Para la artista plástica brasileña Regina Silveira, la realidad se mide con sombras, huellas o proyecciones falsas. Una manera de ir más allá de lo que vemos y de burlarse de los estereotipos políticos y sociales.
La exposición "Línea de sombra", que permanece hasta el 10 de enero en el Centro Cultural del Banco de Brasil, reúne 30 obras de esta artista del meridional estado de Rio Grande do Sul, muchas expuestas en museos y a cielo abierto en todo el mundo.
Una obsesión admitida por Silveira, de la distorsión de la realidad, de la perspectiva y de lo que llama "la naturaleza de representación".
"Ha sido una reflexión desde los años 80 sobre la representación, la imagen, la sombra, la perspectiva, la distorsión de cómo transcribimos la realidad en imágenes", señaló la artista a IPS.
Una "provocación" al disconformismo. Algo que es banal y cotidiano "transformarlo en otra cosa, hacerlo extraño de alguna manera".
Y a veces también una manera de ironizar la política. Como en una imagen de una reunión internacional de países donde las sombras representan lo que no dice: un arma, poder, conspiración.
La exposición que ocupa dos salas tiene desde objetos, instalaciones y fotografías. Son trabajos realizados en materiales diversos como recortes de vinilo negro, pegado a las paredes, al techo, al piso, ocupando cuartos enteros.
El hall de entrada del centro cultural expone por ejemplo una de sus famosas intervenciones arquitectónicas, en otras exposiciones, extendidas a ámbitos urbanos abiertos. Cientos de huellas de niños proyectadas internamente en la cúpula del edificio, dando luces y sombras a ventanas, escaleras, y hasta a los hombres de seguridad que vigilan el lugar.
Hay una "cúpula que es una idea muy barroca, por así decir, de que se viera como una caída, como un revestimiento inusitado", explica.
En otras obras, la artista plástica juega con las paradojas. En una enorme sala un santo típico de Guatemala, Santiago Apóstol, invocado en las guerras de diversas culturas latinoamericanas, se proyecta "perversamente", según define Silveira, con la sombra del Duque de Caxias, patrono militar brasileño.
"Este tipo de paradojas, que es también la paradoja de la luz y de la sombra, del adentro y del afuera, muestran un engaño. No están las sombras respectivas y uno interfiere en el significado del otro. Los dos de alguna manera son héroes controvertidos", añade.
En los últimos años la artista tiene a su favor el recurso de la tecnología digital, con la que la dice haber ganado velocidad, dominio de espacios y escalas.
Para Silveira, "ahora el tópico de la efemeridad de las obras deja de existir cuando se trabaja con la matriz digital y se puede rehacer en otro sitio y en otras circunstancias".
Lo que la artista plástica no puede planificar son las sombras que se cuelan entre sus obras. Invasivas, reproducen independientemente de la artista sus formas caprichosas.
"No me acuerdo que haya contado con las sombras reales para algún trabajo. Fueron todas construidas con recursos geométricos. En ningún momento utilizó una fuente de luz para causar una sombra real", sostiene, tras indicar que el "sentido de lo real es un juego imposible de evitar".
El trabajo es también una buena excusa para hablar de "invasiones urbanas". En otra sala aparecen huellas de diversos tipos de neumáticos que se desprenden de un pequeño automóvil de juguete de manera caóticia. Recorriendo las paredes, el suelo y el techo.
Otras más prolijas, como gigantescos conos y esferas, se superponen obstaculizando y enriqueciendo sus propias luces y sombras.
Un eclipse de planetas y soles ilustra otro ámbito, mostrando las formas de sombras y luces que proyecta el propio universo.
Una recreación de lo que la propia historia del arte y del pensamiento ha utilizado como instrumento de reflexión. La negación de la luz, el lado oscuro, el universo sin fin.