UNA EUROPA LAICA PARA TODAS LAS CREENCIAS

Exponentes de la Iglesia católica y del gobierno italiano han reaccionado airadamente contra la sentencia de la Corte Europea de los Derechos Humanos que ordena el retiro de los crucifijos de todas las escuelas de la península. Desde que fue emitida, el 3 de noviembre, esos sectores están en pie de guerra y se están movilizando para que no se aplique o se elimine la decisión del tribunal de Estrasburgo, donde están representadas 47 naciones (no sólo del Viejo Continente).

¿Puede ser considerada escandalosa, como afirman sus oponentes, esta sentencia de la Corte Europea? ¿O era era quizás inevitable?

El fundamento del fallo reza que «el Estado debe abstenerse de imponer creencias religiosas en los lugares en los que las personas se encuentran bajo su jurisdicción». La presencia del crucifijo en las aulas escolares implica «una violación de la libertad de los padres de educar a sus hijos de acuerdo con sus propias convicciones» y es contraria «a la libertad de los alumnos en materia de religión». La Corte «no cree que la exposición de un símbolo que es razonable asociar al catolicismo, pueda contribuir al pluralismo educativo que es esencial para la preservación de una sociedad democrática (..) un pluralismo reconocido por la Corte Constitucional italiana».

No hay ningún escándalo ni tampoco una pretendida «furia laica» en la sentencia de la Corte Europea de Estrasburgo. Se trata simplemente de una confirmación de que los lugares públicos nos pertenecen a todos, a los creyentes católicos, a los no creyentes y a los creyentes de otras religiones.

Por otra parte, el laicismo no tiene nada que ver con mayorías o minorías, sino con la tutela de todos y de cada uno. El laicismo es inclusivo, respeta a todos y los lugares públicos -y la escuela en particular- son tales precisamente porque todos se reconocen en ellos. En efecto, el presupuesto del fallo es que los lugares públicos están dedicados a la colectividad, que comprende a creyentes y no creyentes, y por ello lo interpreto como un acto de buen sentido y de laicismo auténtico.

La decisión adoptada en Estrasburgo nos enseña el valor del pluralismo, un concepto que debe ser común a todos en una sociedad democrática.

La religiosidad debe residir en los corazones y en los comportamientos -lo que hace falta, en verdad – y no sobre las paredes.

Se ha sostenido que el crucifijo es un símbolo que es parte de nuestra cultura y de nuestra identidad italiana. Es el mismo argumento y el mismo debate que tuvo lugar cuando sectores religiosos y en especial de la Iglesia católica lanzaron una vehemente campaña para que en el preámbulo de la constitución europea figurase la identificación de las raíces de la cultura del continente con el cristianismo.

No veo que pueda haber un conflicto de identidad mientras no se definan previamente las raíces cristianas tanto de Italia como de Europa.

Recuerdo que precisamente algunos ambientes católicos, cuando se desenvolvió el debate acerca de la constitución europea, invitaron a trasladar la discusión, de las raíces a los frutos. Y la mayoría de las naciones europeas no estuvieron de acuerdo en colocar el principio de la identidad cristiana como fundamento de la unión de los pueblos.

En todo caso, pienso que buena parte de los católicos tendrían dificultades para defender el crucifijo y todo lo que representa, circuncribiéndolo a un mero factor de identidad cultural.

La discusión se debería centrar en relación a los valores comunes al Viejo Continente. Para mí, de acuerdo con la línea del europeísta Altiero Spinelli, existe una precisa identidad histórica europea: un conjunto de pueblos que creen en la democracia libneral, en el Estado de Derecho y en la resolución pacífica de los conflictos.

Hay millones de ciudadanos -en Italia así como en tantos otros países de Europa y del mundo- que tienen diversas raíces culturales, todas ellas dignas de igual consideración. Merece respeto la religiosidad que se practica en las iglesias y en los sitios de culto. Pero los lugares públicos deben mantenerse como tales. Neutrales.

La opción es un laicismo serio, que es cada vez más patrimonio cultural europeo, gracias al cual hemos alcanzado un punto de alto equilibro que en nada menoscaba el ejercicio de la religión.

El gobierno italiano ha anunciado que presentará un recurso de apelación contra el fallo de la Corte Europea. Invito al gobierno a reflexionar sobre el hecho de que esta sentencia no debe ser interpretada como un escándalo o una agresión de las corrientes laicas, sino con serena objetividad. Que no se levanten barricadas. De ninguna de las partes. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Emma Bonino, líder radical y Vicepresidenta del Senado italiano.

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