Tras el atentado frustrado contra una aerolínea estadounidense el día de Navidad, Estados Unidos prometió aumentar la asistencia militar a Yemen, donde habría sido entrenado el terrorista.
El Estado de Yemen ha estado desde hace tiempo al borde del colapso, azotado por la corrupción, la violencia y la pobreza. Más de una década después de su guerra civil y reunificación, un movimiento secesionista en el sur aún amenaza la estabilidad, mientras continúa la insurgencia en su frontera norte con Arabia Saudita, liderada por la poderosa milicia chiita Houthi.
Pero Washington quiere que el gobierno del presidente Ali Abdallah Saleh se concentre en combatir a la red radical islámica Al Qaeda, a la que el propio Barack Obama responsabilizó del intento de atentado perpetrado por un nigeriano que viajaba en un vuelo comercial desde Amsterdam hasta la nororiental ciudad estadounidense de Detroit.
"Al Qaeda en la península Arábiga lo entrenó, lo equipó con esos explosivos y le ordenó que atacara un avión que se dirigía a Estados Unidos", dijo Obama el domingo. "Entonces, como presidente, he elegido como prioridad fortalecer nuestra sociedad con Yemen".
Para impulsar a Saleh a la acción, funcionarios de Washington anunciaron que duplicarán el actual paquete de ayuda militar y seguridad a Yemen. El general David Petraeus, jefe del Comando Central, se reunió con Saleh el viernes pasado en Sanaa.
[related_articles]
"Es bien conocido: tuvimos unos 70 millones de dólares en asistencia a seguridad el año pasado. Eso más que se duplicará el año próximo", dijo Petraeus.
Washington también tiene previsto proveer 63 millones de dólares en ayuda al desarrollo, dijo el lunes el portavoz del Departamento de Estado (cancillería), Ian Kelly.
Esto es mucho más que los 8,4 millones de dólares dados en 2008 por la administración de George W. Bush (2001-2009), y un poco más que los 40,3 millones de dólares otorgados en 2009.
Al Qaeda tiene una suerte de filial en la península Arábiga creada formalmente en 2009 con la consolidación de dos grupos separados de la red en Arabia Saudita y Yemen.
Fue de las áreas tribales yemeníes que los combatientes de Al Qaeda lanzaron su primer ataque contra intereses estadounidenses en el Golfo: el atentado con bomba en 2000 al barco de guerra USS Cole, en el que murieron 13 militares. La filial de Al Qaeda en la península Árabiga se ha fortalecido en los últimos años, particularmente después de la fuga en febrero de 2006 de 23 combatientes en Sanaa, incluyendo a su líder, Nasser Abdul Karim al Wuhayshi.
Sus filas se han ampliado con el alistamiento de ex presos yemeníes y sauditas de la cárcel de Guantánamo, repatriados y sometidos a programas estatales de "des-radicalización".
Entre ellos Said Ali al Shiri, quien se cree es el segundo de Al Wuhayshi.
Al Qaeda concretó alianzas con varios grupos tribales que históricamente han desafiado al gobierno central yemení, y parece dispuesta a explotar el deterioro de la autoridad, que actualmente no se extiende más allá de la capital.
Con el fuerte estímulo de Washington, el presidente Saleh habría desplegado 10.000 soldados el fin de semana pasado contra supuestos baluartes de Al Qaeda en el este de la capital. El lunes se habrían producido varios combates.
Esta nueva campaña siguió a una serie de ataques aéreos estadounidenses y yemeníes el 17 y el 24 de diciembre, en la que habrían muerto combatientes de Al Qaeda. Testigos afirman que la mayoría de los muertos en el primer ataque eran mujeres y niños.
Analistas creen que la nueva ofensiva es el último ejemplo del equilibrio practicado por Saleh, quien recibe fuerte apoyo de Occidente y de Arabia Saudita en tanto persigue sólo a combatientes islámicos sin rango jerárquico, para no ofender a influyentes jefes tribales cuyo apoyo necesita para mantener el poder, pero que también son aliados a Al Qaeda.
Saleh ha mantenido vínculos con varios grupos militantes sunitas a los que convocó a pelear contra un movimiento secesionista del sur en 1994, muchos de los cuales eran veteranos combatientes contra la ocupación soviética en Afganistán. Algunos de esos grupos simpatizan con Al Qaeda.
Frente a la insurgencia houthi en el norte y el creciente movimiento secesionista en el sur, el gobierno de Yemen "está preocupado por mantener a Saleh en el poder a cualquier costo", escribió esta semana el analista de Medio Oriente Mark Lynch en su blog Foreignpolicy.com.
"El gobierno yemení sin duda estará feliz de tomar dinero estadounidense e internacional para apoyar un ataque a sus enemigos, pero no espero que eso sirva para que hagan lo que queremos que hagan", añadió.
Saleh, cuyo gobierno afronta una caída en los ingresos de petróleo y un creciente desempleo, recibe ayuda clave también de Arabia Saudita.
Los sauditas, dispuestos a ejercer su influencia regional mientras a la vez le envían un mensaje a su propia población chiita, apoyan operaciones militares contra los rebeldes houthi y brindan asistencia financiera por 2.000 millones de dólares.
En un informe divulgado el mes pasado, el Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense alertó que Yemen, el país árabe más pobre, "sigue al filo de la navaja".
El Centro además llamó a Washington a incrementar significativamente tanto la asistencia militar como al desarrollo como parte de una estrategia contrainsurgente que asegure la supervivencia del Estado y acabe con la amenaza de Al Qaeda.