La codicia desmedida de Wall Street no es nada nuevo, pero la renovada avidez de los más poderosos financistas del mundo ha causado a la vez asombro y disgusto en todo el espectro político de Estados Unidos.
Pese al daño que puede causar, esta avidez está ayudando a desactivar el armamento ideológico de los banqueros. En el debate sobre por qué se derrumbó el sistema financiero y cómo reconstruirlo, se cuestionan supuestos económicos que han gozado de hegemonía en los últimos 30 años y crece el apoyo a una mayor regulación del sector.
"La triste realidad es que los grandes bancos, que son los hijos caprichosos del dinero fácil de la Fed (Reserva Federal), son instituciones peligrosas, muy arraigadas en una cultura de privilegios y codicia", comentó David Stockman, director de la Oficina de Gestión y Presupuesto bajo la presidencia de Ronald Reagan (1981-1989).
Stockman aplaudió la propuesta de gravar a los bancos, hecha por el presidente Barack Obama, porque su mensaje es que "los grandes bancos deben reducirse porque no hacen gran cosa que sea útil, productiva o eficiente", opinó.
Mientras la economía estadounidense permanecía, como ahora, empantanada en una débil recuperación sin aumento del empleo, el sector financiero usó una vez más su influencia política y la generosidad del gobierno. En el tercer trimestre de 2009, el sector se llevó 34 por ciento de todas las ganancias privadas de Estados Unidos, un porcentaje mucho mayor que en el auge de la burbuja inmobiliaria, afirmó el economista Dean Baker.
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Wall Street también ha vuelto al ámbito político con energías renovadas. Mientras el Congreso legislativo debate propuestas para una nueva regulación financiera, los financistas gritan "socorro" y sueltan los perros de K Street (calle del distrito financiero de Washington D.C. conocida por sus numerosas sedes de grupos de presión y gabinetes de estrategia) contra las reformas.
En Goldman Sachs, líder del sector, cualquier muestra de vergüenza por el saqueo de la economía mundial está bien oculta. El banco de inversión dio a sus empleados 13.000 millones de dólares en sobresueldos en 2009, casi el triple que en 2008, cuando 953 empleados recibieron gratificaciones superiores a un millón de dólares cada uno, según el diario The Wall Street Journal.
El banco declaró ganancias por 13.400 millones de dólares para 2009, igualando casi el total de 15.000 millones de dólares de los otros cinco mayores bancos juntos. Su margen neto de ganancias fue de 23,85 por ciento.
Goldman recibió 10.000 millones de dólares en fondos del Programa de Alivio de Activos en Problemas en 2008, que pagó con intereses en 2009. La firma también se benefició de otras formas de generosidad gubernamental, incluidos unos 12.900 millones de dólares como contrapartida de la compañía aseguradora American International Group Inc.
El fallido gigante de los seguros usó fondos de rescate para pagar complejas apuestas en mercados de bonos por valores supuestamente inflados a Goldman y otras enormes empresas financieras de Estados Unidos y Europa. Por algún tiempo antes del derrumbe, Goldman Sachs había estado apostando contra el mercado de hipotecas, trascendió.
La apoteosis de Goldman Sachs se basaba en un fenómeno de "puerta giratoria" entre la firma y altas esferas del gobierno federal. Henry Paulson, secretario del Tesoro durante el gobierno de George W. Bush (2001-2009) y creador del Programa de Rescate de Activos en Problemas, había sido el director general de la empresa.
Robert Rubin, secretario del Tesoro bajo la presidencia de Bill Clinton (1993-2001) y muchos otros agentes del poder de los dos partidos políticos principales también fueron altos ejecutivos de Goldman.
Un año después de una experiencia cercana a la muerte, Goldman Sachs tiene su vaso lleno o desbordante, según como se mire. Algo similar sucede con la indignación popular.
En la revista Rolling Stone, Matt Taibbi describió al banco de inversión como "un gigantesco calamar vampiro que envuelve a la humanidad y succiona sin piedad dondequiera que encuentre algo que huela a dinero".
Mientras, el autor satírico Andy Borowitz informó en tono de humor que Goldman estaba en negociaciones para comprar el Departamento del Tesoro. Citó además a un imaginario portavoz del Tesoro, quien habría dicho que la fusión creará eficiencias para las dos entidades debido al alto volumen de empleados y de dinero que ya fluye entre ambas.
"Lo más difícil será determinar qué partes del Departamento del Tesoro (Goldman) no tiene ya", dijo el portavoz apócrifo.
Aunque tardíamente, Obama y su Partido Demócrata parecen decididos a apaciguar la furia popular a la derecha y a la izquierda del espectro político.
En diciembre, la Cámara de Representantes aprobó un proyecto que crearía una agencia independiente de protección financiera para los consumidores y también aumentaría las exigencias de capital para los bancos y limitaría su uso de fondos prestados.
Sin embargo, las perspectivas de que el proyecto obtenga 60 votos en el Senado son dudosas, porque el opositor Partido Republicano parece casi unánime en su oposición a las reformas.
Tras la pérdida de un escaño demócrata en el Senado de Massachusetts, Obama renovó la ofensiva. El presidente instó al Senado a aprobar la creación del organismo de protección financiera para los consumidores y propuso además un nuevo impuesto de 0,15 por ciento a las deudas de los mayores conglomerados financieros para recuperar todas las pérdidas de los contribuyentes por los rescates realizados.
En un discurso pronunciado el 21 de enero, Obama pidió una reforma estructural del sistema financiero, que incluiría limitar el tamaño y el riesgo de los bancos.
Paul Volcker, presidente de la Junta Asesora de Recuperación Económica, respaldó de forma contundente las propuestas del presidente en un artículo editorial publicado el 31 de enero en el diario The New York Times.
Volcker, quien fuera presidente de la Reserva Federal bajo las presidencias de Jimmy Carter (1977-1981) y de Reagan, recordó lo que Adam Smith había recomendado hace dos siglos para mantener controlados a los bancos y propuso normas para eliminar la posibilidad de que unos pocos bancos se vuelvan "demasiado grandes para caer".
Asimismo, respaldó la propuesta complementaria del presidente de restringir una vez más la participación de los bancos comerciales en actividades de alto riesgo como los fondos de cobertura y los fondos de capital inversión.
En reconocimiento de que las normas financieras de un país, aun cuando sea el hogar del dólar, pueden ser eludidas por actores multinacionales, otros gobiernos contemplan medidas similares para frenar los excesos financieros.
Las autoridades financieras de Gran Bretaña consideran un impuesto a los bancos para crear un fondo de garantía y un impuesto a las transacciones financieras a fin de limitar la especulación excesiva. Francia también apoya el aumento de las exigencias de capital para los bancos.
A escala internacional, el Fondo Monetario Internacional contempla la creación de un fondo de garantía al que aportarían bancos de todo el mundo.
"El sector financiero está creando muchos riesgos sistémicos para la economía mundial", declaró al diario The Telegraph el director gerente de la institución, Dominique Strauss-Kahn. "Es justo que ese sector pague algo de sus recursos para mitigar los riesgos que crea", concluyó.