PALESTINA: El largo camino hacia el Estado

Hace una década, y ante el estancamiento de las negociaciones con Israel, Yasser Arafat (1929-2004) amenazó varias veces con declarar por su cuenta la existencia de un Estado palestino independiente. ¿Acaso fue su mayor error político?

El destino de Palestina, ¿habría sido diferente si Arafat se hubiera limitado a los principios enunciados en los Acuerdos de Oslo de 1993? Esos acuerdos establecieron el retiro parcial de Israel de Gaza y Cisjordania, la creación de un gobierno interino y autónomo, la Autoridad Nacional Palestina (ANP), y de unas negociaciones permanentes que debían conducir a una solución integral del conflicto.

Al blandir la amenaza de la independencia unilateral, el entonces presidente palestino (1994-2004) caminó varias veces por la cornisa. Y lo mismo hizo Israel, al advertir que tal extremo pondría fin a toda perspectiva de un acuerdo de paz definitivo.

Cada vez que Arafat empleaba la táctica de la independencia, la comunidad internacional, encabezada por Estados Unidos, adoptaba la línea israelí. Cada vez, en el último minuto, Arafat terminaba cediendo.

Si Arafat hubiera sostenido una conducta diferente, ¿Medio Oriente se habría librado de la posterior y sangrienta Intifada (revuelta) palestina y del actual conflicto entre el partido Fatah (del difunto líder) y el islamista Hamás (acrónimo árabe del Movimiento de Resistencia Islámica)?
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¿O incluso de la guerra de Israel contra Gaza entre el 27 de diciembre de 2008 y el 18 de enero de 2009, con su devastador impacto sobre las vidas de los palestinos de la franja? ¿Se habría frenado el ascenso de la extrema derecha israelí?

Ahora que el gobierno del estadounidense Barack Obama prepara a las partes para que vuelvan al proceso de paz, el legado de esa década de intentos fallidos pesa sobre el renovado esfuerzo negociador.

El objetivo final es la creación de una Palestina independiente.

Pero para los palestinos se produjo un cambio importante desde la época de Arafat: los esfuerzos de sus sucesores, el presidente Mahmoud Abbas y el primer ministro Salam Fayyad, con el activo compromiso de la comunidad internacional, para crear instituciones palestinas sin Estado e incluso bajo ocupación.

Esto se refleja en una economía palestina en recuperación, un aparato de seguridad más eficiente (y entrenado por Estados Unidos) y otros símbolos de un Estado en funcionamiento.

En paralelo, se registró un cambio en las actitudes de la comunidad internacional. Figuras como el ex alto representante para la Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea, Javier Solana, y el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Bernard Kouchner, promueven el reconocimiento formal de una Palestina independiente para fines de 2011, aunque Israel no esté de acuerdo.

Este enfoque es cada vez más aceptado, incluso por figuras clave del espectro político estadounidense, dentro y fuera del gobierno.

Mientras israelíes y palestinos comienzan a lidiar con las viejas cuestiones de fronteras, asentamientos, seguridad, refugiados palestinos y soberanía sobre la ocupada Jerusalén oriental, este cambio resulta crucial.

En el ínterin, la ANP también adopta una postura activa hacia la creación de su Estado.

Esto incluye el boicot de bienes israelíes y de productos procedentes de los asentamientos judíos, alternativas laborales a obreros palestinos que trabajan en la construcción de esos asentamientos, apoyo explícito a la resistencia no violenta contra el muro israelí en tierra cisjordana confiscada, y respaldo al pujante movimiento de resistencia a la expulsión de familias palestinas de sus casas en Jerusalén oriental.

No es una coincidencia que este nuevo activismo palestino pacífico, que algunos analistas israelíes llaman "la Intifada blanca", aparezca cuando se intenta reanudar las conversaciones de paz.

Este clima forma parte de la característica más ilustrativa de la nueva ronda de conversaciones: una profunda desconfianza mutua que alimenta el pesimismo y la convicción compartida de que las negociaciones, que deberían durar cuatro meses, no conducirán a nada.

La esencia del fracaso ya flota en el aire. Incluso antes de sentarse a dialogar, israelíes y palestinos afilan sus argumentos sobre a quién habrá que responsabilizar del fracaso anticipado.

"No veo nada que cree confianza de que los palestinos están listos para un paso genuino que vuelva viable un acuerdo", dijo este lunes a La Voz de Israel el ministro de Finanzas de este país, Yuval Steinitz, cercano al primer ministro Benjamín Netanyahu.

Importantes figuras palestinas han formulado juicios similares prácticamente a diario.

Pero el juego de Obama también se llama culpa.

Al evaluar los infructuosos esfuerzos de paz de las últimas dos décadas, algunos negociadores estadounidenses han confesado que uno de los motivos del fracaso fue que ellos mismos no lograron asignar responsabilidad a la parte correspondiente.

Ahora, con la mediación del senador George Mitchell, el tono de Estados Unidos es diferente. Aunque la advertencia es cuidadosamente amortiguada con lenguaje diplomático, Washington parece preparado para hacer responsable a la parte que adopte una postura recalcitrante.

"Esperamos que ambas partes actúen seriamente y de buena fe", dice un documento que Estados Unidos puso a disposición de los palestinos para disipar sus temores sobre el regreso a las conversaciones sin un congelamiento total de los asentamientos.

"Si una parte, a nuestro juicio, no está cumpliendo con nuestras expectativas, dejaremos en claro nuestras preocupaciones y actuaremos en consecuencia", señala el texto.

Los israelíes también emiten advertencias. A cada paso, el jefe de los servicios de seguridad de Israel, Yuval Diskin, les dice a sus pares palestinos que si la ANP no deja de apoyar a la resistencia –incluso la pacífica—, el Estado judío reducirá la cooperación de seguridad y retomará los arrestos a activistas dentro de pueblos y aldeas palestinas.

Pero mientras los líderes israelíes insisten en que el éxito de las conversaciones dependerá de que los palestinos reconozcan a Israel como Estado judío, el verdadero quid es exactamente el opuesto: ¿Israel está dispuesto a reconocer "un Estado palestino viable, independiente y soberano, con un territorio contiguo que finalice la ocupación que comenzó en 1967", como estipula Estados Unidos en su documento?

Los políticos israelíes ven este punto con aprensión.

Si las negociaciones salen bien, genial. Pero si no es así, e Israel es culpado del fracaso, ese bien puede ser el fundamento para la concreción del objetivo nacional de los palestinos: un Estado para fines del año que viene, reconocido por toda la comunidad internacional, incluido Estados Unidos.

Si ese Estado realmente colmará las aspiraciones palestinas o quedará sometido a la realidad del dominio israelí, es un aspecto aún discutible.

Pero en cualquier caso puede modificar de modo fundamental la actitud de la comunidad internacional hacia las dos partes en conflicto, con ventaja para los palestinos.

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