El filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) no estaba en lo cierto cuando escribió su célebre frase «Lo que no me mata me fortalece». Por lo menos en lo que se refiere al hambre.
Cada seis segundos muere un niño por hambre o una causa relacionada, en un planeta donde alrededor de 1.000 millones de personas no tienen hoy suficiente para comer, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Quienes sobreviven a este flagelo cargan con sus efectos debilitadores por el resto de sus vidas. Y a menudo se los transmiten a las futuras generaciones también.
Esto se debe a que el hambre no es sólo el resultado de la pobreza, sino también una de sus principales causas, señalan los expertos.
Los adultos con estómagos vacíos no tienen la fortaleza suficiente para trabajar en todo su potencial, y son más susceptibles a las enfermedades.
[related_articles]
En los niños, la capacidad de aprendizaje se ve seriamente reducida si padecen hambre. Muchos niños desnutridos quedan discapacitados de por vida, lo que en su adultez limita su capacidad de mantenerse a sí mismos y a sus propios hijos.
"Si las personas no se alimentan, sus cuerpos y mentes no se desarrollan, y eso produce toda clase de problemas, especialmente de salud, y genera más hambre", dijo a IPS Tony P. Hall, director de la Alliance to End Hunger (alianza para acabar con el hambre), con sede en Washington, y ex embajador de Estados Unidos en la FAO.
"He visto esto muchas veces. Cuando un niño o niña padece hambre, aunque no muera, eso le causa problemas en el futuro, y también a sus países", agregó.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) señaló en noviembre que la mala alimentación tiene un impacto enorme en el desarrollo de los niños en muchas partes del mundo. Alrededor de un tercio de las muertes de menores de cinco años en los países en desarrollo están vinculadas a una dieta inadecuada, lo que también hace que uno de cada tres —195 millones— vean su desarrollo atrofiado, enfatizó.
Esto se debe a que, cuando está mal alimentado, el cuerpo prioriza funciones esenciales y dirige menos nutrientes al crecimiento.
Evidencias científicas indican que, si los cuerpos de estos niños no se desarrollan adecuadamente, sus cerebros tampoco. Por ejemplo, un estudio publicado en 2007 en la revista médica británica The Lancet reveló que por cada aumento de 10 por ciento en la prevalencia de atrofias en un país, la proporción de niños que llegan al último año escolar se reduce ocho por ciento.
"La malnutrición disminuye la capacidad de los niños de aprender y de ganar (el sustento) a lo largo de sus vidas", dijo la directora ejecutiva de Unicef, Ann M. Veneman.
"La privación nutricional deja a los niños cansados y débiles, y reduce sus coeficientes intelectuales, así que tienen un mal desempeño escolar. En su adultez son menos productivos y ganan menos dinero que sus pares sanos, y el ciclo de la malnutrición y la pobreza se repite, generación tras generación", explicó.
De este modo, la lógica sugiere que garantizar una buena nutrición infantil es necesario para combatir el hambre en la actualidad y para garantizar la seguridad alimentaria para el futuro.
Sin embargo, las organizaciones benéficas dedicadas a los niños dicen que es frecuente que esta área sea desatendida en los esfuerzos por promover el desarrollo.
Señalan que esto queda de relieve en el lento avance en la reducción de la cantidad de niños que padecen bajo peso. Éste es un indicador clave para el primero de los ocho Objetivos de Desarrollo para el Milenio definidos por los gobiernos en 2000, que impone reducir a la mitad la proporción de personas con hambre para 2015 partiendo de los indicadores de 1990.
Un informe de Unicef de 2009 mostró que 23 por ciento de quienes tenían menos de un lustro de vida seguían padeciendo bajo peso casi 20 años después.
A menudo, donantes y agencias internacionales dedican más dinero y atención a otros problemas de alto perfil, como el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), que causa alrededor de tres por ciento de las muertes infantiles, mucho menos que la mala alimentación.
Se acusa a los gobiernos nacionales de no darle al asunto la necesaria prioridad. Según la organización no gubernamental internacional Save the Children, a menudo los gobiernos dejan la nutrición en manos de partes estratégicamente débiles de sus ministerios de Salud.
"Una enorme cantidad de dinero va con toda razón a la agricultura y la seguridad alimentaria, con inversiones de gobiernos y organismos como el Banco Mundial y la Unión Europea", dijo a IPS Alex Rees, director de Reducción del Hambre para Gran Bretaña en Save the Children.
"El año pasado, el Grupo de los Ocho (G-8, países más poderosos) comprometió 20.000 millones de dólares para la seguridad alimentaria. Para nosotros lo primero es que esto tenga un impacto sobre la nutrición infantil", continuó.
"Estoy absolutamente de acuerdo (en que la nutrición infantil ha sido desatendida en las iniciativas para el desarrollo), y no somos sólo nosotros quienes pensamos eso. El Banco Mundial y muchos otros coinciden con nosotros. La nutrición debe verse como una prioridad política para ministros y presidentes", añadió.
Los primeros 33 meses de vida, desde la concepción hasta el segundo cumpleaños, son particularmente importantes, destacan los expertos. Luego de los dos años de edad, es mucho más difícil revertir los efectos de la desnutrición crónica, y especialmente su impacto sobre el desarrollo del cerebro, sostienen.
"La primera infancia en particular sienta las bases para toda la vida. Los niños que padecen desnutrición crónica antes de su segundo cumpleaños tienen probabilidades de poseer un desarrollo cognitivo y físico disminuido por el resto de sus vidas", dijo Veneman.
Save the Children promueve una variedad de políticas que, dice, pueden fomentar dietas para ayudar a romper este círculo vicioso de hambre que genera más hambre.
Éstas incluyen programas de complementos vitamínicos y proteínicos para combatir las deficiencias de micronutrientes que causan 10 por ciento de las muertes de menores de cinco años y sirven de apoyo a las madres para que amamanten.
Un estudio de Save the Children indica que esto último es "una de las intervenciones más redituables en materia de salud pública disponibles actualmente", por los enormes beneficios que tiene la lactancia materna en los primeros meses de vida.
También planteó que todas las embarazadas y familias con niños muy pequeños deberían recibir beneficios en efectivo para garantizar que los más pobres puedan acceder a dietas nutritivas en este periodo crucial.
Estos beneficios deberían ser universales, sostuvo. Además, Rees dijo que "a veces, el proceso de buscar inversiones significa que éstas terminan siendo más caras que las medidas universales".
Naturalmente, estas intervenciones requieren dinero, que nunca es fácil de encontrar con se habla de la mitad más pobre del mundo, especialmente en tiempos de crisis económica.
Pero los activistas dicen que los beneficios inmediatos de un menor sufrimiento humano, combinado con los retornos a largo plazo de un mayor crecimiento económico, prosperidad y menor gasto en salud, lo que hace que estas inversiones realmente valgan la pena.
Las investigaciones muestran que cada dólar que se gasta en complementos de vitamina A y zinc para los niños crea beneficios que superan los 17 dólares, según Unicef.
"Al invertir en los niños se está invirtiendo en el futuro. Si se tiene una población bien alimentada, se está en camino a tener una población productiva", aseguró.