La humareda que se eleva sobre los suburbios pobres de la sudoccidental ciudad zimbabwense de Bulawayo ilustra el impacto ambiental de la crisis eléctrica que padece este país.
En enero colapsó la Estación de Energía Térmica de la occidental localidad de Hwange. El portavoz de la Administración de Suministro de Electricidad de Zimbabwe, Fullard Gwasira, anunció que la generación eléctrica del país había caído a apenas 750 megavatios, apenas un tercio de la demanda nacional, de 2.200.
Enfrentadas a frecuentes apagones, millones de personas de todo el país recurren cada vez más a la leña como fuente energética alternativa para cocinar y calefaccionar sus hogares durante el invierno.
La deforestación no es un fenómeno nuevo en Zimbabwe. Entre 1995 y 2005 el país perdió más de 20 por ciento de su cubierta forestal, lo que supone una pérdida promedio de 312.900 hectáreas, según estadísticas compiladas por el sitio web ambiental Mongabay a partir de una variedad de fuentes, entre ellas el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
Aún más alarmante resulta el hecho de que entre 2000 y 2005 se aceleró 16 por ciento la pérdida de bosques, a medida que la crisis política y económica dominaba al país.
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La controvertida reforma de la tierra, que comenzó en 2000, ayudó a reducir los rendimientos agrícolas y la degradación ambiental. En este contexto, veteranos de la guerra de liberación de los años 70 ocuparon muchos grandes establecimientos agrícolas que eran propiedad de la minoría blanca de Zimbabwe.
Dos o tres veces por semana, James Chulu alquila un carro tirado por un burro para recorrer los pequeños predios agrícolas de las afueras de Bulawayo, a fin de comprar leña para vender en la ciudad.
Algunos ambientalistas señalan que los nuevos ocupantes de esas tierras en áreas como Nyamandlovu y Plumtree están talando árboles sin replantar nada para la próxima generación.
"Desde hace algún tiempo nos venden la leña", dijo Chulu.
"Pero luego que el año pasado la Administración de Suministro de Electricidad empezó a cortar la luz durante horas (cada vez), la demanda aumentó y prácticamente hemos vaciado los bosques", agregó.
Como muchos otros observadores del tema, Thabilise Gumpo, de la organización ambientalista Environment Africa, está preocupada.
"Quedaremos sin bosques ni árboles. Hay que imaginarse los desiertos que estamos creando en el proceso, y todo por los cortes de electricidad. Pero es difícil (plantear objeciones) cuando ésta es la única fuente de energía que tiene la gente. El ambiente ha sido la peor víctima aquí", dijo a IPS.
A tal punto se agotó la leña que los habitantes de la zona han comenzado a sacrificar valiosos árboles frutales.
Judith Mwale, viuda y abuela de 60 años, no tiene dinero para pagar la leña que le ofrecen vendedores como Chulu, a un dólar el manojo de tres rolos pequeños.
"No tuve más opción que pedirles a algunos hombres jóvenes del vecindario que talaran los árboles. ¿De qué otro modo podría alimentar a estos niños?", preguntó Mwale.
Chulu se encogió de hombros. "¿Qué podemos hacer?", planteó. Él y Mwale son claros ejemplos de la actitud reinante entre la población, que cree que el ambiente se cuidará solo. Pero Gumpo teme que las futuras generaciones apenas "hereden el viento".
La conservación "es difícil de predicar", dijo, en un momento en que un gobierno en crisis no logra mantener sus propias centrales eléctricas o pagar enormes facturas por la electricidad importada de Sudáfrica, la República Democrática del Congo y Zambia, dijo la activista.
Chulu no puede esperar que haya otro apagón. Para él, se trata de hacer negocios como de costumbre.