El techo de la penitenciaría nacional de Haití ya no existe. Las cuatro paredes de la prisión se elevan hasta un punto a partir del cual se ve apenas el cielo vacío.
El portón de ingreso a la cárcel, en el centro de Puerto Príncipe, está totalmente abierto. Los prisioneros y la policía se han ido. Los transeúntes entran y salen libremente, pasando por encima de los restos todavía ardientes del techo destruido.
El terremoto de magnitud 7.0 en la escala de Richter que se desató en la tarde del martes lo hizo añicos.
"No sé si mi hijo está vivo o no", dijo Margaret Barnett, madre de un prisionero.
"Mi casa fue aplastada. He salido a buscar miembros de mi familia", explicó.
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"¿Dónde está la ayuda? ¿La Organización de las Naciones Unidas (ONU) está realmente aquí? ¿Estados Unidos realmente ayuda a Haití?", preguntó esta ex empleada del gobierno.
En ausencia de cualquier esfuerzo visible de alivio en la ciudad, la ayuda la aportaron pequeños grupos de haitianos trabajando juntos. Los ciudadanos se convirtieron en trabajadores humanitarios y rescatistas. Médicos solitarios salieron a las calles a ofrecer asistencia.
La Cruz Roja estima que en el terremoto murieron entre 45.000 y 50.000 personas, y que otros tres millones quedaron sin hogar y necesitan agua y alimentos.
En la desmoronada catedral nacional, una decena de hombres y mujeres se amontonaban en torno a un hombre blandiendo una piqueta para hacer espacio a fin de liberar a una mujer bañada en polvo, que parecía casi muerta.
La noche del sismo, un grupo de amigos retiraron ladrillos de los restos de una casa destruida, despejando un estrecho sendero zigzagueante, guiados por los gritos de un niño procedentes de debajo de los escombros.
Dos edificios más allá, Joseph Matherenne lloraba mientras iluminaba con la escasa luz de su teléfono celular el cadáver ensangrentado de su hermano de 23 años. Su cuerpo estaba cubierto por los escombros de la oficina donde trabajaba como técnico de vídeo.
A diferencia de la mayoría de los cadáveres que atestaban las calles, el suyo no tenía ninguna manta cubriendo su rostro.
La parte central de Puerto Príncipe parece una zona de guerra. Algunos edificios están en pie. Los que resultaron dañados colapsaron completamente, desparramándose en las calles sobre automóviles y postes telefónicos.
Al día siguiente del sismo no hubo violencia generalizada. En las calles no se vio ni armas ni cuchillos ni robos. Familia tras familia se alineaban portando sus pertenencias y manifestando su enojo y frustración con canciones tristes que se escucharon toda la noche, no con sus puños.
"Sólo en las películas he visto esto", dijo Jacques Nicholas, de 33 años, quien saltó sobre un muro cuando se derrumbó la casa donde estaba jugando al dominó.
"Es lo que veo cuando los estadounidenses envían misiles a Iraq, o cuando Israel hace eso con Gaza", agregó.
Tarde en la noche, Nicholas oyó falsos rumores de que se avecinaba un tsunami y se unió a un torrente de personas que se alejaban del agua.
Nadie sabe qué esperar. Algunos dijeron que Haití necesita una fuerte intervención internacional, un esfuerzo coordinado de asistencia de parte de todos los países grandes. Pero en las calles no hubo evidencias de ningún envío inmediato de rescatistas procedentes de Estados Unidos u otras naciones.
"Mi situación no es tan mala. La de otras personas es peor. Eso me afecta. Todos quieren ayudar, pero nosotros no podemos hacer nada", dijo Nicholas.
Los haitianos hacen lo que pueden. Se ayudan entre sí con sus manos y las pocas herramientas que encuentran, pero carecen de recursos para coordinar un esfuerzo de reconstrucción más amplio.
Agencias de la ONU y organizaciones humanitarias en el terreno se esfuerzan por ayudar a los sobrevivientes, pero muchos ven su tarea entorpecida por el daño a gran escala que fue infligido a sus propias casas, así como por la falta de maquinaria para despejar escombros.
La logística seguía siendo el principal obstáculo este viernes, según reportes de prensa. El aeropuerto más importante está dañado, las rutas intransitables, y los problemas en los muelles continúan dificultando la llegada de socorristas y de suministros básicos.
La ONU solicitó este viernes más asistencia, como parte de una respuesta inmediata coordinada y de un plan de reconstrucción a largo plazo.
Un popular conductor de radio recordó a todos que la fortaleza del pueblo haitiano no puede subestimarse, publicando en su espacio de la red social Twitter: "¡Podemos reconstruir! ¡Superamos mayores desafíos en 1804!". Ese año Haití se liberó del yugo de la esclavitud colonial en una revuelta masiva.
A medida que pasen los días y los cadáveres se acumulen, será necesaria una visión osada y un trabajo duro, de esas mismas dimensiones, para que Haití se recupere del terremoto del martes.