AGRICULTURA-URUGUAY: Oro blanco para escapar de la pobreza

«El problema es ser muy chico, demasiado chico», dice la campesina Claudia Pérez, mientras mira al costado, donde el límite de su parcela está a 50 metros de su humilde vivienda. Su vecino es productor de leche también, de la escala más pequeña que existe en el centro de Uruguay.

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Apenas cuenta con 10 vacas lecheras, que producen unas decenas de litros que vende, por una miseria que no recuerda, en la periferia de la ciudad de Durazno, situada 183 kilómetros al norte de Montevideo. En la «chacra» (finca) vive con su esposo y dos hijos que asisten a la escuela.

Así ha sido la vida de algo más de 200 productores lecheros de los departamentos de Durazno, Florida y Flores, que conforman la región central de Uruguay, donde sobreviven estos campesinos en fincas familiares, que en la gran mayoría de los casos no superan dos hectáreas de terreno.

Oscar Moyá es «crudero», como se llama en la zona a los productores que venden leche cruda en pueblos y ciudades, un oficio que realiza desde niño, como su hermano y su sobrino. Todos venden leche en Sarandí Grande, la segunda localidad en importancia del departamento de Florida.

«Apenas sobrevivimos», dice, «pero por lo menos nos da para vivir». La leche cruda es rebajada con agua, en proporciones que en ciertos casos da para bromas. «Échale menos agua che, está muy aguada esta leche», le dicen sus clientes.

La leche del «crudero», más allá de los valores nutricionales, tiene la ventaja del precio. Un litro vale el equivalente a 23 centavos de dólar, mientras que la pasteurizada que se vende en los expendios de alimentos cuesta en torno a 30,4 centavos.

[related_articles]Se trata de una forma de ganadería de sobrevivencia que data de tiempos inmemoriales en la región, basada en los tambos, como se llama en la región gaucha uruguaya a los pequeños establecimientos de vacas de ordeño cuya leche se suele vender en forma directa y a granel.

Pero ahora, empresas y organismos gubernamentales se han aliado para aportar soluciones que incorporen está actividad a la economía de escala.

Uruguay es un país agropecuario con una economía determinada por su ganadería vacuna y ovina, con destacado peso de la exportación de carne y lana. El sector lechero se concentró en abastecer el mercado interno hasta que en los últimos 15 años se ha transformado en la base de una prospera industria de exportación de productos lácteos.

Pero esa prosperidad no ha permeado hasta las familias rurales que sobreviven gracias a sus tambos, que venden el producto al mayor.

Mauber Olveira, director de Desarrollo de la intendencia (alcaldía) de Durazno, y el ex intendente Carmelo Vidalín impulsaron hace dos años una de las alianzas para integrar a los «cruderos» al sistema moderno de procesamiento de leche.

La fórmula, explicó Olveira a IPS, fue la de incorporar una planta láctea de la empresa Nutrísima a la ciudad, capital del departamento del mismo nombre y con unos 35.000 habitantes. La planta recibe la leche cruda que se produce en la zona, la pasteuriza y la vende en la red del mercado formal.

[pullquote]1[/pullquote]Como parte del proyecto, se firmaron convenios de asistencia financiera para que los productores puedan adquirir equipos e insumos para mejorar su producción, lo que incluye animales e insumos para su alimentación.

Esa asistencia forma parte de un convenio entre la Dirección de Proyectos de Desarrollo, dependiente de la Presidencia uruguaya, y la empresa láctea Nutrísima. Los fondos aportados por el convenio superan los 100.000 dólares.

El encargado de la empresa en Durazno, Carlos Kuster, ha explicado que el convenio se traduce en «un apoyo financiero de unos 2.000 dólares por productor, con el propósito de asegurar la compra de freezer (frigorífico)».

Además, aseguró, «es muy factible que se concrete una importación de equipos que sirvan para el pequeño productor, otorgándole la posibilidad de juntar la producción de dos días y remitir a planta (la leche en forma inter diaria), abaratando costos de fletes de forma significativa».

El directivo de Nutrísima detalló que la asistencia también «habilita la compra de vacas, forrajes y verdeos (pastos frescos y secos), que es el mejor destino de la asistencia financiera en estas circunstancias».

La planta también sirve a los productores del vecino departamento de Flores, ubicado a unos 40 kilómetros de la instalación.

Hasta ahora, un total de 12 productores de este departamento han pasado a vender su leche a la planta, tras la instalación de su tanque frío.

«Una vez que formalizan la venta a una planta, salen de la informalidad, repercutiendo favorablemente en toda la producción local», indicó en un comunicado el gobierno de Flores, que respalda la iniciativa.

Con el proyecto, los pequeños ganaderos lácteos salen de una marginalidad a la que les condenaba su baja producción. «Nadie se ha muerto por tomar nuestra leche», se defienden. Pero ahora saben que están dentro del sistema productivo formal que les protege.

Claudio Piñeiro, director de Desarrollo del municipio de Durazno, explicó a IPS que el proyecto de erradicación de la leche cruda tiene como objetivo «crear un instrumento que nos diera la posibilidad que los pequeños productores pudieran acceder y producir de forma responsable».

Así, la marginación ha quedado atrás. Los eternos excluidos de los recursos tecnológicos, los débiles sociales, ahora parecen estar integrados. Aquellos que antes no accedían a créditos, hoy los pretenden y los obtienen en general.

Claudia Jeannette Pérez Ocampo, presidenta de la asociación de antiguos «cruderos» de las zonas adyacentes a la ciudad de Durazno, explicó que antes producían leche y quesos artesanales, así como huevos y productos hortícolas que vendían «puerta a puerta, en comercios y en la feria vecinal local». Ahora la realidad es bien distinta.

La línea de pobreza ya no les mira desde arriba, sino de igual a igual, en franca lucha, según los datos estadísticos. Sus tambos, con pocas vacas, cuentan con sanidad, y se cumplen las obligaciones mínimas en cuanto a los corrales de de ordeño.

Hay más, el agua –esencial para alcanzar la producción sustentable- está ahora a su alcance y muchos accedieron a la energía eléctrica.

Las orillas de los pueblos siguen siendo su escenario natural, «pero ahora nos sentimos respetados, incluidos», narra el productor Carlos Máx Kuster.

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