La marcha atrás y el doble discurso de los países ricos caracteriza el comienzo de la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco sobre Cambio Climático (COP 15) en la capital danesa, según numerosos participantes provenientes del mundo en desarrollo.
«Los países industrializados expresan su profunda preocupación y compromiso con la acción en sus declaraciones públicas, pero eso es completamente diferente en las salas de negociación», sostuvo el negociador argelino Kamel Djemouai, presidente del grupo de África que representa a más de 50 países de ese continente.
«Lo que se escucha en público no es lo que se hace», aseguró Djemouai a los delegados en una reunión paralela de las sesiones de la COP 15 organizada por la Organización de las Naciones Unidas.
En la última ronda de las negociaciones climáticas previa a Copenhague, celebrada en Barcelona, los países africanos boicotearon el evento porque sostenían que los estados industrializados habían fijado metas de reducción de la emisión de dióxido de carbono demasiado bajas para mitigar sustancialmente la expulsión de gases invernadero a la atmósfera.
El dióxido de carbono es considerado el principal de los gases invernadero, así llamados porque provocan el recalentamiento del planeta y la modificación del clima en todo el mundo. El cambio climático ya está teniendo repercusiones significativas en África y estas son una forma de discriminación, aseguró Djemouai.
«La ciencia nos dice que cuando la temperatura mundial promedio sube un grado, entonces en África son dos grados más», agregó.
La actual temperatura mundial promedio es 0,78 grados superior a la de hace 100 años.
Estados Unidos y la Unión Europea procuran «liquidar el tratado de Kyoto» cuando el mundo debería reforzar ese convenio y seguir el Plan de Acción del mismo adoptado en Bali en 2007, dijo Djemouai.
El Protocolo de Kyoto de 1997 es el único tratado internacional que fija metas legalmente vinculantes para reducir las emisiones de gases invernadero al menos cinco por ciento entre 2008 y 2012, en comparación con las emisiones de 1990. Los países en desarrollo no están comprometidos por meta alguna.
La compleja normativa del Protocolo se concluyó en 2001 y entró en vigencia el 16 de febrero de 2005. Ha sido ratificado por 183 países, incluso por la Unión Europea, pero no por Estados Unidos, el segundo emisor, después de China, de gases contaminantes del mundo.
En cambio, Estados Unidos y otros pretenden un acuerdo que no sea vinculante en el plano internacional y que sólo les exija a los países promesas cuyo cumplimiento sea sometido al escrutinio de sus pares.
En el Plan de Acción de Bali, todas las partes incluso Estados Unidos acordaron fijar en Copenhague metas de mitigación e instrumentar arreglos de transferencia de tecnología y financiación para ayudar a los países en desarrollo a reducir sus emisiones y adaptarse al cambio climático.
Ahora los países industrializados pretenden modificar el acuerdo al incorporar muchas condiciones más antes de proporcionar metas reales y efectivas, dijo Djemouai.
«Sólo les pedimos a los países desarrollados (ricos) que cumplan con la recomendación del IPCC (sigla en inglés del Grupo Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático) de reducir las emisiones entre 25 y 40 por ciento para 2020», precisó.
Las propuestas que pretenden ponerle fin al Protocolo de Kyoto son motivo de asombro entre los países en desarrollo, manifestó Martin Khor, director ejecutivo del South Centre, una organización intergubernamental de países del Sur con sede en Ginebra.
«¿El plan de acción de Bali habrá de continuar? De lo contrario, aquí habrá un estado de anarquía», dijo Khor a los delegados.
Khor reconoce que Estados Unidos, que recién está saliendo de su «época oscura», aún no está listo para asumir un tratado vinculante del tipo de Kyoto. Pero las normas actuales otorgan una flexibilidad que le permitiría a Washington asumir un compromiso de menor peso vinculante, sin llegar a acabar con Kyoto, dijo.
En cambio, los países ricos intentan reanudar las negociaciones y se comprometieron a reducciones de sus emisiones muy inferiores al 30 o 40 por ciento que hace falta para 2020 para impedir que el creciente nivel del agua, consecuencia del recalentamiento, cubra a varios pequeños estados insulares.
«Los países ricos se distancian de sus compromisos en un momento en que deberían reforzarlos, y les pasan la responsabilidad a los países en desarrollo», sostuvo Khor.
Los países desarrollados tienen graves lagunas de instrumentación en este punto, coincidió Bernarditas de Castro Muller, una negociadora de Filipinas. Muchos signatarios del tratado de Kyoto incrementaron en lugar de reducir sus emisiones, y proporcionaron escasos fondos para ayudar a los países del Sur, dijo. «En Filipinas estamos prácticamente pidiendo limosna para encontrar arroz que alimente a nuestro pueblo luego de una serie de devastadores ciclones este año», destacó.
Históricamente, aproximadamente 80 por ciento de los gases invernadero en la atmósfera provienen de los países ricos, que representan 20 por ciento de la población mundial.
«Esa inequidad no puede ignorarse», dijo Castro Muller. Aunque las emisiones actuales se dividen en partes iguales entre los países del Norte industializado y del Sur en desarrollo, la mitad de las mismas corresponde a solo un quinto de la población mundial. «¿Eso es equitativo?», preguntó.
Los países en desarrollo están preparados para tomar medidas que reduzcan las emisiones, pero eso depende de que los estados industrializados asuman reducciones basadas en datos científicos y cumplan sus promesas de ayuda a los más pobres, dijo.
«Aquí estamos luchando por nuestra existencia. Luchamos por la justicia», expresó Castro Muller.