China no está contenta. Así resumió un periódico de este país el sentimiento del gobierno ante el desarrollo de las negociaciones sobre cambio climático en curso en Copenhague y que finalizarán este viernes.
Tras un enfrentamiento público con Estados Unidos al inicio de la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 15), China fue atacada por pequeñas naciones en desarrollo por ser la que más se benefició de los fondos de créditos de carbono.
Cuando faltan pocos días para el fin de la cumbre, inaugurada el 7 de este mes y que terminará este viernes, Beijing trata de desviar los argumentos críticos de que el que impide alcanzar un acuerdo.
Los representantes y delegados de los países presentes en Copenhague procurarán fijar objetivos más drásticos en materia de reducción de emisiones de gases invernadero, causantes del recalentamiento planetario para las naciones en desarrollo y otros más para los no signatarios del Protocolo de Kyoto, cuyas metas fueron establecidas para 2012.
El Protocolo de Kyoto, firmado en 1997 y en vigor desde 2005, obliga a los 37 países industriales que lo ratificaron a reducir sus emisiones para 2012 a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990.
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El pesimismo de Beijing respecto de las negociaciones de la COP 15 aumenta y no hay señales de un «cese del fuego», señaló el periódico China Times, al describir los campos enfrentados en Copenhague con términos tomados del famoso «Arte de la guerra», atribuido a Sun Tzu.
Las delegaciones oficiales y las organizaciones ambientales tienen conciencia de la importancia de China para llegar a un acuerdo este viernes.
«Es la primera oportunidad para China de participar en una cooperación verde en el ámbito internacional», señaló Hu Angan, destacado economista y activista por un futuro de bajo carbono.
«Beijing sabe que si triunfamos, el mundo triunfa. Si China fracasa, el mundo fracasa», apuntó.
Las negociaciones se estancaron por el prolongado distanciamiento entre países pobres y ricos y por la nueva fractura que surgió entre naciones en desarrollo. China ocupó un lugar destacado en ambos conflictos y Beijing parece preocuparse de eso, lo que los convierte en blanco de las críticas que lo responsabilizan de la situación.
«La gente dirá: si no hay acuerdo es culpa de China», dijo el vicecanciller chino He Yafei al Financial Times.
«Es una trampa de los países industrializados. Tienen que observar su propia posición y no pueden usar a China como excusa. Este país no es un obstáculo» para el acuerdo, subrayó.
China acusó el martes a los países industrializados de dar marcha atrás en sus obligaciones en la lucha contra el cambio climático y advirtió que las negociaciones estaban en una etapa crítica.
Hubo «algunas regresiones» de parte de los países industrializados respecto de su apoyo a la financiación, declaró en Beijing la portavoz de la cancillería, Jiang Yu. El cambio «pone obstáculos a la conferencia de Copenhague», añadió.
China y Estados Unidos, los mayores emisores de dióxido de carbono, libraron una guerra verbal en la capital danesa. Chocaron en asuntos clave como de qué forma compartir la carga de recortar de forma drástica los gases invernadero y si el país norteamericano tiene una «deuda climática» con las naciones en desarrollo.
Beijing sostiene que las naciones occidentales construyeron su prosperidad gracias a los combustibles fósiles y deben hacerse cargo del crecimiento de las emisiones contaminantes.
Pero la Agencia Internacional de Energía Atómica pronosticó que casi todo el aumento de los gases invernadero liberados a la atmósfera en las próximas dos décadas procederá de las economías emergentes, y, la mitad de ellos serán emitidos por China.
Estados Unidos rechazó la idea de «reparaciones climáticas» y cuestionó la necesidad de que China, ahora la economía de mayor crecimiento, reciba una proporción de los fondos de los países ricos para ayudar a las naciones en desarrollo a mitigar los efectos del cambio climático.
«No preveo fondos públicos, por cierto no de Estados Unidos, para China», declaró la semana pasada Todd Stern, jefe de la delegación de ese país en Copenhague.
Las naciones en desarrollo más pobres todavía necesitan de la ayuda de Occidente para nutrir tecnologías de energía limpia, pero ya no es el caso de China, sostuvo.
China prometió reducir el volumen de gases emitidos a la atmósfera por cada punto porcentual del producto interno bruto, entre 40 y 45 por ciento para 2020. Pero dadas las proyecciones de crecimiento, de hecho, podría duplicarse respecto de la cantidad registrada en 2005.
El gigante asiático se presentó en Copenhague como defendiendo los intereses de las naciones en desarrollo, pero tuvo diferencias con su propio lobby. Decenas de países pobres, encabezados por el pequeño estado insular Tuvalu pidieron máximos obligatorios para la emisión de gases contaminantes de las grandes economías emergentes como China, a partir de 2013.
China se ha negado de forma consistente a poner máximos obligatorios por temor a perjudicar su espectacular crecimiento económico y reiteró su posición en Copenhague.
En un gesto tendiente a restablecer las relaciones con sus aliados más pobres, Beijing dio a entender que está dispuesto a renunciar a los fondos de las naciones ricas que le corresponden para ayudar a las más pobres a lidiar con el cambio climático.
«Es una obligación legal dar recursos económicos a las naciones en desarrollo para que puedan lidiar con el cambio climático. Eso no quiere decir que China se quede con una parte, seguramente no. No pretendemos que Estados Unidos, Gran Bretaña u otros den dinero a China», declaró He Yafei al Financial Times.
La declaración fue una señal del malestar de Beijing por la fragilidad de la unidad entre las naciones en desarrollo y las implicaciones que las disputas puedan tener en el avance de las negociaciones, según varios analistas.
«Las negociaciones climáticas mostrarán la nueva visión del mundo de China», insistió Qing Hong, investigador del Centro para China y la Globalización, con sede en Beijing.
«A diferencia de lo que se cree, China no siempre adhiere a sus propios intereses nacionales. Más bien lo contrario y mostrará a la comunidad internacional que en materia de cambio climático sus propias consideraciones trascienden sus fronteras nacionales», añadió.