Las expectativas gubernamentales de erradicar los accidentes en el manejo de la pirotecnia en las fiestas de fin de año en Colombia se vieron frustradas ante la confirmación de 254 casos sólo hasta el lunes, pese a los 14 años de campañas, decretos y sanciones.
Pero el número marca un cambio frente a los 262 casos que, sólo en Bogotá, se presentaron en 1994.
"Antes de esa época, cuando empezaron a hacerse los primeros llamados al peligro que representaba quemar pólvora en las casas, el número de quemados rodeaba los 500 cada diciembre", dijo a IPS el Secretario de Salud de Bogotá, Héctor Zambrano.
Hoy se considera "increíble que aún haya lesionados por pólvora", planteó en un comunicado la alcaldía capitalina a principios de diciembre, al presentar la campaña de este año que incluye propaganda en medios masivos y vallas ubicadas en terminales de transporte, centros comerciales y vías públicas.
"Enciende la vida, apaga la pólvora" y "el que anda con pólvora, algo se le quema" son los mensajes del gobierno local, seguidos de invitaciones a espectáculos pirotécnicos a cargo de expertos en parques de la ciudad, porque "lo más preocupante es que sigan siendo los niños los más afectados", arguyen.
En diciembre de 2008 hubo en Bogotá 26 quemados, 18 de ellos menores de edad, y este mes se han presentado nueve casos, dos de ellos la noche de Navidad.
"Un joven al parecer en estado de alicoramiento (ebriedad), y un niño de tres años que tomó un artefacto en un momento de descuido de sus padres", dijo Zambrano. "Por fortuna en Bogotá hasta ahora no hay muertos", agregó.
El Ministerio de la Protección Social aseguró que del total de afectados en el país, 126 son menores de 18 años. Uno de ellos falleció con quemaduras en 50 por ciento de su cuerpo.
Las lesiones sufridas por niños a causa de la pólvora fue también la razón que motivó las primeras medidas en 1995.
La iniciativa la impulsó en noviembre de ese año el entonces alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, recordado por su política de "cultura ciudadana".
Su política incluyó campañas para cruzar las calles por los pasos peatonales, usar el cinturón de seguridad, no manejar tras consumir alcohol y avanzar en el cambio de la costumbre de expender y quemar pólvora.
Mockus comenzó agrupando a los vendedores en sitios abiertos y enfrentando los argumentos de manutención esgrimidos por miles de familias que en todo el país elaboraban distintos tipos de fuegos artificiales como luces de bengala y voladores.
También decidió visitar los pabellones de hospitales públicos, donde eran atendidos niños y niñas con quemaduras que dejan secuelas de por vida, como mutilación de dedos, manos o rostros.
"En mi barrio conocí a un niño que necesitó de varias cirugías reconstructivas en su rostro", dijo el entonces alcalde al anunciar las primeras medidas que permitían la quema de pólvora sólo por adultos.
Mockus advirtió que al primer caso de niño quemado prohibiría la venta. Y así fue. El gobierno nacional lo siguió de inmediato.
El cambio cultural, sin embargo, ha sido lento. "Entiendo razonable el control, pero es cierto que la pólvora hacía parte de costumbres muy nuestras", dijo a IPS Germán González, un ciudadano común de 47 años.
"Por fortuna en casa no hubo quemados", agregó, "pero si uno que otro susto".
González recordó que era usual ver en las carreteras los "años viejos" o muñecos de trapo rellenos de aserrín y pólvora, que a la mitad de la noche del 31 explotaban como expresión de adiós a lo vivido y saludo al comienzo de una nueva etapa.
Esta costumbre, con algunas particularidades, ha sido usada en la mayoría de los países latinoamericanos.
En el pasado, al lado de los negocios ambulantes de artesanías, ropa, juguetes y alimentos, se ubicaban los kioscos de pólvora con venta libre.
"Mi esposo siempre compraba pólvora y era feliz lanzando voladores. Yo lo disfrutaba, pero también sentía miedo y le insistía en que tuviera cuidado, porque sus manos eran, como para casi todos, su fuente de trabajo", dijo a IPS María Cruz, quien a sus 80 años reconoce que las fiestas decembrinas sin pólvora le parecen un poco tristes.
Esta puede ser la razón por la que, a pesar de los esfuerzos de las autoridades, la costumbre no ha podido ser erradicada por completo.
En Bogotá este año se han decomisado dos toneladas de pólvora. La Secretaría de Salud invita a que la ciudadanía denuncie e insiste en la invitación a los espectáculos públicos.
Debido a que tradicionalmente el 31 de diciembre se presenta el mayor número de casos, en Bogotá se programó un gran espectáculo pirotécnico en las inmediaciones del edificio más alto de la ciudad, alrededor del tradicional y céntrico parque de la Independencia.
A la invitación se unió Fabio Barrera, médico gerente del Hospital de Kennedy, que atiende personas de amplios sectores populares en el sur oriente de la ciudad, donde, según las estadísticas, se quema más pólvora que en cualquier otro sitio.
"Que sigamos mejorando. A nuestro hospital llegaban por lo menos 50 casos cada diciembre, unos 20 muy graves, con quemaduras de tercer nivel en la piel y afectando órganos internos. Este año no recibimos ninguno para navidad y esperemos que tampoco el 31", dijo Barrera a IPS.
El profesional espera que el aprendizaje se extienda por todo el país. En el noroccidental departamento de Antioquia, se han registrado 141 casos y en el caribeño Bolívar, 19.
En Bogotá, el cambio ha estado acompañado de medidas sancionatorias como las multas pecuniarias que impone el izquierdista gobierno capitalino, con montos que oscilan entre 750 y 1.000 dólares.
A nivel nacional, el estatal Instituto de Bienestar Familiar anunció la posibilidad de quitar a los padres la custodia de los niños afectados.
Bajo estas circunstancias, se mantiene la expectativa que motiva el año nuevo, como la temporada de ferias y fiestas que se prolongan hasta mitad de enero e incluyen cabalgatas, reinados, orquestas, toros y pólvora en ciudades capitales como Cali, Manizales, Pasto y Cartagena de Indias.