y Sudáfrica (IBSA) y del grupo Brasil, Rusia, India y China (BRIC). Ambos buscan fortalecer el papel de sus miembros en la economía global.
"En parte, la idea del IBSA es reformista, pero ese reformismo no trata de potenciar a los países más pequeños", sostuvo Shawn Hattingh, del Grupo de Investigación e Información Laboral Internacional, con sede en Ciudad del Cabo.
"Se trata de que los miembros del IBSA obtengan más poder de decisión", por ejemplo dentro del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Es básicamente un juego de poder dentro del sistema existente", dijo Hattingh a IPS.
Desde su punto de vista, ni el IBSA ni el BRIC representan nada nuevo para la mayoría de los pueblos que viven en el Sur en desarrollo.
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China, indicó, está comprometida en la relación con su mayor socio comercial, Estados Unidos, lo que limita su voluntad de presionar a favor de cambios más profundos.
Al examinar la relación comercial de China con África, Hattingh ve poco más que el viejo deseo de proteger sus intereses en materia de petróleo y de otros recursos naturales de este continente.
Los proyectos chinos de infraestructura en la República Democrática del Congo están estrechamente vinculados a lucrativos contratos mineros.
Zimbabwe obtuvo equipos de interferencia electrónica a cambio de concesiones mineras.
En Angola, un nuevo aeropuerto fue ofrecido por unos 10.000 barriles diarios de crudo. Sudán obtiene armas y helicópteros artillados y entrega petróleo.
Las relaciones comerciales y de inversiones de Brasil e India con África son también predatorias, según Hattingh, que añadiría en el análisis a las propias trasnacionales sudafricanas. Todos ofrecen escaso beneficio a las mayorías de los países donde operan.
"Para proteger a sus propias corporaciones, los países del IBSA chocan ocasionalmente con Estados Unidos o Gran Bretaña, pero nunca socavarían seriamente su poderío. Al contrario, más bien terminan sirviendo a sus intereses y por lo tanto no son una amenaza al orden existente", aseveró.
¿Es ésta una evaluación acertada? No para Rathin Roy, director del Centro de Política Internacional para el Crecimiento Inclusivo.
"Los países del IBSA han hecho avances significativos, cada cual a su modo, en mostrar que la reducción de la pobreza y el desarrollo humano no tienen que esperar que pasen varias generaciones dedicadas sólo a maximizar el crecimiento", dijo Roy en un foro de académicos y funcionarios celebrado el lunes en Brasilia.
El sociólogo Cândido Grzybowski, director del Instituto Brasileño de Estudios Sociales (Ibase), y miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial (FSM), consideró desafortunado que estas nuevas asociaciones tomen como punto de partida el orden económico establecido.
Pero, ¿sería peor que la actual una economía global dominada por las nuevas potencias emergentes?
"Más o menos", dijo Grzybowski a IPS. El hecho de que los chinos no usen armas es "mejor que mandar ejércitos, como hizo el imperialismo en los últimos cinco siglos" por ejemplo en África, donde basta recordar los daños causados por diversas etapas del colonialismo inglés, francés y portugués, apuntó.
La diferencia con China es que "intenta negociar". "No manda a un ejército. Pero es un nuevo imperialista", agregó al compararlo con otra "ballena" del grupo BRIC, Brasil, en América del Sur, donde "sus empresas están comprando todo lo que se les pone enfrente".
Grzybowski se refirió a la gigante petrolera estatal Petrobrás, que explota hidrocarburos en buena parte de América Latina, y de multinacionales como la siderúrgica Gerdau, Votorantim (minería, metalúrgica, cemento, siderurgia y papel) o la constructora Odebrecht.
La Odebrecht también tiene grandes inversiones en Argelia y Liberia. Y Petrobrás opera en el sector petrolero angoleño.
Esas transnacionales brasileñas están adquiriendo a otras empresas y sectores productivos importantes de otros países, siguiendo "esa visión del antiguo nacionalismo de multinacionalizarse y hacerse de rubros claves en otras naciones para acumular poder", indicó Grzybowski.
Para Hattingh, una alternativa es la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), pues pretende dar respuesta a necesidades sociales y desarrollar formas de intercambio distintas.
"El ALBA no está creando un mundo de igualdad o socialismo, pero al menos sí un escenario donde la gente obtenga servicios sociales, o donde aparezcan puestos de trabajo en torno de originales planes de soberanía alimentaria", indicó.
El ALBA está conformado por países muy pequeños: Antigua y Barbuda, Cuba, Dominica, Honduras, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas, y por tres productores de hidrocarburos: Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Una alternativa al Fondo Monetario y al Banco Mundial es el Banco del Sur, propuesto por Venezuela y del que son también accionistas Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay, Chile y Perú.
En cambio, en el BRIC o el IBSA "no existe esa voluntad. Ésta podría aparecer sólo con duras luchas y cuando el Estado se sienta amenazado", aventuró.
Sudáfrica fue invitado en dos ocasiones a sumarse al Banco del Sur, y las dos veces declinó.
Pero la amenaza al Estado que menciona Hattingh —expuesta desde la perspectiva opuesta como una presión desde abajo— es el factor que podría determinar la forma y el impacto futuros del IBSA y del BRIC, opinó Grzybowski.
Las potencias emergentes podrían tener un papel crucial en el desarrollo de una economía mundial que sirva a los intereses de la mayoría de la población del planeta, "si no reivindicasen ser socios de los dueños del mundo o sus futuros sustitutos, sino promotores de una nueva arquitectura mundial".
Pero eso, subrayó, "dependerá menos de los propios gobiernos que de sus sociedades", que deberían reclamar cambios en las reglas de juego del mundo.
* Con aportes de Fabiana Frayssinet (Río de Janeiro).