Científicos recurren a la experiencia y los conocimientos de la etnia inuit, una de las mayores víctimas del recalentamiento de la Tierra, para comprender las devastadoras repercusiones del cambio climático en la zona del Ártico.
«El Ártico está en el epicentro del cambio climático. Las tradiciones y prácticas de subsistencia de los inuit ya sufrieron un embate», declaró el Consejo Circumpolar Inuit (CCI) en un llamado a la acción en la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 15), que se celebra en la capital danesa hasta el viernes 18.
La COP 15 procura acordar un tratado para la reducción de emisiones de gases invernadero, causantes del recalentamiento planetario, que dé continuidad al Protocolo de Kyoto, cuyas metas vencen en 2012.
«Los líderes de gobierno en la COP 15 deben tomar las medidas más fuertes posibles para proteger nuestra tierra natal en el Ártico», exhorta el llamado del CCI, que representa a aproximadamente 160.000 habitantes de la etnia inuit en Canadá, Estados Unidos, Groenlandia y Rusia.
Los gobernantes del mundo no sólo no hacen lo que pueden para limitar el recalentamiento planetario, sino que los científicos tampoco pueden predecir adecuadamente las repercusiones que tendrá el cambio climático en el Ártico.
Por este motivo, los investigadores recurren a la experiencia de los inuit para interpretar las señales del recalentamiento.
Investigadores del CCI y experimentados exploradores polares, como el ecologista estadounidense Will Steger, entre otros, comenzaron a entrevistar a cazadores, pescadores y agricultores inuit con la intención de conjugar la ciencia con el conocimiento tradicional para comprender mejor a la naturaleza.
Los inuit, conocedores de los patrones climáticos y de la geografía de su tierra y testigos de las alteraciones que provoca el recalentamiento del planeta, fueron incluidos en ejercicios de mapeo para registrar los efectos del cambio climático en las comunidades.
La participación de los inuit también es crucial porque esas alteraciones incrementan las posibilidades de intervención en su estilo de vida, algo imposible hace una década.
Kasper Brandt, un cazador inuit de Groenlandia, dijo a investigadores del CCI que un barómetro que su familia utilizó durante generaciones «ya no confía en el tiempo».
«Los inuit no tienen la misma movilidad que antes, como consecuencia de la modernización de su estilo de vida, así que no son tan flexibles para adaptarse a los cambios de los patrones climáticos», explicó Lene Holm, Directora de Medio Ambiente del CCI en Groenlandia, el sábado en Copenhague.
Las temperaturas en el extremo norte suben más rápido que en el resto del mundo y provocan el derretimiento acelerado de los hielos. A su vez, esto acortó la temporada de caza, con consecuencias negativas para el abastecimiento de alimentos. La humedad en el aire aumentó en la primavera, lo que dificulta la práctica tradicional del secado del pescado.
Los cambios en la región del Ártico no sólo afectan a los inuit. Las campanas de alarma también repican por el derretimiento del permafrost el manto de hielo eterno siberiano, lo cual desencadenaría la emisión de enormes cantidades de gases invernadero a la atmósfera, acelerando aun más el recalentamiento planetario provocado por la actividad humana.
El derretimiento de la capa de hielo en Groenlandia podría elevar hasta siete metros el nivel del mar, explicó en Copenhague el biólogo ambiental Stephen Schneider, de la estadounidense Universidad de Stanford.
Schneider, también un destacado experto sobre cambio climático, afirmó que la investigación actual no basta para comprender con claridad la correlación entre el incremento de la temperatura mundial y la suba del nivel del mar. El científico duda que puedan impedirse las modificaciones drásticas del clima.
Añadió que llegar al punto donde pueda producirse la suba de siete metros en el nivel del mar equivale a alcanzar la cima de una colina en un autobús, de la que luego se descenderá sin control.
«El problema es que suponemos que el autobús lo conduce un profesional, pero en realidad está en manos de adolescentes que pelean entre sí», comentó Schneider