Las escenas dramáticas y la consternación de las autoridades ante el temporal que azota a esta meridional ciudad brasileña se repiten como el primer día de este año, cuando intensas lluvias causaron muerte y destrozos en el municipio de Angra dos Reis, en el mismo estado.
Como aquel fatídico Año Nuevo en la localidad ubicada a casi 170 kilómetros de Río de Janeiro, las víctimas mortales registradas ahora, al menos 95 hasta este martes, son mayoritariamente causadas por el deslizamiento de tierra.
Las muertes se dan en áreas de riesgo, según el alcalde carioca Eduardo Paes, en las que se asientan unas 10.000 viviendas. Son las famosas "favelas", como se les llama en Brasil a los populosos barrios pobres y hacinados.
Tampoco ayuda el tiempo o "el Señor allá arriba cuando está nervioso", como dijo el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
Según los expertos, los 284 milímetros de lluvia caída en las primeras 24 horas de tormentas en Río de Janeiro son más del doble de lo esperado para todo este mes, de acuerdo a los promedios históricos. Y la ciudad no registraba un volumen pluviométrico similar hace por lo menos 10 años.
Pero las explicaciones reiterativas tampoco ayudan a comprender sus consecuencias: según argumentan las autoridades, además de ser "la peor lluvia en la historia de Río", la culpa es de la población que ocupa esas áreas de riesgo pese al llamado del gobierno para que las abandonen.
Llegó la hora de "evitar la demagogia" en la ocupación irregular de laderas y bosques, dijo Paes. Así recordó que, cuando el año pasado su gobierno construyó un muro de cemento en la favela "Santa Marta" para evitar la expansión de viviendas en áreas de reserva de bosques, "muchos pusieron el grito en el cielo".
"Lo más importante en toda esta historia es concientizar mejor a la población que vive en zonas peligrosas a evitar tragedias", comentó a su vez Lula, quien el primer día del temporal tuvo que interrumpir la inauguración de varias obras de infraestructura en la ciudad del llamado Plan de Aceleración del Crecimiento (PAC).
Las obras de drenaje y de contención de deslaves en cerros no pueden en tan poco tiempo compensar "años de abandono" de otros gobiernos, argumentan a coro Paes y el gobernador del estado de Río de Janeiro, Sergio Cabral.
Después de evaluar los daños causados, Lula prometió incrementar los recursos de ese programa para que la ciudad sufra menos con las lluvias.
Luego de la tragedia de Angra dos Reis, que sepultó varias viviendas precarias bajo piedras, árboles y lodo, la secretaria de Medio Ambiente del gobierno del estado de Río de Janeiro, Marilene Ramos, comenzó a anunciar y a tomar medidas.
Junto a académicos, dispuso la creación de un grupo de trabajo que evaluaría soluciones para los efectos de las lluvias sobre laderas y planicies en el estado.
Entrevistado por IPS en esa ocasión, uno de los integrantes de ese grupo, el geólogo Willy Lacerda, explicó que entre sus funciones estaban la elaboración de un diagnóstico a través del mapeo de las viviendas ubicadas en las laderas de los cerros.
Si se determina geológicamente que son laderas propensas a deslizamientos de tierra, no hay más nada que hacer y hay que evacuar a la población, argumentó Lacerda, del Centro de Posgraduación de Ingeniería (Coppe) de la Universidad Federal de Río de Janeiro. También se deben impedir nuevas construcciones.
Para las áreas que no requieran tales medidas extremas, la alternativa intermedia es establecer un sistema de control y de alerta.
Ramos mencionó, por ejemplo, una señal de alerta para los equipos de la defensa civil que se active cuando las mediciones determinen que el nivel de humedad del suelo pueda causar una mayor erosión. De ese modo se podrá orientar a la población del lugar para que deje temporalmente sus viviendas.
Los expertos prefieren dejar la construcción de muros de contención para evitar la destrucción de viviendas.
La secretaria de Medio Ambiente considera que esas medidas son las únicas posibles ante las características geológicas de la región, que favorece los deslizamientos de tierra y que se acentúa por la ocupación irregular de las laderas de los cerros.
Según anunció Lula después de Angra, las medidas e inversiones sólo mostrarán frutos verdaderos de aquí a 20 o 30 años.
En menos de cuatro meses dos grandes tragedias. En dos o tres décadas dependerá "del Señor allá arriba cuando se pone nervioso", concluyó.