Democratizar la economía, además de la política, es indispensable para combatir irracionalidades y discriminaciones en la lucha por la justicia social y ambiental, destacaron este miércoles participantes en unos de los paneles del seminario de balance de los 10 años del Foro Social Mundial.
El campo de la economía de la gratuidad está «aumentando radicalmente» con el creciente predominio del conocimiento como componente mayoritario en los bienes y servicios producidos, sostuvo en su ponencia el economista Ladislau Dowbor, profesor de la Universidad Católica de São Paulo.
El uso de una calle es gratis y nadie se pregunta sobre sus costos de construcción y mantenimiento. Igual ocurre con las vacunas, escuelas estatales y numerosos bienes públicos ofrecidos gratuitamente.
Pero todo eso tiene costos y se paga de alguna manera, en general a través de impuestos que aportan todos o de los sobreprecios que se les ponen a los productos, explicó. Las vacunas generan tantos beneficios y ahorran otros gastos tanto más elevados en salud que no tendría sentido cobrárselas de cada beneficiado.
Con el avance de la sociedad del conocimiento crece la economía de la gratuidad, porque se establecen relaciones totalmente distintas a las derivadas de bienes materiales, apuntó.
Dowbor añadió, a modo de ejemplo, que, si uno vende un reloj, se queda sin él, pero en el caso del conocimiento uno no se priva de él al transmitirlo a otra persona, sino que «genera otras dinámicas creativas», favoreciendo la gratuidad.
Pero hay bienes naturales, como agua, biodiversidad y las ondas magnéticas, que apropiadas por intereses privados se convierten en negocios lucrativos, advirtió.
El agua vendida en botellas cuesta 1.000 veces más que la distribuida por cañerías, además de la contaminación que la afecta por el transporte y los envases de plástico.
Hay formas de consumo colectivo que reducen los costos, observó Dowbor. Piraí, una pequeña ciudad cercana a Río de Janeiro, ofrece acceso gratis a Internet por banda ancha a todos sus habitantes, así como computadoras a profesores y estudiantes a bajísimos precios por adquirirlos en gran cantidad, mejorando la enseñanza y fomentando negocios locales, incluso exportación, ejemplificó.
«Hay que recalcular costos y ampliar la gratuidad», indicó. El transporte público gratuito puede quizás ser ventajoso en grandes ciudades como São Paulo, donde cada habitante pierde en promedio dos horas y 43 minutos cada día en el tránsito, con costos terribles para todos, en calidad de vida y contaminación.
La desocupación también representa costos sociales tan inmensos que valdría la pena que los desempleados se dedicaran al servicio de saneamiento ambiental de las ciudades, como microdrenaje y limpieza, añadió el economista en otros ejemplos sobre los desperdicios que empobrecen a la humanidad, aunque aumenten el producto bruto interno.
Pero esa economía de la gratuidad, de futuro prometedor, tiene un «lado oscuro», que es la invisibilidad de «tareas naturalizadas como de mujeres, destacó la socióloga uruguaya Lilian Celiberti, de la Articulación Feminista Mercosur (Mercado Común del Sur).
Los costos de la reproducción de la vida «recaen sobre las mujeres en todas las culturas», pues son la principales responsables de la «economía del cuidado», un tema clave de las economistas feministas, que comprende no sólo a la atención a niños, niñas, ancianos, enfermos y discapacitados», explicó.
En la división sexual del trabajo, donde «el espacio privado le toca a las mujeres y el público a los hombres», se estimula la «irresponsabilidad masculina», que se refleja en no reconocer hijos fuera del matrimonio y otros «millones de ejemplos registrados en los Juzgados de Familia».
«Una sociedad que cultiva tales seres humanos depreda la naturaleza y descuida a los mismos humanos, por eso es suicida», advirtió.
La gratuidad de los bienes públicos, que son derechos de todos, como salud, acceso al agua, educación y otros servicios básicos, son un deber del Estado, subrayó, a su vez, la médica boliviana Nila Heredia, presidenta de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (Alames).
Es necesario combatir la «lógica mercantil», que hace «sentirse culpable el enfermo por no haberse cuidado suficientemente», y en que la industria farmacéutica «fabrica enfermedades» para vender más medicamentos, afirmó.
El filósofo francés Patrick Viveret, autor del trabajo «Reconsiderar la riqueza», también condenó el «fundamentalismo mercantil», que condujo a la «privatización de la moneda, un bien público al servicio del intercambio». Destacó, además, las dificultades de la economía de la gratuidad al lidiar con las «relaciones de dependencia y rivalidad».
Un buen ejemplo de economía solidaria, que no excluye la remuneración, pero no tiene fines de lucro, fue presentado por João de Melo Neto, coordinador del Banco Palmas, de microcrédito, el primero de carácter comunitario en Brasil, fundado en 1998 en un barrio pobre de Fortaleza, capital del nororiental estado de Ceará.
Ese banco ayudó a organizar y promover la economía local de muchos barrios pobres del nordeste brasileño, con «monedas propias» para que la riqueza local circule dentro del barrio», e inspiró otras experiencias. En la actualidad hay 52 entidades comunitarias de este tipo en todo el país.
«Economía y gratuidad» fue el tema de una de las cuatro mesas que el seminario de balance de los 10 años del FSM promueve cada día del martes al jueves en Porto Alegre. Este viernes culminará con una sesión de «sistematización» de los debates y una Asamblea de los Movimientos Sociales.
Más de 8.000 personas se inscribieron en el seminario, que hace parte del FSM Gran Porto Alegre, con numerosos encuentros en siete ciudades de la más meridional región metropolitana de Brasil, cercana a Uruguay.
En la noche del martes, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, participó en un acto del FSM, criticando la falta de ayuda mundial a Haití, cuya capital, Puerto Príncipe, fue destruida por un terremoto el 12 de este mes. Anunció que visitará ese país caribeño el 25 de febrero para llevar su solidaridad.
Lula también comentó que el Foro Económico Mundial «perdió el glamour» que tenía hasta 2003. Ese encuentro de gobiernos industrializados y empresarios, que cada año se realiza en la localidad suiza de Davos, le brindará un homenaje especial este jueves y viernes.